Capítulo 29

IGLESIA DE SANIGNACIO DE LOYOLA, OFICINA PRINCIPAL.

Un golpe, dos golpes, sangre brotando por todos lados, Dexter había estado usando como saco de boxeo a Mickey, quien estaba colgado de las manos como si fuera un pedazo de carne.

Su padre había comprado a la mayoría de los sacerdotes del sitio, el volumen alto hacía que su cabeza se aturdiera y la adrenalina recorriera todo su torrente sanguíneo.

—Sabes, creo que serás uno de nuestros padrinos de boda —dice Dexter dándole un nuevo golpe en las costillas a Mickey.

—Ella jamás será tuya —respondi&oacut

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