Al salir de sus pensamientos y antes de que Ava diera un paso lejos de Daniel, este pudo mover rápido su brazo libre y tomó a la chica por la muñeca para captar su atención una última vez antes de que ella se fuera. —Daniel… veo que ya has recuperado más de tus fuerzas —dijo Ava sorprendida por lo rápido que su cuerpo respondía más en señal de estar mejor. El se encongió de hombros y le guiño un ojo, lo que hizo sonreír a la joven. —¿Querías decirme algo más?... Supongo —dijo Ava, ansiosa por escuchar las palabras de Daniel. —Sí, así es —respondió él—. Quiero y necesito que consideres lo de tus estudios, por favor. Déjame ayudarte con eso, desde aquí puedo inanciar lo que queda de tus estudios. La joven se estremeció por dentro, en verdad él se preocupaba por su progreso y eso la hizo sentir emocionada por tal gesto, aunque quizo mostrarse reacia. —No quiero ser una carga para ti, Daniel, —¡Que no eres una carga, Ava por Dios! Tómalo como una inversión para nuestro futuro juntos
Con el corazón a mil y la imborrable imagen de lo que acababa de ver, Ava comenzó a hacerle señas a la conductora, las palabras no querían salir de su garganta, pero al fin pudo decir con aflicción lo que pensaba en forma de una orden bastante pesada para venir de la joven. —¡Mercy, estaciona aquí, estaciona aquí ahora! —exclamó Ava a la conductora, mientras respiraba fuerte. La conductora se sobresaltó con la aflicción en la voz de su jefa y dio un frenazo que casi la hace chocar con otro vehículo. Ava se agarró del asiento lo más fuerte posible, pero agradeció que Mercy no le reclamara algo, sino que buscó el lugar propicio donde aparcar. —En verdad te lo agradezco, Mercy, te mereces una muy buena propina al final del día —elogió Ava a su conductora de pocas palabras—. Espérame aquí, no tardo. Ava descendió de la limusina y cruzó la puerta de la cafetería, envuelta en una atmósfera rústica y acogedora; jamás había entrado a ese lugar. La madera pulida le daba un toque hogareño y
Ava y Natalia se sumían en la incertidumbre, no perdieron más tiempo y comenzaron a explorar los alrededores. Dentro de toda esa pila de folders y carpetas, vieron archivos muertos de la empresa. Facturas, comprobantes de pagos con sumas grandes de dinero de muchos años atrás.—Dios… esto no debería estar aquí, ¿no lo crees, Natalia? —inquirió Ava, observando con detenimiento aquellos documentos para luego dejarlos en su lugar.—Tienes razón, todo esto es el historial de la empresa… Solo mira esto, es de los inicios de la compañía, no, no, no, Ava, necesitamos reorganizar este lugar —espetó Natalia con el ceño fruncido.—¿Qué esperamos, Natalia? Hoy nos centraremos en todo este espacio —comentó Ava, empuñando su mano y lenvantándola al nivel de su cara cubierta por la mascarilla—. Pero, creo que necesitamos refuerzos, solas no podremos.—Estás en lo correcto, querida Ava, en seguida voy a llamar al equipo de limpieza para que nos ayude —dijo Natalia, mientras salía presurosa del lugar.
Allí en la oscuridad de la oficina en la temprana noche, Ava, con las manos por completo heladas y temblorosas, y con el corazón queriendo salir de su pecho, se encontraba tecleando y analizando cada archivo que albergaba aquel oscuro computador.«Esto es inaudito… con razón las facturas no tenían el aval de Daniel… Es evidente que Karen se traspasó cantidades de dinero a una cuenta de la supuesta empresa que ella maneja ¿O él consintió tal cosa? —un escalofrío recorrió la espalda de Ava— ¡Me rehuso a pensar esto! Se que cuando hable con él todo se aclarará y al fin las cosas caerán por su propio peso».Como pudo, la joven abrió su correo y traspasó cada documento para que esa evidencia quedara en un lugar seguro. Pronto apagó el computador y lo colocó en una esquina de la oficina, donde no estuviera expuesto a cualquier mirada. No sabía si hacía bien o no, solo hizo lo que sintió en el momento de desesperación.Sin pensarlo dos veces, y después de analizar que tardó varias horas en h
El frío de la noche y de la oscuridad del pasillo, ese que tenía un poco de visibilidad debido a una tenue luz titilante, que parecía temblar al ritmo del cuerpo de Ava, quien estaba a merced de la persona que la había sorprendido rumbo a la limusina.Ava no podía pensar con claridad, todos sus sentidos estaban congelados, de lo único de lo que podía ser consciente era de la de la forma en que involuntariamente su cuerpo reaccionaba; aquella opresión en el pecho y los espasmos casi eléctricos que el pavor le ocasionaba el hecho de tener un arma apuntando a su sien.—Escúchame bien, zorra metiche… —dijo una voz, murmurando mientras el aliento caliente parecía quemarle el oído a Ava—. Ya sé que andas jugando al detective y eso no me agrada nada nada.—¿Quién carajos eres? E-eres…Karen, ¿verdad? —dijo Ava, pero aquel brazo le oprimió la garganta con fuerza y el dolor la hizo no decir otra pregunta.—No sabrás mi identidad, pero te voy a decir una vez esto, escúchame bien —susurró aquella
Las tenues luces del amanecer y el trinar de los pájaros cantando eran las señales evidentes de que el día que tanto temía había llegado. Se levantó con pesadez, realmente no había podido dormir nada y se sentía perdida ahora que Karen sabía toda la verdad, nunca pensó que las cosas escalaran hasta ese punto, pero así había ocurrido. Con cierta premura, Ava se levantó no queriendo que esa fuera su realidad, intentó asimilarlo en la ducha, pero le fue imposible. A penas había tocado su comida del desayuno y doña Rosaura no cabía en su angustia, pero por primera vez deseaba dejar ser a su hija, así que no le preguntó nada a pesar de que la vio salir con una mochila en lugar de su bolso caro, solo le dio su bendición y así se despidieron mientras ella desaparecía en aquella limusina. Ava suspiró todo el camino, se sentía vigilada a cada segundo, con cada movimiento, ella estaba casi segura que Karen veía cada uno de sus pasos hasta en su celular. Era evidente que sabía manejar tecnologí
—¿Acaso siempre tiene que darme un susto, señor? —dijo doña Rosarura, mientras se llevaba la mano al pecho porque a quien menos esperaba ver era a Daniel Busch.Daniel sin permiso tomó la mano de la señora y le dio un beso en el dorso de la misma, acción que la dejó paralizada pero reaccionó a tiempo para quitar su mano aun con los ojos bien abiertos.—Doña Rosaura… suegra, le juro que no era mi intención, pero debía venir lo antes posible —dijo él, mientras terminaba de recuperar el aliento y clavaba su mirada en la perpleja joven que estaba justo atrás de doña Rosaura.Daniel parecía agitado y miles de dudas pasaron por la mente de Ava, quien no podía creer verlo allí y de aquella manera tan extraña. Doña Rosaura se hizo a un lado porque en definitiva había notado el par de miradas intensas—Ava, necesitaba verte… ven conmigo, por favor —Daniel extendió su mano hacia la joven, quien no dudó y lo tomó de la mano.El corazón de Ava se aceleró y sabía que no era por miedo ni ansiedad…
El ambiente pareció vacío por un instante con el silencio que se hizo en el salón de aquel evento que estaba a punto de cancelarse, allí estaba Daniel Busch, con su porte tan elegante y su barba recortada con un estilo diferente al estilo francés que en definitiva le daba un look más jovial. No se hizo más de esperar y dio un paso dentro del salón. Daniel se desplazó con gracia entre las mesas, dándose su tiempo para saludar a todos los allí presentes, intercambiaba saludos con mucha amabilidad, como si contara con todo el tiempo del mundo. En el momento de llegar a la mesa de Karen, ella intentó hablarle con más cercanía, pero en definitiva falló en aquella iniciativa dado a que Daniel ni siquiera la vio a los ojos. —Karen… un gusto —fue lo único que salió de los labios de Daniel, seguido de una leve palmada en el dorso de su mano. —¿Daniel? Espera, hablemos… —musitó con los ojos llenos de emoción al verlo, mientras estiraba su mano como si con impotencia intentara alcanzarlo, per