La enfermera me miró con pesar, pero era tal mi desespero que necesitaba intentarlo.—No sabría decirle, señor. Mi deber es cuidar a ese príncipe.Me condujo a la incubadora donde se encontraba mi hijo, al verlo… ¡Qué carajos con esa tontería dé los hombres no lloran! Yo reía y lloraba de felicidad.—¿No puedo cargarlo?—No, debe permanecer por ocho días dentro de la incubadora, pero si puede tocarlo, mire, debe meter las manos por aquí, pero póngase guantes primero, es bueno que él lo sienta.—¿Y para la comida?—De eso nos encargamos nosotros, no se preocupe.Me dejaron con el niño, qué impotencia no poder darle un beso, al menos lo podía acariciar y se ve muy arrugado.—Aquí llegó papá, tu hermanita tiene muchas ganas de conocerte. Arturo, sé fuerte amor, de este lado te amamos mucho, tienes una familia preciosa, ya la conocerás mañana, no alcanzará el día para que todos te conozcan.Le acaricié la cabecita, aún era muy pequeño, miré un papel al lado, decía que tenía dos mil gramos
Cadie se encontraba feliz, los niños tenían una simplicidad admirable, era ella la que había tomado la mano a su hermanito, solo permite que las enfermeras tomen el tiempo necesario para darle de comer, después me permite a mí unos minuticos y luego ella se apropia de la labor de cuidar a su hermanito, todas las enfermeras ya la adoraban, y solo habían pasado horas. La señora Samanta, llegó.—¡Abuela! Mira a mi hermanito. Parece un acordeón, pero Nidia, —así se llamaba una de las enfermeras—. Me dijo que se rellenará con comida y amor.—Así es mi reina. —La señora Samanta le dio un beso, se puso unos guantes—. ¿Me das permiso para acariciar a mi nieto?—Claro que si abuela, solo un ratico.—Arturo también necesita amor de todos los miembros de la familia. —abrió los ojos.—Pero, el abuelo Henrry, abuelas Rochi y María no lo saben. ¡Papi! Préstame el celular.La señora Samanta la llenó de besos, las enfermeras solo sonreían, le pasé el celular, ella misma llamó a sus bisabuelos. Mi mad
Sonreí como pendejo, caminé hasta llegar a su lado y la besé como si mi vida dependiera de ello sin importar que estuviera mi suegra viendo. —Te debo un anillo. —Nos despegamos para respirar. —Gracias, por salvarme. —acuné su rostro, volví a besarla. —Ya veo que sobro. —Me separé, saludé a la señora Olga—. ¡Anda mijo!, gracias por lo que hiciste por mi hija. —Sentí una palmada en el hombro—. Gracias, —miró a su hija—. Ya debo irme, regreso mañana, has preguntado tanto por él. —Al mirarla se sonrojó—. Me voy tranquila. ¡Lucas! La vuelves a cagar y te juro que te corto las chácaras yo misma. —¡Mamá! —Cecilia siempre se ha avergonzado del comportamiento de su madre. —Mamá nada, ahora te dejo, hoy tengo visita de mi novio. —¿Ahora tienes novio? No me lo habías dicho. ¿Y cómo es el señor? —Un par de años mayor que Lucas. Alcé mi ceja, mientras Cecilia se cubrió el rostro con las manos y estaba bastante roja. » ¡Nerda! Tú también te escandalizas, por eso no te había dicho nada, para
Me estoy desesperando. Salvador ingresó a la habitación. Venía con un ecógrafo.—Vamos a ver a tu hija, es importante saber si la madre le está pasando los nutrientes correspondientes del día. Los bebés crecen muy rápido. Si ha avanzado no hay problema, pero si no, tendremos problemas.—Gracias, Salvador.—Es mi trabajo.Después de tener todo como él lo deseaba me mostró y por ese leve gesto supe que no eran tan buenas noticias.—¿Pasa algo?—No avanza como debería, creció, pero está por debajo, solo un poco. —alzó el volumen y el corazón de mi hija se escuchó—. Debe despertar y así alimentarse muy bien para que la bebita no tenga problemas en su buen desarrollo. Mañana regreso.—Salvador, ¿hay manera de que Catalina escuche el latido del corazón de nuestra hija?—Claro, déjame y le ponemos el monitoreo, así ella podrá escuchar a su bebé.—Gracias.Una vez hizo todo, al monitor le puso los audífonos y ya podíamos ponérselos para que escuchara, pero antes necesitaba regañarla, ya la he
—Buenos días mi cielo.Me había cubierto la cara ante el desparpajo de mi madre. Abrí un ojo, luego de sopetón abrí los dos y… ¿Esa era mi mamá? Ya no tenía esa cantidad de maquillaje, no estaba enfundada en esos trajes apretados que le forraban todo, tenía un vestido muy bonito, todo vaporosito.—¿Mami?—Ya lo sé.Rafael se había retirado con los médicos, no sin antes percatarme que el madurito miró a mi madre de pies a cabeza, qué vergüenza.» Anoche, cuando tú me dijiste todo eso, pensé mucho, llamé a tu padre y le pedí que habláramos. —El corazón se me quería salir.—Amor, voy a ver cómo sigue Cata, ustedes deben hablar.—Gracias, Lucas. —Le dijo mi madre, ella me llevó hasta la sala de espera—. No te hagas ilusiones. —Explícate.—Hija, hablamos de lo mucho que me afecto la separación, nos sinceramos después de tantos años. Vamos a intentar llevarnos en paz y por el buen camino. Dijo algo cierto, por eso voy a mirar si mi relación actual me conviene. Pero hablando con Samanta, c
Volví a ver el video enviado por la señora Samanta ante la reacción de Bodoque al saber de la existencia de nuestra hija. Sabía que ella la amaría una vez escuchara de ella, pero no me gustaba esa rabia hacia mí. Y me molesta el tener que esperar una semana más, le deben hacer los chequeos mentales.Rafael dijo que no era normal esa reacción, no era posible lograr aislarse como lo hizo. A mí nada me extraña, ella era experta con inventarse nuevas enfermedades. ¡Como quisiera quedarme a su lado!, quisiera disfrutar de la felicidad de ser padres. Al menos convencí a Rafael para que la trajera a la Sabanera y así en las noches poder colarme en su cuarto. No quería mantenerme lejos de ella.—Hijo. —Mi abuela se vino conmigo. Estábamos en el kiosco, me acosté en la hamaca—. Has esperado tanto, no te cuesta esperar una semana más.—¡Ay abuela!, la verdad me siento frustrado. —Vi el carro de Rafael aparcar, pero de él se bajó Lucas.—Bueno, yo los dejo, voy a hacer un rosario. Betty ingresa
Por fin salió Betty de cirugía. El doctor Evans dejaba sus implementos a un lado, la sacaremos del coma inducido en el que la teníamos. —Ahora solo toca esperar a ver cómo reacciona, es muy reciente todo y su cuerpo debe de dolerle mucho. Pobre muchacha. —Dímelo a mí, cuando me partí la muñeca hace años jugando basquetbol me quería morir, ahora mi niña que tiene la tibia y el peroné fracturado, una cesárea con todas las hormonas desestabilizadas, una operación en el pulmón, una costilla astillada, ahora el cerebro removido. Si abre los ojos sin ninguna secuela sería un triple milagro. —En cuatro horas estará reaccionando estaré pendiente por si debemos sedarla, la reacción cerebral sabes que genera cierto traumatismo. —¿Qué le digo a la familia? —Por ahora que resistió la operación. —Gracias, Christofer. Te debo una. —Me tomaré unas vacaciones en quince días, ¿me darías posada en tu casa? —Por supuesto, en menos de un mes es la boda de mi hija Catalina. Mi madre debe llegar la
Este pechito sabía a la perfección lo que ahora vivía Cecilia en estos momentos. La muerte de uno de tus padres era un dolor el cual se arrastrará toda la vida. Ese vacío jamás será llenado con nada en la vida. El tiempo te podía otorgar la resignación, Dios te pone personas a la que llegarás a amar y se convierten en parte tu existencia, pero jamás, jamás remplazarán a tu padre o madre.Por eso, ahora solo puedes apoyarla a que pase el trance de la noticia y encuentre consolación. ¡Y púes!, era la razón por la cual me encontraba aquí, aunque no me gusten estas vainas, pero debía acompañarla en el sepelio de don Octavio. Tragándome las ganas de coger un rastrillo y darle duro en la cara al idiota del padre de mi hija.A quien parece se le atrofió la vista, porque no había apartado la mirada de mí, ya me tenía cardíaca, y yo con tantas ganas de darle un puño en esa cara bonita al desgraciado infiel.No podía dejar a Cecilia sola, ¿qué amiga sería?, pero, la verdad era que quiero pasarl