CRISTÓBALTomo asiento en mi silla giratoria en la oficina mientras termino unos enviar correos electrónicos y revisar documentos importantes. Mis dedos se mueven rápido sobre el teclado de mi portátil, mis ojos escanean los números y las gráficas en la pantalla. Algo no cuadraba bien. Más tarde hablaré eso con Beatrice.Después de unos minutos de trabajo suspiró y me inclino hacia atrás en mi silla. Frotó el puente de mi nariz mientras cierro los ojos y dejo escapar otro suspiro, está vez algo cansado.La verdad no he descansado mucho estos días, con el trabajo, con lo de mi madre y ahora con lo del accidente de Sophie, no he tenido tiempo para dormir bien. Ahora el cansancio me está cobrando factura.En ese momento, escucho el tono de mi celular sonando sobre el escritorio. Lo tomo y miro la pantalla, al ver que es Héctor contesto de inmediato.—¿Qué hay? —contesto al iniciar la llamada.—Conseguimos que el caso de la empleada se fuera a juicio, es un delito muy grave y pueden darle
CRISTÓBAL—No me interesa, y no llames de nuevo —refuto molesto.—Espera… Tienes que saberlo —insiste, antes de que corte la llamada.—Adiós, Samanta, —es todo lo que digo antes de finalizar y soltar el teléfono.¿Qué tiene en la cabeza esa mujer? Tuvo el descaro de pararse en mi boda y luego hace esta llamada para plantearme dudas, la conozco y sé que sus intenciones no son nada buenas.No dejaré que se interponga entre Sophie y yo, no dejaré que dañe este matrimonio cómo lo hizo con nuestra relación. El pasado lo dejé atrás y así continuará.Termino de hacer los últimos pendientes y salgo de la oficina. En el camino me cruzo con Beatrice.—Te estuve esperando toda la tarde para resolver los últimos arreglos con los vendedores. —Le digo. —No me ha llegado la factura, ¿si hiciste el pago?—Oh, sí, disculpa, Cristóbal —dice de un modo inusual, la noto algo distraída. —Para mañana quedan los últimos ajustes de acuerdo, ya solo faltan las firmas de los vendedores y la tuya —informa, —tam
SOPHIEEstoy dando vueltas por todo el dormitorio, llevo un buen rato así, ni siquiera oí cuando llamaron a la puerta.Me detengo en cuanto la puerta se abre, Minerva asoma la cabeza, parece que va a decir algo, y simplemente aprieta los labios cuando se percata de mi presencia en la habitación.—¿Todo bien? —Hago la pregunta yo. —¿Pasa algo?La noto extraña, cómo si algo le preocupara. Su silencio hace que yo me impaciente un poco más.Finalmente, ella me da una respuesta, solamente sacudiendo la cabeza, luego suspira y expresa un gesto notorio.No, algo pasa, y sé que está pensando si decírmelo o no.—Minerva, me preocupas, ¿te sientes bien? —cuestiono de nuevo.—Estoy bien, todo anda bien —por fin dice.¿Pero y entonces?¿Soy yo o algo está pasando?Tengo los nervios al tope, desde ayer cuando me enteré de que volveríamos a la ciudad que estuvimos antes, no he podido ni siquiera dormir. La angustia no me ha dejado ni un minuto, menos cuando supe que habíamos llegado y que Cristóbal
SOPHIETal vez Minerva esté maldiciéndome por dentro, ya que se quedó callada desde hace minutos. Merezco que me insulte porque no incluso engañé a su hijo sino también a ella.Su confianza la perderé, lo sé, pero tiene el derecho a saber lo que les escondía.—Lo siento, actúe sin pensar, tenía miedo y…Me detengo cuando comenzaron a salir unas lágrimas de sus ojos. Sin duda la lastimé.—Entonces todo fue mentira, tú nos usaste para protegerte —solloza, saca un pañuelo y limpia sus lágrimas. —No sé si Cristóbal sea capaz de perdonar un engaño como este, anteriormente él pasó por algo similar, apenas se estaba recuperando.—Lo siento, —repito de nuevo. —Yo no quería casarme —sacudo la cabeza. —Me refiero a que no estaba en mis planes contraer matrimonio con alguien, yo hui por…Levanta su mano mientras niega y evita que le diga el origen de porque escape de mi casa.—Está bien entiendo —su voz suena dolida. Trato de tocarla, pero retira sus manos. —Yo necesitaré tiempo para asimilar es
SOPHIEMe encuentro acostada en la cama, sin evitar sentirme nerviosa y en alerta, tratando de no alterarme al mínimo ruido que se oye afuera. No sé si todavía andén los hombres de mi abuelo buscándome, no puedo salir, incluso no puedo asomar la cabeza porque estaría en peligro.De repente, se oye un ruido en la puerta del dormitorio. Me sobresalto, pero en cuanto esta se abre me doy cuenta de que no necesito preocuparme, al menos no tanto. Cristóbal entra, y creo que ha notado mi alteración, porque se detuvo antes de pasar de largo. Sus cejas se unen en un gesto dudoso.—¿Estás bien? —pregunta, posiblemente está creyendo que me lastimé o que mi rodilla me está dando molestia.Se acerca a la cama y se sienta a mi lado. Trato de mantener la calma, apresar de mi nerviosismo, no quiero que sospeche de nada; se lo prometí a Minerva.—Si —asiento, —todo está bien —digo en un tono tranquilo.Aprieta los labios mientras me observa por un momento. Espero me haya creído, pero no lo notó algo d
SOPHIEEstuve pensando en todo lo que pasó en este cierto tiempo, después de haberme ido lejos de casa y acabar en este barco, las desgracias que tuve que vivir; sin embargo, nunca me cruzó por la mente, estar así como estoy ahora, aquí con él, abrazados y demostrarnos lo que sentimos el uno por el otro.Cristóbal es lo que nunca creí que existía en la tierra. Muchas veces supuse que el mundo estaba muy corrompido y que era imposible que existirán personas buenas, pues después de que mis padres fallecieron, nunca más volví a conocer una persona honesta y compasiva.Quedé huérfana muy joven, desde de la ausencia de mis padres pasé por momentos muy difíciles. Ahora que apareció Cristóbal, mi vida tomó un rumbo distinto, abiertamente puedo decir que por fin conozco la felicidad después de haber perdido a mi familia, aunque no recuerde muchas cosas de mi pasado; sabía que en algún tiempo fui feliz y de nuevo hoy, la vida me daba otra oportunidad.Encontré algo que no sabía que podía halla
SOPHIELa habitación está bañada por el suave resplandor del amanecer; me doy cuenta al momento que abro un poco los ojos. Me froto los ojos y me estiro en la cama, me siento renovada, con más vida. Después de una agradable noche que pase con Cristóbal, la calma llego a mí.Me giro hacia la ventana para ver el hermoso día que hay hoy. Los rayos del sol se filtran por las cortinas claras que son un poco transparentes; la luz dorada ilumina el dormitorio.De repente, siento unas caricias en mi espalda, después en mi hombro y sonrío por eso, también porque percibo ese aroma que se ha vuelto familiar para mí. Me vuelvo hacia mi esposo, que me ve con una mirada tierna. En su mano tiene una rosa blanca; la verdad me ha sorprendido. Mi sonrisa se expande cuando me la ofrece, la tomo con delicadeza y rozo mis dedos con su mano.—Buenos días, hermosa —pronuncia con su voz profunda. —¿Dormiste bien? —. Hay una pequeña sonrisa en sus labios.—Si —digo, apenada. Sé que a estas alturas no debo ave
Al abrir los ojos me doy cuenta de que está oscuro y estoy sola en una habitación. No sé dónde estoy, trato de levantarme, pero me mareo de inmediato y me siento regresando al lugar anterior. Mi mente comienza analizar todo, recuerdo que estaba caminando por una calle, había bajado del barco e iba a buscar a Cristóbal, me había enterado de que estaba en la comisaría.—Cristóbal —exclamo, al ponerme de pie de nuevo.Busco con la mirada alguna salida, pero no logro visualizar nada. Imposible ver en esta oscuridad lúgubre una puerta o una ventana, si es que existe una en este sitio.De repente percibo un ruido, como una puerta abriéndose. Pese a estar confundida, no tardo en captar la presencia de alguien, demasiado cerca diría yo. La luz es encendida y me cubro con el brazo porque la iluminación me ciega por unos segundos.Al oír los pasos que se acercan más, retiro el brazo de mi cara para así ver a esa persona. No tengo dudas, me imagino quien es.―Abuelo ―digo, sin un tono de sorpres