—Tengo hambre ahora. —Hoy no podía, no le he comprado el anillo.—Hoy no, debo comprar algo mañana.Nos quedamos mirando, sus ojos brillaron, y que me dé una cachetada si quiere, sentí la necesidad de besarla.» ¡A la mierda!Acuné su rostro, uní nuestros labios, tenía miedo, pero al ver que ella correspondió al beso, comenzamos a devorarnos la boca.» Te amo. —sonrió.—Llévame a mi casa.Afirmé. Al menos no me insultó. Llegamos a la casa de Rafael, la ayudé a bajar, me despedí de la niña, le había pedido que guardara el secreto. Comencé a despedirme de todos.—Ricky, deberías quedarte. —Fue el comentario de la señora Samanta—. Ya es de noche. Ya Catalina y Dylan llegaron a Bogotá, es mejor que no estés por la Arbolada.—Bien.—Quédate en el cuarto que tenía Dylan. —La mamá de Cata siempre tan especial.—Gracias, señora Samanta.Dormí a Cadie, luego me fui al cuarto, tomé un baño, miré si Dylan tenía al menos una camiseta, no había nada. Tocaron a la puerta, Betty me entregó una camis
Estoy cansada, he caminado cuatro horas, ¡pero no importa!, no veía la hora de llegar al resguardo de los Yanomami. Anoche cuando Liliana, la doctora que llegó al resguardo en el que estaba comentó que Lucas se encontraba cerca, no pude dormir de la emoción. Recordé lo hablado anoche.—¿Él es tu prometido? Sonreí como tonta. Había sacado las fotos del álbum dónde tenía a Lucas, mi gringuito. —Sí, no veo la hora de terminar con mi tesis, así poder salir de aquí, él también se encuentra en un resguardo, hace lo mismo que tú. —desde su llegada hubo una buena complicidad. —¡Tú eres la prometida del doctor Lucas Jones! —acaricié la brújula de la cadena.—Sí, ¿lo conoces?—Él está en el resguardo a cinco horas de aquí. —brinqué de la lona y la abracé, era una mujer muy blanca y rubia—. Él te describió muy bien, nunca pensé que un hombre pudiera ser fiel y más en la soledad en la que nos vemos sometidos en este trabajo.—¿A qué te refieres?—Te seré muy sincera, tu prometido está divino.
Sin duda alguna el abuelo Henrry nos daba este regalo, puede que el mundo tenga gente mala, pero sin lugar a dudas debo agradecerle a la vida y sobre todo al de arriba por ese privilegio otorgado al hacer parte de la familia Páez.Dylan tenía razón cuando nos decía en esos años cuando estudiábamos y nos reencontrábamos, insistía mucho al decir, que nosotros no fuimos como el común denominador de los chicos estadunidenses. Quienes vivían en plan de rebeldía, nosotros contábamos con nuestras familias y sobre todo con la familia de Catalina.Con unos valores poco practicados, pero sí anhelados. El señor Luis fue un pilar en cada uno de nosotros, la imagen de nuestros padres marcó un camino fundamental y ahora edificamos. La familia Páez, sin que nos dijeran las cosas, nos mostraron que debíamos ser leales para poder mirarnos a los ojos y ser dignos de confianza. Durante todos estos años ellos nos han educado con amor, comprensión y sobre todo con rectitud.Miré a Cadie, no podía quedar
El grito de mi abuela me hizo correr por el pasillo, ¿por qué Danna no me dijo que estaba embarazada con tantos meses? Solo mencionó que se había casado hace dos y estaba embarazada. Supuse que era un par de meses apenas.La dejé en la habitación con su esposo, pero no hablamos nada, los gritos en la planta baja fueron lo primero. Al llegar a las escaleras vi la peor escena de mi vida y eso que con Bodoque he tenido varias. Catalina estaba sobre un inmenso charco de sangre, Rafael a su lado conectándole varios claves, la señora Samanta era abrazada por mi abuela. Danna y su esposo llegaron a mi lado.—Dylan, ¿eso es normal?—Aunque parezca lo contrario, acabamos de salvarle la vida.Bajé las escaleras, Rafael se encontraba lleno de sangre, concentrado haciendo su trabajo. La señora Samanta se acercó.—Ya Rafa la está estabilizando. —No aguanté más y abracé a mi suegra.—Me miró con tanto dolor, señora Samanta. En ese momento uno de los equipos que Rafael le había puesto para sus signo
Me dirigí al quirófano, antes de ingresar una de las auxiliares llegó corriendo y me entregó el uniforme.—Doctor Robinson, Juana le envía.—Gracias.En las duchas previas al quirófano ingresé y de rapidez me bañé, no puedo contaminar o poner en riesgo más la salud de mi otra niña. Me miré al espejo, debía ser fuerte, era el pilar fuerte de la familia, yo me apoyo en don Henrry, pero Samanta, Cata y Betty se apoyan en mí.Soy un doctor y ellas, unas pacientes. Salí, Juana, me entregó los implementos de bioseguridad e ingresé al quirófano… Una cosa era prepararte ante un espejo, darte ánimos, otra muy distinta era ver esa imagen. El doctor Acosta estaba valorando su pierna, no era ortopeda, pero ese hueso necesitará un largo tutor, detecté el monitor, Arturo seguía vivo… Mi niña… En su cabeza tenía un gran hematoma, tenía su cabeza deformada. Respiré.—Doctor Robinson. —dijo el doctor Acosta.—Diagnóstico.—Hematoma en el frontal, la inducimos a un coma para que el cerebro se relaje un
—Sí, Dylan, ese es el corazón de tu bebé. —Ya eran las tres de la tarde, no he almorzado. Sonó mi celular—. Hola, Lucas…—¡Rafa!No sé por qué sentí que no eran buenas noticias. No, no, no, otra tragedia no.—Muchacho, ¿qué pasa? —Dylan llegó a mi lado.—¡Ayúdame a salir de acá! Una serpiente mordió a Cecilia, ya le puse el antídoto, pero su pierna se le está gangrenando.¿Qué carajos estaba pasando? Dios ya no me mandes más garrotazos, por favor. Dame una espera.—¿Cecilia está contigo? —¿A qué juegas, señor del universo?—La historia es larga, me encuentro en el pueblo más cercano al resguardo indígena, acá no hay hospital, ni aeropuerto.—Lucas concéntrate, pásame la dirección, Emilio te contactará, como sea te mandaré ayuda. Lucas, ponle antibiótico, verifica que no sea alérgica a la penicilina, haz todo el procedimiento vía intravenoso y oxigenoterapia si la requiere. ¿A qué hora la picó la serpiente? —Dylan se pasó la mano por el rostro.—Ya van cinco horas. Ha tenido mucha fieb
La enfermera me miró con pesar, pero era tal mi desespero que necesitaba intentarlo.—No sabría decirle, señor. Mi deber es cuidar a ese príncipe.Me condujo a la incubadora donde se encontraba mi hijo, al verlo… ¡Qué carajos con esa tontería dé los hombres no lloran! Yo reía y lloraba de felicidad.—¿No puedo cargarlo?—No, debe permanecer por ocho días dentro de la incubadora, pero si puede tocarlo, mire, debe meter las manos por aquí, pero póngase guantes primero, es bueno que él lo sienta.—¿Y para la comida?—De eso nos encargamos nosotros, no se preocupe.Me dejaron con el niño, qué impotencia no poder darle un beso, al menos lo podía acariciar y se ve muy arrugado.—Aquí llegó papá, tu hermanita tiene muchas ganas de conocerte. Arturo, sé fuerte amor, de este lado te amamos mucho, tienes una familia preciosa, ya la conocerás mañana, no alcanzará el día para que todos te conozcan.Le acaricié la cabecita, aún era muy pequeño, miré un papel al lado, decía que tenía dos mil gramos
Cadie se encontraba feliz, los niños tenían una simplicidad admirable, era ella la que había tomado la mano a su hermanito, solo permite que las enfermeras tomen el tiempo necesario para darle de comer, después me permite a mí unos minuticos y luego ella se apropia de la labor de cuidar a su hermanito, todas las enfermeras ya la adoraban, y solo habían pasado horas. La señora Samanta, llegó.—¡Abuela! Mira a mi hermanito. Parece un acordeón, pero Nidia, —así se llamaba una de las enfermeras—. Me dijo que se rellenará con comida y amor.—Así es mi reina. —La señora Samanta le dio un beso, se puso unos guantes—. ¿Me das permiso para acariciar a mi nieto?—Claro que si abuela, solo un ratico.—Arturo también necesita amor de todos los miembros de la familia. —abrió los ojos.—Pero, el abuelo Henrry, abuelas Rochi y María no lo saben. ¡Papi! Préstame el celular.La señora Samanta la llenó de besos, las enfermeras solo sonreían, le pasé el celular, ella misma llamó a sus bisabuelos. Mi mad