Mirada afligida

Margaret estaba atrapada entre los brazos del atrevido doctor, sintiendo por primera vez pánico. «Dios, no puedo creer, de verdad este hombre sea capaz de abusar de mí», pensó aterrada.

En tanto, Dereck apretó con fuerza a la frágil mujer y susurró maliciosamente a su oído.

—Eres demasiado valiente para venir a la casa de un hombre, sola y en la noche, ¿no crees?

Ella se estremeció al sentir el cálido aliento de ese hombre en su cuello, que masculló furiosa.

—¡Suéltame, maldito perro! 

—¡Ah! ¿Ahora soy un perro? Dime, ¿de qué raza te parezco? —se burló el atrevido

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