Cuando Clara regresó a su escritorio, su mente estaba llena de pensamientos. La reprimenda de Diego había sido un golpe duro para su ego, pero también le había dado una nueva perspectiva. “Si quiero que Diego me vea como alguien especial, tengo que hacer algo más grande, algo que lo obligue a fijarse en mí.”
Fue entonces cuando recordó algo que había notado esa misma mañana. Mientras caminaba hacia su escritorio, había pasado por un pasillo donde una lámpara colgante parecía estar ligeramente suelta. Uno de los tornillos que la sostenían estaba a punto de salirse, y la lámpara se balanceaba de manera peligrosa cada vez que alguien pasaba cerca.
Clara sonrió para sí misma. “Esto podría ser mi oportunidad,” pensó. “Si hago que la lámpara caiga en el momento adecuado, puedo convertirme en la heroína de la situación. O mejor aún, puedo recibir el golpe por Diego y hacer que él me vea como alguien valiente y desinteresada.”
El plan era arriesgado, pero Clara estaba d
Mientras Clara disfrutaba de su momento de gloria, Isabella trabajaba arduamente en un mundo completamente diferente. En la casa de los Mendoza, el ambiente era de concentración y creatividad. Isabella estaba terminando los últimos detalles de los diseños para el nuevo proyecto de la familia: un espacio que debía ser acogedor, pero al mismo tiempo reflejar lujo y exclusividad.Desde que había asumido el rol de diseñadora principal, Isabella se había ganado el respeto de todos los trabajadores involucrados en el proyecto. Su dedicación y atención al detalle eran innegables, y no había rincón que no estuviera cuidadosamente pensado. Cada mueble, cada textura, cada color tenía un propósito, y el resultado era simplemente impresionante.Esa tarde, Isabella estaba supervisando los avances en la construcción del interior del edificio. El lugar estaba lleno de actividad: carpinteros, pintores, y decoradores trabajaban bajo su dirección, siguiendo al pie de la letra sus indicaciones.“Este ri
Diego no podía apartar la vista de Daniel, quien encontró una excusa para acercarse a Isabella. Con una copa de champán en la mano, Daniel se detuvo frente a ella con una sonrisa encantadora.“Isabella,” dijo, extendiéndole la copa, “pensé que podrías necesitar un poco de champán para celebrar tu éxito. Te lo mereces.”Antes de que Isabella pudiera aceptar la copa, Diego apareció a su lado, moviéndose con una rapidez que sorprendió incluso a él mismo. Sin decir una palabra, tomó la muñeca de Isabella con suavidad, pero firmeza, y la dirigió hacia un grupo de funcionarios importantes que acababan de llegar.“Señores,” dijo Diego, interrumpiendo la conversación, “quiero que conozcan a Isabella, la diseñadora responsable de este lugar. Su trabajo habla por sí solo.”Los hombres estrecharon la mano de Isabella, felicitándola por su talento. Isabella, aunque agradecida, no pudo evitar sentirse incómoda por la forma en que Diego la había apartado de Daniel. Sin embargo, no dijo nada. Sabía
Diego dio un paso hacia ella, su mirada fija en la de ella. “¿Eso es todo? ¿Es solo tu vida privada? ¿Nada más? ¿No crees que merecía saberlo? Después de todo lo que hemos compartido…”Isabella lo interrumpió, su voz firme. “Lo que ocurrió entre nosotros fue un error, Diego. Desde el principio. Yo no debí permitir que te acercaras. No debí…” Su voz se quebró ligeramente, pero se recompuso rápidamente. “No debí dejar que pasara nada entre nosotros.”Diego la miró, incrédulo. “¿Un error? ¿Eso es lo que piensas? ¿Que todo lo que pasó fue un error?”Isabella asintió, aunque sus ojos reflejaban la lucha interna que estaba enfrentando. “Sí, Diego. Fue un error. Y no voy a permitir que se repita. Tú y yo no podemos seguir así. Es mejor que nos alejemos.”Diego apretó los puños, intentando controlar su enojo. “¿Por qué? ¿Porque estás casada? ¿Eso es todo? ¿O hay algo más que no me estás diciendo?”Isabella lo miró directamente a los ojos, decidida a poner fin a la conversación. “Sí, Diego. Es
Isabella se sentía llena de orgullo mientras sostenía su diploma. Había trabajado arduamente para llegar a este momento, y ahora podía ver el fruto de su esfuerzo. La ceremonia de graduación había sido un éxito, y aunque recibió muchos elogios de parte de sus compañeros y profesores, había una pequeña sombra de tristeza en su corazón. Nadie de su familia había asistido para verla graduarse. Sin embargo, sabía que mantener la distancia con ellos era lo mejor para su libertad y paz mental.Después de la ceremonia, los Mendoza, siempre generosos y amables, le organizaron una celebración en su honor. Isabella estaba agradecida por tenerlos en su vida. La fiesta fue un evento elegante y lleno de alegría, donde Isabella pudo compartir con amigos y colegas.“Isabella,” dijo Margaret Mendoza, acercándose a ella con una sonrisa cálida, “queremos darte algo especial para celebrar tu logro.”Isabella sonrió, sin esperar más que un gesto simbólico. Pero lo que sucedió a con
Isabela se sentía atrapada en un torbellino de emociones mientras se dirigía a casa de sus padres. Había recibido una llamada de su padre, Rafael, que la había dejado inquieta. “¿Por qué querría hablar conmigo tan urgentemente?” se preguntaba, sintiendo un nudo en el estómago. La noticia de su embarazo pesaba sobre ella como una losa, y aunque había decidido mantenerlo, la presión de su familia era abrumadora.Al llegar a la casa familiar, notó que la atmósfera era tensa. Clara, su hermana, estaba allí, y su expresión revelaba que algo no iba bien. “¿Qué está pasando?” preguntó Isabela al entrar, pero antes de que pudiera recibir una respuesta, su padre la llamó.“Isabela, ven aquí,” dijo Rafael, su voz grave resonando en la sala. Ella sintió un escalofrío al escuchar su tono. “Necesitamos hablar.”Isabela se acercó lentamente, sintiendo que cada paso era más pesado que el anterior. Cuando se sentó frente a su padre, notó que Clara la observaba con una mezcla de
En el hospital, los médicos trabajaron rápidamente para estabilizarla. Isabela estaba consciente de que su vida pendía de un hilo, y el dolor era insoportable. “¿Qué va a pasar con mi bebé?” pensaba, sintiendo una mezcla de miedo y desesperación.Rafael y su madre estaban en la sala de espera, preocupados, pero aún llenos de dudas sobre lo que había sucedido. “Esto es culpa de Isabela,” murmuró Clara, quien había llegado al hospital al enterarse de lo sucedido. “Ella nunca debió dejar que esto llegara tan lejos.”La tensión en la sala de espera era palpable. Rafael, sintiéndose culpable, comenzó a cuestionarse si había tomado la decisión correcta al encerrar a su hija. “¿Y si la perdemos?” pensó, sintiendo que el peso de sus acciones lo aplastaba.Finalmente, un médico salió de la sala de emergencias. “La situación es crítica, pero hemos logrado estabilizarla. Sin embargo, necesitará tiempo para recuperarse.” Las palabras del médico fueron un alivio, pero la preocupación seguía presen
Isabela salió del hospital, sintiendo cada paso como una pequeña victoria personal. Su cuerpo aún no estaba completamente recuperado, pero su mente estaba decidida. No podía dejar que su familia siguiera controlando su vida. Necesitaba desaparecer, comenzar de nuevo en algún lugar donde nadie pudiera encontrarla.Mientras caminaba por las calles, su mente giraba en torno a un solo pensamiento: "la libertad". Había llegado el momento de tomar el control de su destino. Con el corazón latiendo con fuerza, sacó su teléfono y llamó a Daniel Mendoza, él le podría ser útil justo en esta situación."Daniel, necesito que me hagas un favor", dijo, tratando de mantener la voz firme, a pesar de que la ansiedad la consumía."Claro, Isa. ¿Qué necesitas?", respondió él, con esa calidez que siempre la reconfortaba."Quiero regalarle un boleto de avión a alguien, pero no quiero usar mi nombre. ¿Podrías comprarlo por mí?", mintió, sintiendo que cada palabra era un paso más hacia su libertad."¿A dónde?
Diego, por su parte, llegó a la casa que había regalado a Isabela. Al entrar, encontró la decoración tal como ella la había dejado. Cada mueble, cada color, cada detalle, todo hablaba de su esencia. Se sintió abrumado por la tristeza.Diego caminaba dentro de la casa, un espacio que había sido cuidadosamente decorado por Isabela. Cada rincón, cada mueble, cada detalle hablaba de su toque personal. Las paredes estaban adornadas con colores cálidos, y los muebles, elegidos con esmero, reflejaban su estilo único. Sin embargo, ahora todo parecía un recordatorio de su ausencia.Mientras recorría la sala, sus manos rozaban la superficie de la mesa de café, donde Isabela solía dejar sus libros de diseño. Diego cerró los ojos por un momento, imaginando el sonido de su risa, el brillo en sus ojos mientras hablaba de sus proyectos. Pero esa imagen se desvanecía rápidamente, reemplazada por la oscura realidad de su situación. Su mundo era un desastre; la confusión y la ira se entrelazaban en su