Siento que en esta noche pasará algo que no me va a gustar para nada. Siempre que tengo está opresión en el pecho es porque una sorpresa llegará (no exactamente buena).

Llevamos una hora esperando al supuesto jefecito. Que se cree el rey de Roma. Pensé que al menos era puntual. Eso de estar esperando tanto tiempo me desespera al punto de que me estoy cortando las uñas con los dientes. ¿Estrés?

—¿Cuándo es que piensa venir el estúpido jefecito? —. Esta es la sexta vez que pregunto los mismo.

—¡Dios cuñada cállate! —exclama Jack exaltado.

—No soy tu cuñada y no me grites, que yo no grito yo rompo testículos —le doy una de mis mejores sonrisas diabólicas.

—Ya fiera.

—No me llames animal salvaje. Perro.

—Tú… —. Doy media vuelta decidida a marcharme c