Juliana escuchaba a Diego mientras él planificaba con calma lo que seguiría, sabiendo que así debería ser, pero aún se sentía triste. Además, Diego no quería regresar a casa con ella, y la razón tenía que ver con ella misma.Esta simple observación hizo que se sintiera aún más triste. Bajó la cabeza
La atmósfera alrededor de Juliana y Diego se volvió tensa después de sus palabras llenas de rabia.Diego soltó su agarre, sorprendido y enojado: —¿Feliciana, sabes lo que estás diciendo?Juliana lo miró fijamente con los ojos rojos, y luego se dio la vuelta, sin mirar atrás.No sabía por qué había
Diego, con poco entusiasmo, asintió.Como si temiera que Diego se arrepintiera, Juliana repitió:—¿De verdad? ¿No estás mintiéndome para hacerme feliz?—De verdad, no te estoy mintiendo.Diego, temeroso de que la chica frente a él llorara, consintió y dijo con cariño:—Cuando quieras volver, solo es
—Emiliano, ¿estás loco? ¡Suelta!— Fue tirada hacia Emiliano por el cuello de su ropa, y aunque se detuvo, la presión en su cuello no se alivió. Solo pudo girar la cabeza y mirarlo con enojo.Emiliano parecía no prestar atención a sus acusaciones y, en lugar de eso, su mirada pasó por las rosas que J
Emiliano hablaba con un tono y expresión que daban la impresión de que tenía pruebas de la infidelidad de Juliana.Juliana, sin poder contener la risa ante su actitud, le respondió: —Lo que pasa entre Diego y yo no es asunto tuyo. Emiliano, ya estamos divorciados, ¿tienes algo que ver con quién salg
Juliana replicó con determinación.Ella nunca pensó que la industria en la que Diego trabajaba fuera inmoral. Era cierto que algunas personas en ese negocio actuaban de manera desvergonzada, pero ¿qué tenía que ver eso con personas inocentes?Si él pensaba que el mundo del entretenimiento estaba lle
Emiliano clavó la mirada en Sergio, pero Sergio no sintió que hubiera dicho algo incorrecto.El estado mental de Emiliano ya era problemático de por sí.Tomaba medicamentos todos los días y, de vez en cuando, iba a ver a un psicólogo.—Ah, por cierto, aquí están las llaves de tu auto— dijo Sergio sa
Antes, Juliana y Emiliano ya habían intercambiado palabras similares, así que él ya tenía la respuesta en su mente.Él le dijo con calma: —Soy su hermano, ¿no puedo intervenir en sus asuntos?Sus palabras dejaron a Sergio atónito, tan sorprendido que no sabía qué decir.¿Hermana?¿Realmente pensaba