Capítulo 117
Sabrina se despertó en la mañana del día siguiente.

Al despertar, vio a Francisco sentado al borde de la cama, mirándola fijamente.

No había dormido durante toda la noche; sus ojos azules estaban un poco enrojecidos y tenía ojeras muy marcadas.

Su voz sonaba especialmente ronca:

—Has despertado.

Francisco la ayudó a sentarse y le entregó una taza de agua tibia.

—Gracias.

Sabrina bebió medio vaso de agua, justo cuando colocó la taza en la mesa, Francisco la abrazó con fuerza.

—¿Qué estás haciendo?

Él la abrazó con tanta fuerza que parecía querer romperle los hombros, dejándola sin aliento.

—Sabrina.

Francisco la llamó con voz ronca.

—No permitiré que te suceda nada malo, ¡absolutamente no!

Sabrina pensó que todavía estaba preocupado por lo que le había pasado ayer con el veneno, así que le dio palmaditas en el hombro y dijo:

—Ya estoy bien.

Francisco asintió con la cabeza y acarició suavemente su cabeza.

—No has comido nada en todo el día y la noche, ¿qué te gustaría comer
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