—Tranquilas, no les haré daño a ti ni a tus amigas. Como mencioné, estoy aquí para llevarlas a un lugar seguro, a menos que prefieran quedarse y enfrentar nuevamente las mismas amenazas—, dijo Daniel, manteniendo una distancia prudencial.Cuando terminó de hablar, uno de los demonios atravesó el cristal del apartamento. En ese momento, las mujeres se encontraban frente a la verdadera amenaza que tenían que enfrentar.—Hay... ¡Corran, vamos, corran!—, exclamó Sereia al ver al demonio avanzar hacia ellas. Mientras tanto, Sai quedó atrapada entre el demonio y la pequeña cocina que estaba detrás de ella.—Sai, ten cuidado. ¡Oye, suéltame, debo ayudarla!—, exclamó Alannis, quien fue detenida por el joven Daniel. Mientras tanto, Sereia estaba apoyada junto a la puerta del apartamento. Lentamente, abrió la puerta para intentar salir de allí, pero se encontró con otro demonio que se aproximaba hacia ellas. La sangre de Sereia parecía actuar como una especie de imán que atraía a los demonios h
Ambos avanzaron con sigilo para quedar esperando al responsable que para ellos representaba una amenaza. La luz de la antorcha reflejó la figura de una persona acercándose en compañía de más individuos. Claus se apoyó más en la pared de aquel subterráneo para sacar una daga, al igual que Jonás, quienes estaban listos para atacar a los que se acercaban hacia ellos. Sai y sus amigas estaban pegadas a la pared, temerosas al ver la actitud de ambos jóvenes.Jonás avanzó para atacar a la persona que sostenía la antorcha, mientras que Claus estampó a otra persona contra la pared del subterráneo.—Señorita Claris, ¿qué hace aquí?— preguntó Jonás sorprendido, mientras Claus sostenía con firmeza la daga contra el cuello de una humana, la cual estaba completamente bañada con la sangre de los demonios.—Eres una humana, ¿por qué estás bañada con sangre de una carpa? — preguntó Claus con asombro. La humana a quien Claus tenía la daga en la garganta no se atrevía a responder sus preguntas; ella se
Lentamente, Hans se acercó a la persona, pero los reflejos del lobo eran más ágiles que el ataque de la persona que se atrevía a intentar herirlo. Aquel acto de valentía por parte del humano logró cortar un poco del cabello largo del lobo.—¿Quién eres?... No te acerques, juro que te mataré —dijo el humano, manteniéndose en posición de ataque. Para Hans, ver por primera vez a alguien que era simplemente humano cortarle un mechón de cabello lo asombraba.—Estás herida... Por tu tono de voz, asumo que eres una mujer. Déjate ver, así conoceré a la persona que me ha cortado el cabello y se ha acercado a mí —dijo Hans.A pesar de sentir un poco de dolor, la persona decidió salir lentamente de la oscuridad, revelando su verdadera identidad. La luz de la luna se filtraba entre los árboles, iluminando la oscuridad y posándose en el rostro de la joven que aún mantenía una postura de ataque.—¿Cómo te llamas? —preguntó Hans.—¿Eso importa?... Si fuera tú, no estaría tan interesado en saber que
Fang, sin perder tiempo, corrió hacia las escaleras que llevaban a la cima donde se encontraban los centinelas; quería ver por sí mismo de quiénes se trataba.—Señor, no supimos quiénes eran, pero parecían humanos y algunos lobos— Informó uno de los centinelas mientras preparaba su flecha por si acaso.—Eran mi gente, eran los que habían escapado antes de mi partida —interrumpió Casius. Desde su posición, los podía reconocer; además, el viento soplaba a su favor y el distintivo aroma del calafate lo aseguraba.—Abran las puertas, déjenlos entrar. ¡Jordán!— Gritó Fang con voz potente. Un joven lobo se acercó inclinándose, mostrando respeto.—Sí, mi señor— Respondió Jordán.—Asegúrate de que no les falte comida y todo lo necesario para que estén seguros— Ordenó Fang. Casius observaba la amabilidad de esa manada hacia su gente.Las personas que entraban por la enorme puerta del fuerte de los Hunters estaban exhaustas. Algunos presentaban heridas, mientras que otros, que no habían logrado
—Lo siento, mi Alpha. Pero no dejaré a Claris sola en estos momentos —dijo Antón de manera tajante, decidido a infringir cualquier reglamento de un lobo hacia su Alpha.Sorien hizo una señal a uno de sus hombres para que avanzara hacia Antón y lo sometiera con un golpe seco y limpio, el cual dejó inconsciente al joven beta.Alannis vio al mismo joven que había intervenido en la batalla contra los demonios rojos para salvarles la vida. La humana se preguntaba si los jóvenes que estaban con ellos seguían vivos.Jonás, aquel joven lobo que con valentía se había encargado de proteger la vida de las humanas, vio a Sai desde donde se encontraba. Las humanas no se percataron de que Claus, el lobo que lideraba el grupo de Sorien, avanzaba hacia el grupo de su líder. Sus ojos se posaron en el lobo que vigilaba a su alrededor. Sai vio que Claus se acercaba a ella para pasar a su lado.Alannis también notó el extraño comportamiento de aquel lobo, por lo que no apartó sus ojos de él. Jonás, al ver
Suki dejó caer la espada, la pateó lejos de Jonás y luego se lanzó a atacar a Sai. Sus movimientos eran feroces; Sai recibió algunos golpes antes de caer a cierta distancia de Claus. Arcelia hizo una señal con la cabeza, indicándole a él y a los demás que no intervinieran.—¡Sai!... Suéltame, Claus. Debo ir a ayudarla o la matarán —suplicó Sereia. Pero Claus no la dejó ir.—No puedes interferir. Ella eligió su destino —dijo Claus con seriedad, mientras las amigas de Sereia dirigían sus miradas hacia él.—¿A qué te refieres con que ella eligió su destino? ¿Qué pasará con ella ahora? —preguntó consternada Alannis.—Si no muere bajo el ataque de Suki, pertenecerá a Jonás. Será su pareja, y por lo tanto, será parte de la manada de los Rime. Su vida como humana desaparecerá por completo —explicó Claus. Tanto Alannis como Sereia no comprendían exactamente a qué se refería Claus con que la vida humana de Sai desaparecería.Sai sentía intensos dolores en todo su cuerpo, resultado de los golpe
—Permiso... A un lado, por favor—, dijo Alannis con determinación, mientras se dirigía hacia Daniel, quien yacía inconsciente. La preocupación y el alivio se reflejaban en sus ojos mientras se acercaba a su amado.Desde la distancia, Zuke observó cómo llevaban al joven al interior de una habitación. De repente, Casius apareció detrás de Zuke y le dijo:—Sigues viva.Ella abrió los ojos, asombrada, sin esperar volver a verlo después de todo lo que había ocurrido en su fuerte. Zuke se dio la vuelta para mirar al responsable de aquella voz. Con sinceridad, la joven humana respondió:—Sí, aún estoy con vida. Lo siento por haber huido de ti... Pero debía hacerlo.Mientras hablaba, Darién se acercó con alegría a la mujer que estaba conversando con su Alpha, dando una cálida bienvenida a Zuke.Con una voz seca y poco amigable, Casius respondió:—Sí, supongo que tuviste que hacerlo.Zuke sintió como si estuviera frente a su peor enemigo una vez más, consciente de que explicar lo sucedido serí
La repentina convulsión de Daniel envió una oleada de pánico a través de la habitación. Alannis, visiblemente alterada, comenzó a gritar pidiendo ayuda mientras observaba impotente a su amigo convulsionar. La situación se volvió aún más angustiante cuando dos lobos adicionales entraron apresuradamente en la habitación.Uno de los lobos se acercó a Alannis y, con suavidad pero con firmeza, la sacó de la habitación, alejándola del joven príncipe que yacía inconsciente en la camilla. Ella resistió momentáneamente, preocupada por el estado de Daniel, pero finalmente cedió y salió de la sala, dejando a los lobos a solas con él.Dentro de la habitación, los lobos se apresuraron a rodear a Daniel, tratando de estabilizarlo y entender lo que estaba sucediendo. La tensión era palpable mientras intentaban encontrar una solución a la crisis que se había desencadenado de repente.Después de varias angustiosas horas de incertidumbre, los lobos lograron estabilizar la salud de Daniel. A pesar de las