Cuando me atropelló el auto que se pasó el semáforo en rojo, tanto yo como y mi moto salimos volando.

Solo sentí un ruido repentino en mi cabeza. Al tocar mi cabeza, lo único que encontré fue sangre en mis manos.

A lo lejos, escuché a la gente gritar mientras se acercaban, y después de eso, todo se volvió muy oscuro.

Justo antes de desmayarme, aún no podía dejar de pensar en el video que había recibido hacía poco.

El video se había grabado en un club con poca luz. Un grupo de estudiantes universitarios estaba en una reunión en una sala privada, y ahí estaba mi novio, Bruno.

Ese novio que siempre había sido tan amable y paciente conmigo, además de ser mi amigo de la infancia desde hace diez años, aparecía en el video completamente borracho.

Sentada a su lado, dándole suaves golpecitos en la espalda, estaba una chica mayor que él y del último año.

—Bruno, no bebas tanto, cuida tu salud.

Ella lo miraba con mucha preocupación, y en esa luz tan intensa, se iba acercando cada vez más a él.

Bruno no hacía ningún esfuerzo por apartarse.

Escuché a alguien cerca de ellos preguntar: —Bruno, ¿quieres que llame a tu novia para que vengan a buscarte?

Bruno, con una copa en la mano, hizo un gesto para que no lo hicieran y respondió, borracho: —No, por favor, no lo hagas. Si viene, me va a volver loco.

—Por fin pude escaparme sin que se enterara. No sabes lo molesta que es, nunca he conocido a alguien tan fastidioso en toda mi vida.

El video fue enviado de forma anónima a mi correo electrónico. Lo abrí y lo vi muchas veces, no podía creer que, ante los ojos de Bruno, yo era esa clase de persona.

Bruno y yo crecimos juntos, empezamos a salir en la preparatoria, y todo el mundo nos veía como la pareja ideal.

Nuestras familias eran compatibles en todo sentido, y a un año de graduarnos, nuestros padres ya estaban planeando comprarnos una casa en Zarina y organizar la boda después de que nos graduáramos.

En el video, después de que Bruno dijo esas palabras, la joven a su lado, como si no fuera nada, lo incitó cada vez más.

—¿En serio? ¿No llevan muchos años juntos? ¿No deberían tener una relación tan fuerte?

Después, vi cómo Bruno levantaba la vista y soltaba una risa muy amarga.

—¿Acaso tengo derecho a decir algo malo de ella? Ni sus padres ni los míos me dejarían en paz si terminar mi relación con ella.

—Todo el mundo envidia esta relación, pero para mí es como una tortura. A veces envidio a los que pueden tener romances tan seguidos en la universidad, mientras que yo estoy atado a ella.

Para ese momento, mi mirada estaba muy borrosa. Me limpié la cara y me di cuenta rápidamente de que ya estaba llena de lágrimas.

Yo, que pensaba que nuestra relación era bastante agradable, pero en sus ojos solo era una carga de la que no podía liberarse tan fácil.

El video terminaba con una voz masculina un tanto irritada: —Dile que se calle.

Pero ya no me importaba eso, decidí llevar el video a Bruno y confrontarlo por mí misma.

Yo, Elisa Ferrer, no soy del tipo de persona que se aferra a alguien. Si Bruno piensa que se siente atado a mí, entonces lo dejaré libre.

Sin embargo, cuando iba en mi moto hacia su casa, me encontré con el auto que se saltó el semáforo en rojo.

Entre la confusión y el mareo, abrí lentamente los ojos, acompañada de un dolor de cabeza intenso.

Escuché al médico hablando con alguien.

— Tuvo suerte, y fue todo gracias a que llevaba casco que cuando salió volando del tremendo golpe que le dio al carro, solo resulto con heridas de gravedad.

Una voz tranquila, aunque temblorosa, respondió: —¿Entonces por qué sigue sangrando?

— Tiene una pequeña herida en la cabeza. Es normal, nada grave. El hospital ya trató la lesión, pero tenemos que esperar hasta que se despierte.

Después, otra voz masculina intervino.

—Gracias, doctor, muchas gracias.

—¿Cuándo despertará? Tengo un asunto urgente y no puedo quedarme aquí mucho tiempo.