Zaideth: epopeya
Cuando estaba en el colegio me gustaba mucho un chico, pero no era correspondida, él no estudiaba en mi colegio, de hecho, ya se había graduado. Lo conocí en unas clases de actuación, y quedábamos a leer en la biblioteca. Pero él siempre me restregaba que le gustaban otras chicas, por más que sabía que yo me desvivía por él. Y a veces hasta se burlaba de mí. Se me hizo muy difícil dejar de hablarle y apartarme.
¿Por qué hacemos eso, el aferrarnos más cuando alguien no nos quiere? Para mí, en ese tiempo, al graduarme, me di cuenta que pasaría un año completo gustando de alguien que no me apreciaba. Así que, me inscribí a un gimnasio e iba todas las mañanas. También dejé las clases de actuación para no verlo y me enfoqué en mí.
Pasé del desamor a estar lista par
Zaideth: recuerdosSiempre tengo este recuerdo.“¡No me mates, por favor!, ¡PERDÓN, PERDÓN! ¡PROMETO QUE NO TE VUELVO A BUSCAR!” recuerdo a Nicolás frente a mí, arrodillado, pidiendo perdón mientras yo le sacaba el seguro a la pistola.Recuerdo estar apuntándole, pero había alguien a mi derecha, acurrucado en una pared.Yo me sentía bien. Poderosa. Pero con impotencia. Pensé seriamente en matarlo, hasta que un grito me arrancó de mis pensamientos.A veces pienso que el recuerdo no es así. Que la súplica la hizo después que disparé. No lo sé, fue un momento que mi mente no logra encajar bien.A veces me pregunto si… tanto me gusta ese recuerdo porque me recuerda que puedo llegar a ser muy fuerte, ¿por qué me atormenta?...Clara llegó s
Carl: momentosEn la vida, he tenido dos momentos donde toqué fondo: uno fue por causas externas y en otra porque me comporté como un verdadero idiota.Pero esta vez debo hablar de esa primera, cuando todo lo que vi fue sangre, cuando… tuve que apartar a alguien para que no matara a otra.Tenía diecisiete años, cursaba mi último año de instituto y lo único que podía pensar era que mi padre se mudaría a una ciudad al ser trasladado en su trabajo: una ciudad donde yo no iba a conocer a nadie y eso me molestaba mucho, porque también me indicaba que no podría estudiar en la universidad que quería (ya que mi padre no estaba dispuesto a pagarme la estadía).Mi mejor amigo (años menor que yo) era más adulto en cuestión de pensamiento y vivía regañándome porque yo discutía con mis padres por lo mismo;
Carl: momentos 2—Bueno, pero primero debes graduarte —le dije y ladeé una sonrisa.—Y tú irte de aquí.—Sabes que va a pasar, aunque yo no quiera.Quedó ahí, en el plan de vivir juntos. Sabía que, aunque eso no fuera a pasar, Mateo necesitaba una esperanza de salir de esos problemas que, aunque yo no supiera cuáles fueran, era evidente que sí los tenía.Nos despedimos y Mateo se fue. Pero mi malestar seguía ahí, en mi pecho.A eso de las siete, no soporté más y decidí ir a la casa de Mateo, tomar cualquier excusa para hablar con él.Decidí decirle que me acompañara a Santa Marta el día que tuviera mi examen de admisión y así los dos conociéramos la ciudad, sabía que mi padre, con tal de que yo estudiara en la universidad de Santa Marta, le pagaría los
Carl: momentos 3:Recuerdo cuando salí de la casa de Mateo. Recuerdo que mi brazo, con el cual lo sostenía, cuando íbamos caminando por la calle, estaba lleno de su sangre.Las personas comenzaron a mirarnos, a exclamar, a gritar.Recuerdo a mis amigos y vecinos correr hasta mi casa.Recuerdo a mis padres llegar hasta nosotros y comenzar a gritar por el pánico.Entonces sentí que algo rodeó mi pierna derecha, era un agarre tembloroso, pequeño, pero fuerte. Sollozaba.Bajé la mirada y la vi a ella, entre la multitud de gente que nos rodeaba. Valentina estaba pegada a nosotros, decidida a no separarse de su hermano herido. Estaba temblando del miedo; qué injusto es a esa edad vivir tantas tragedias, ella era un pobre angelito que había caído en el hogar equivocado.En ese momento el agarre de Mateo se volvió débil y estuvo a punto de caer al piso. Logré tomarlo, junto con la ayuda de mi padre, que se había quitado la camisa para hacer presión en la herida de su cuello y así no perdiera
—Mírame —pidió.Estaba sumida en mis pensamientos, sentadas en el balcón y ya había caído la noche. Clara se iba a quedar en la cabaña a pasar la noche.Lentamente volteé la mirada hasta mi derecha, donde estaba sentada en el sillón con las piernas subidas y entrelazadas por sus brazos.—¿Estás segura de lo que estás haciendo? —inquirió.Dejé salir un suspiro lleno de pesadez. Me estaba dando sueño y el que Carl y ella me preguntaran si estaba segura, como si eso fuera algo demasiado loco, me llenaba de aburrimiento.—¿Por qué preguntas eso? —solté un tanto molesta.Clara se removió en el sillón, incómoda.—Porque es algo precipitado, ¿no te parece?—Llevo años conociéndolo, me parece que es todo lo contrario —subí las piernas al sillón acolchonado—. Mateo me ama, me ama demasiado —volví mi mirada al atardecer que se ocultaba en el horizonte—. Sabes que yo también, pero hasta ahora logré aceptarlo.—¿Y qué pasaría si él se fuera?Aquella pregunta me sacó del dormitamiento. No lo había
Car: el extraCuando tienes un amigo que comienza a volverse famoso, quedas atrapado en esa red. A veces llegas a sentir su gloria como tuya —yo creía que era porque Mateo era mi mejor amigo y me alegraba que él estuviera bien y por un tiempo fue así—. Sin embargo, cuando ya todas las personas que te conocen y conocen a tu amigo, saben que eres un medio para acercarse a él, esto empieza a volverse una piedra en tu zapato.En un principio, esto apenas me sucedía cuando viajaba al lado de Mateo o alguien que estuviera metido en el tema del mundo de la literatura —Mateo ya había lanzado sus dos primeros libros—. A veces me reconocían por los videos en los que aparecía en el canal de Mateo —ya había alcanzado dos millones de suscriptores—. Esto lo podía soportar, además, en Santa Marta, para esos años, me parecía bastante calmada.Lo único molesto era que Mateo quisiera estar llegando a la universidad para ver a Zaideth. Esa chica había comenzado a estudiar en la universidad y Mateo no de
Mateo: aquí y mucho másEsa sensación de que lo has logrado, por fin: es lo mejor del mundo.La veía conversando con su prima, teniendo en mi pecho la seguridad de que esa noche dormiría a mi lado.Esa sensación de haberla podido conquistar, por fin, me reconfortaba.Qué engañosa es la ignorancia, te transporta a una realidad que no es la verdadera, la que pasa en tiempo real. Es como si te llevara a un mundo lejano, que poco a poco, a medida que vas teniendo conocimiento, se va coloreando con pinceladas agridulces.Tiempo después, me enteré que en ese momento Zaideth le hablaba sobre nuestra relación como algo pasajero, que yo era uno más de sus aventuras. Y yo, como un bobo, en ese instante que le decía eso, viéndola con ojos de amor y pensando en que por fin conformaría mi tan anhelada familia con ella… Qué equivocado estaba.—¿Y por qué te viniste antes de tiempo? —me preguntó Carl, a mi lado.Estábamos sentados en una pequeña sala, en unos muebles de cuero marrón con betas antigu
Zaideth: los últimos años de mi juventudRecuerdo esta etapa de mi vida con tres sensaciones: caricias, lectura y muchas preguntas.—¿Por qué Carl se fue? —le pregunté a Mateo cuando anocheció.—Dijo que necesitaba hacer unas cosas del trabajo —respondió mientras se acostaba en la cama.Me acosté a su lado y me acurruqué en su pecho. Él me besó la frente y yo le di un beso en la punta de su nariz.Esa otra mañana, al despertarme, Mateo ya se había levantado. Al bajar al primer piso, lo encontré cocinando, hacía huevos revueltos y el olor a café se colaba en mis fosas nasales.Cuando logró verme, me sonrió y se acercó para besarme la frente (empezaba a ver que le gustaba hacer eso).—Buenos días, corazón —me susurró.—Buenos días —rodeé su cintura con mis brazos.Habría estado todo el día así, abrazándolo. Sintiendo su cálido aroma y calor cerca de mí, escuchando el palpitar de su corazón. Pero los suaves pasos de alguien acercándose a nosotros me hizo despertar de mi ensoñación: era C