Diego caminaba de un lado a otro en el pasillo, con las manos en los bolsillos y la cabeza baja. Había pasado toda la noche sin dormir, atormentado por las palabras de Isabela, por el dolor en sus ojos, por la sangre que había visto salir de sus labios. Cada imagen, cada recuerdo, era como una daga que se clavaba más profundamente en su corazón."¿Cómo llegamos a esto?", pensó, deteniéndose frente a una ventana. "¿Cómo permití que las cosas llegaran tan lejos? Todo lo que quería era protegerla. Pero en lugar de eso, la destruí."Diego apoyó una mano contra el marco de la ventana, mirando hacia el jardín. Recordaba el día en que decidió contratar a un suplente para casarse con Isabela, cómo había pensado que estaba haciendo lo correcto al mantenerse alejado de ella. Pero ahora, sabía que había sido un cobarde. Había tomado la decisión más fácil, sin pensar en las consecuencias."Fui un idiota", pensó, cerrando los ojos con fuerza. "Un maldito cobarde. Y ahora, ella me odia. Y tiene raz
Cuando Samira terminó de leer, dejó caer la carta sobre la mesa y llevó una mano a su pecho. El dolor que sentía era inesperado, profundo. Había aprendido a querer a Isabela, a verla como una hija, y ahora esa hija se había marchado sin decir adiós.—¿Qué sucede, madre? —preguntó Khalid, entrando en el pasillo. Al ver la expresión en el rostro de Samira y la carta en su mano, supo de inmediato que algo estaba mal.Samira no pudo responder. Simplemente le entregó la carta, y Khalid la tomó con manos temblorosas. Mientras leía, su rostro pasó de la confusión al dolor, y luego a una mezcla de ira y desesperación.—Se fue… —murmuró, como si las palabras no tuvieran sentido—. ¿Por qué? ¿Por qué no me lo dijo?Samira puso una mano en su hombro, intentando consolarlo, pero Khalid se apartó. Necesitaba espacio, necesitaba procesar lo que acababa de leer. Se dirigió al jardín, el lugar donde tantas veces había hablado con Isabela, donde había intentado consolarla, protegerla. Pero ahora, ese l
"¿Interrumpo? "preguntó, mirando a ambos con curiosidad."No, para nada "respondió Isabela, sintiendo que algo en esta mujer también la intrigaba.Y así, sin planearlo, los tres comenzaron a hablar. Ethan, el hombre inglés, había llegado a Bali unos días antes, mientras que Amara, originaria de Indonesia pero criada en Australia, llevaba meses viviendo en la isla. Lo que comenzó como una conversación casual sobre el clima y los paisajes de Bali pronto se transformó en algo más profundo. Era como si cada uno de ellos estuviera esperando la oportunidad de hablar, de compartir su historia con alguien que pudiera entender.Ethan fue el primero en abrirse. Había algo en la tranquilidad de Isabela y Amara que lo hizo sentir que podía confiar en ellas."Vine aquí porque necesitaba escapar "dijo, mirando su taza de café como si estuviera buscando respuestas en el líquido oscuro". Mi vida en Londres se había vuelto… insostenible.Hizo una pausa, como si estuviera reuniendo el valor para contin
A su alrededor, los murmullos de los pasajeros llenaban el aire. Algunos hablaban en voz baja, otros hojeaban revistas o miraban películas en las pequeñas pantallas frente a sus asientos. Isabela se acomodó en su lugar, dejando escapar un suspiro. Estaba agotada, pero no podía dormir. Su mente estaba llena de pensamientos, de preguntas sin respuesta.Fue entonces cuando una mujer mayor se sentó a su lado. Llevaba un vestido sencillo, de color azul claro, y su cabello gris estaba recogido en un moño elegante. Había algo en ella, en su postura y en su mirada, que transmitía una mezcla de fortaleza y calidez. Cuando la mujer se acomodó en su asiento, miró a Isabela y sonrió."Perdona si soy indiscreta "dijo la mujer, con un acento que a Isabela le resultó familiar", pero tienes un rostro que me resulta conocido. Te pareces mucho a alguien que conocí hace muchos años.Isabela la miró con curiosidad, pero no dijo nada. No era la primera vez que alguien le decía algo así. Su rostro, con sus
Los días en casa de Rosa habían sido un bálsamo para el alma de Isabela. Cada mañana, se sentaba frente a un caballete en el pequeño estudio que su tía había improvisado para ella. Dibujaba sin descanso, dejando que sus emociones fluyeran a través de los trazos. Diseñaba habitaciones llenas de luz, espacios que reflejaban paz, amor y fortaleza. Era su manera de reconstruirse, de imaginar un hogar que nunca tuvo, pero que ahora soñaba con crear para sí misma.Sin embargo, mientras dibujaba, su mente inevitablemente volvía al pasado. A su hogar, al lugar que había decorado con tanto esfuerzo pero que ahora le parecía vacío, desprovisto de significado. Recordó, de pronto, un sobre que había dejado en una de las gavetas de su habitación. Era un sobre que se había negado a abrir en su momento, temerosa de lo que contenía. Pero ahora, algo dentro de ella le decía que debía enfrentarlo.Sin pensarlo demasiado, recogió su bolso y salió de la casa de Rosa. El aire frío de la tarde le acarició
El aire pesado del atardecer envolvía la ciudad cuando Diego llegó al apartamento de Isabela. Había pasado toda la tarde con los papeles del divorcio en las manos, incapaz de firmarlos. Cada palabra del contrato parecía un golpe directo al pecho, una sentencia que marcaba el fin de algo que, en algún momento, había sido lo más importante de su vida. Pero ahora, frente a la puerta de Isabela, toda esa mezcla de emociones "ira, tristeza, celos y confusión" lo consumía por completo.Golpeó la puerta con fuerza, más de lo necesario. Su respiración era pesada, y sus manos temblaban. Isabela abrió la puerta, vestida con una bata de seda color marfil, su cabello recogido en un moño descuidado. Parecía tranquila, pero al ver a Diego, algo en su mirada se endureció."¿Qué haces aquí? "preguntó Isabela, cruzándose de brazos.Diego levantó los papeles del divorcio, agitándolos frente a ella como si fueran una bandera de guerra."¿De verdad crees que voy a firmar esto? "dijo, con la voz cargada d
El silencio que siguió fue ensordecedor. Ambos se miraron, respirando con dificultad, como si acabaran de librar una batalla física. Finalmente, Isabela rompió el silencio."Esto se terminó, Diego. No importa lo que digas, no importa lo que hagas. Ya no hay nada que salvar. Quiero el divorcio, y lo quiero ahora.Diego la miró, sus ojos llenos de una mezcla de dolor y rabia."No voy a firmar esos papeles "dijo, con la voz baja pero firme". No voy a dejarte ir.Isabela dio un paso hacia él, su mirada tan intensa que Diego casi retrocedió."No necesitas firmarlos, Diego. Porque con o sin tu firma, voy a seguir adelante. No puedes detenerme. No puedes controlarme. Ya no.Diego se quedó en silencio, incapaz de responder. Isabela lo miró por última vez, y luego se dirigió hacia la puerta, abriéndola de par en par."Sal de mi casa, Diego. Y no vuelvas.Diego la miró, como si estuviera a punto de decir algo, pero finalmente, se dio la vuelta y salió, dejando a Isabela sola en el apartamento.
Después de que la llamada terminó, Khalid se quedó sentado en su oficina, mirando por la ventana. Las palabras de Diego resonaban en su mente, pero no le causaban miedo. Lo que realmente ocupaba sus pensamientos era Isabela.La primera vez que la conoció, había sentido una conexión inmediata. No era solo su belleza, aunque era innegable. Era algo más profundo: su fortaleza, su inteligencia, su pasión por lo que hacía. Pero también había visto el dolor en sus ojos, un dolor que no podía ignorar.Khalid sabía que Isabela estaba rota, pero no la veía como alguien débil. La veía como alguien que luchaba por reconstruirse, y eso solo aumentaba su admiración por ella. Ahora, más que nunca, estaba decidido a conquistarla. Pero no lo haría con palabras vacías ni promesas falsas. Lo haría mostrándole que podía ser el hombre que ella merecía, alguien que la respetara, que la valorara, que la amara por lo que era.Diego, por su parte, estaba sumido en un torbellino de emociones. Después de colga