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8. Olvidándome de Todo

Despedirme de ti en la puerta del edificio donde vivías fue más complicado de lo que creí. De alguna manera tú terminaste acorralada entre la pared y mi cuerpo, respiraba tu aroma y pedía al cielo ser lo suficientemente fuerte para no besarte. Tuve la impresión un par de veces que tú querías que te besara, o quizás fueron roces no intencionales los que ocurrieron y me confundieron. —Debo subir, si no mi hermano me matara.— Dijiste tímidamente al ver tu reloj. Era la una de la madrugada, vaya que el tiempo junto a ti volaba. Había olvidado completamente lo que era que impusieran un horario de llegada. Con toda la tristeza, me despedí de ti con un beso en la mejilla y me marché. De camino a casa te pensé tanto... me carcomía la angustia de saber que no te vería en tres meses. 

Los días comenzaron a transitar y los paisajes de las diferentes ciudades en Latinoamérica pasaban por delante de mis ojos. Ya estábamos en Lima cuando las competencias y las muestras me dieron un descanso y tuve uno de esos días para mí solo. Siempre estaba rodeado de gente y cuando podía escribirte ya era demasiado tarde en España. 

Me senté en el sofá de la habitación de hotel y fue desde allí donde me atreví a decirte algo de todo lo que me sucedía.

Leonel:

Buenas noches para ti Sinai, ¿Cómo te encuentras? Quiero que sepas que te echo de menos.

Me atreví a confesarte que te extrañaba porque era imposible de ocultarlo ya. Miré la pantalla del móvil con esperanza cuando vi que estabas escribiendo.

Sinai:

Buenas tardes para ti Leonel... Estoy en casa viendo videos de como perfeccionar algunos saltos. Aunque no me creas, también te echo de menos. Extraño nuestras charlas.

Me extrañabas... para mí eso ya era un paso inmenso. 

Aquella tarde hablamos por W******p durante horas. Nos contamos de todo un poco. Como te iba en el instituto, acerca de tus amigas, de tu hermano, de tus planes a futuro... Yo te conté como me iba en las competencias y demás eventos que asistía, te conté acerca de lo hermoso que era Bogotá... de lo increíble que es ir a Quito y estar en la mitad del mundo, te propuse venir juntos algún día y no te asustaste; si no todo lo contrario. Esa tarde es cuando gracias a la tecnología te sentí más cerca que nunca.

A partir de aquel momento fue cuando te comencé a enviar al menos un mensaje todos los días. Había días donde solo nos podíamos saludar porque ambos estábamos muy ocupados, hubo otros donde nos quedábamos hablando por horas y nos costaba mucho trabajo decir adiós. Tenía la impresión de que poco a poco tú te ibas soltando más conmigo, que me tenias más confianza. 

El calendario siguió avanzando y al día siguiente regresaba a España, pero lamentablemente iría directamente a Barcelona. Mi familia me extrañaba y quería pasar tiempo conmigo, cuando lo que yo quería realmente era pasar tiempo contigo. Me plantee mil veces la posibilidad de ir a Madrid, pero ellos ya tenían planes armados.

Necesitaba decirte lo que me pasaba. Estaba en el avión y antes de despegar te escribí el mensaje que poco a poco iba develando mis verdaderos sentimientos.

Leonel:

Princesa, si no fuese porque mi familia ya tiene planes armados; pasaría por Madrid para invitarte a cenar. Muero de ganas de verte.

Ese era el mensaje más claro que te había enviado hasta aquel momento y solo pensaba en como ibas a reaccionar. Me sentí frustrado cuando la auxiliar de vuelo volvió a recordarnos las reglas acerca de los aparatos electrónicos durante el vuelo y tuve que apagarlo; fue el vuelo más largo de mi vida.

Finalmente, aquel avión aterrizo y lo primero que hice cuando se nos permitió, fue prender mi móvil. Sonreí al ver que tu respuesta había llegado, y mucho más al leerla.

Sinai:

Si no fuese porque tengo clase mañana y mi hermano no me deja, viajaría a Barcelona a abrazarte. Yo también muero por verte.

Mi corazón latía con una fuerza que asustaba. Tenía la impresión de que se me iba a salir del pecho ¿Por qué rayos vivías lejos de mí? 

En ese instante se me olvido absolutamente todo. Se me olvido de que eras menor de edad. Se me olvido de que te llevaba ocho años. Se me olvido los problemas que podía tener si pasaba algo contigo. Solo quería echarme a correr hacia donde tú estuvieses y besarte hasta que nos quedáramos sin aire. 

De alguna manera perdido en mis pensamientos, llegue donde mi familia me esperaba y los abrace en cuerpo, pero el resto de mi estaba contigo. Mi corazón, mi mente, y mi alma estaban a tu lado; te estaban abrazando como tanto querías tú y como tanto yo anhelaba hacerlo en aquel momento. Solo un mes más... solo eso era lo que tenía que resistir para poder verte. 

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