Después de bañarnos, Dylan se fue a los establos, yo bajé a la cocina a ver que iba a hacer Zule de comida, al entrar la vi machacando plátano para hacer cabeza e‘gato.—¡Qué delicia!, ¿con suero y queso?—Si niña Cata, quería preguntarle, ¿qué quiere de almuerzo?—Tienes rato de no hacer mote de queso, sabes que ese es el plato favorito de Dylan. Mañana hacemos viuda de pescao al desayuno y al mediodía comeremos ese arroz delicioso que te enseñó la señora María, no puedo dejar de hacer comida mexicana, a mi marido le encanta.—Perfecto.—Buenos días, hija. —La señora María ingresó a la cocina, me dio un beso—. ¿En qué te ayudo, Zule?—Uste’ es igual de terca que la niña Cata, con todo el respeto. —La señora María sonrió.—Si quieren verme morir rápido no me pongan a hacer nada.—¡Qué ni Dios lo permita! —exclamé.Tomé un pedazo de papaya, la piqué y fui al kiosco a esperar que se levantaran todos. Al llegar vi que la hamaca estaba ocupada y… ¡Oh sorpresa! Betty abrazaba a Ricky cuál
Salí turuleta de la clínica, Dylan se veía feliz sin razón alguna, por más que se controló, no dejó de pelar el diente y fue contagiosa su felicidad.—¿Se puede saber cuál es el chiste?—No es chiste, soy un hombre feliz, tengo a mi lado a la mujer que amo, la carrera deseada, una gran familia, unos excelentes amigos. Tú pregonas lo de hacer una balanza y se me dio por hacerla, el resultado es lo que ha hecho que me sienta muy feliz.Lo abracé, al hacerlo me dio un mareo, alcanzó a tomarme en brazos.» ¡Catalina! Bodoque…—Estoy bien, Rafael dijo que era normal los mareos, por la anestesia. —tomó su celular y le marcó.—Rafael, ¿es normal lo de los mareos de Catalina? —silencio, me tenía abrazada, apoyé mi cabeza en su pecho, estaban al lado de su carro—. Entendido, lo haré.—¿Qué te dijo?—Algo que te va a gustar mucho, vamos a comer helado. —pelé mis dientes.—Voy a marearme más seguido. —Me besó con esa sonrisa socarrona.Me comí cuatro bolas de helado en el centro comercial. Varia
No era nada fácil, quien no tenía vocación por la medicina no lo soportaría. Hoy fue un día de los mil demonios. Trabajar en una choza con las uñas, gracias a Dios el parto salió bien. Me dijeron que estaríamos tres semanas más en dicho resguardo en la frontera de Argentina con Brasil, luego nos trasladaríamos unas horas en la civilización y después nos vamos a otro un resguardo indígena en Brasil.Mañana voy a desparasitar a veinte niños, debía ir poco a poco, si les daba una dosis completa podía matarlos. Me acosté en la hamaca, cuando llegué fui objeto de los sancudos y se ensañaron conmigo, por eso me entregaron un toldo y gracias a ello podía dormir un poco más tranquilo, encerré mi lugar de descanso.¿Cómo estarán todos? Si mis cálculos no fallan, Dylan ya debe de viajar mañana a las Islas esas. Saqué la foto de Cecilia que mantengo conmigo, con la linterna de mano iluminé su imagen. ¿Qué estarás haciendo amor? No tenía idea porque seguía aferrado a que me perdones.—Hola, Lucas
Por fin íbamos camino a la civilización y por fin la intensa de Liliana se iba a otro lugar, estaremos en dos campamentos cercanos, ella liderará la salud de uno y yo del otro. Nos internaremos en el territorio de los Yanomamis, estaré en el lugar donde la «salud» se encuentra mejor equipado. Haremos sondeo de los indígenas, se supone que varios compañeros prestarán servicio; unos de odontología, enfermería y medicina en el cual me encuentro como el líder de grupo. Esto parecería mentira, aun en estos tiempos existían poblaciones carentes de un sistema de aseo y salud básica. Liliana irá a unos resguardos cercanos. Era territorio en el norte de Brasil, veré más selva y más montañas, eso sí, los paisajes eran indescriptiblemente hermosos. Me dijeron que tendré una maloca comunal, era una especie de choza, pero sin serlo, me tocará esperar a ver como encuentro todo, lo cierto era que al médico le tienen una casa a la que le llamaban yanos, al menos tendré privacidad. La región indígen
Me desperecé, aquí habían sido increíbles, aunque siento algo raro en el pecho, los últimos cuatro días Dylan se ha portado extraño, tenía dos días de hacerme el amor pidiéndome perdón… No sé, algo no anda bien, y yo no me siento muy bien. Mi estómago crece.También estaban las pérdidas bastante frecuentes como ahora, ¡amanecí y él, ni el forro! Ya nos regresábamos hoy y mañana llegaremos a Montería. En semana conocimos muchos lugares, por momentos volvía a ser el mismo, pero… solo por momentos. ¿Se estará aburriendo de mí? —El corazón se me comprimió—. No, él me ama, debe ser que como ando tan metida en los preparativos de la boda de Paola. A cada rato nos conectamos y hablamos por horas, le he ayudado a escoger la cristalería, la decoración, la ropa de nosotras, las damas de honor, hasta el vestido, uno precioso, he estado en todo. Sonó mi celular y era ella.—Buenos días, ¡oye!, tú molestas más que una piña bajo el brazo.—Deja de ponerte pesada, mira que en treinta y un días me ca
En ese instante un torbellino de sentimientos me abordó, me ahogué sin poder hablar, lo intenté en varias ocasiones, pero no pude, solo era un torrente de lágrimas. Muy en el fondo quería hacerlo, pero por respeto o no sé por qué no lo hice.—Acá te espero, Cielo. Tomate el tiempo que necesites.Abracé a Rafael y lo llené de besos para finalmente besarlo con desespero sin importar mis lágrimas.» Te amo Sabanera. —Lo abracé más fuerte.—Eres perfecto. —sonrió.—Necesito que estés tranquila, amor. Mañana nos espera un día muy fuerte y tú debes ser un pilar fundamental para Catica.—¿Por qué me trajiste aquí?—Sentí que era el lugar en donde necesitabas estar. Solo quiero verte tranquila.Lo besé entregándole todo mi amor, porque lo amaba con locura, también amé mucho a Luis, era algo raro, pero a dichos hombres han sido demasiado importantes.—Te amo.—Lo sé.Besó mi frente, bajé del carro. Pasé la calle, llegué hasta la orilla, el planchón venía a mitad de camino. Al tocar el improvis
—Tengo hambre ahora. —Hoy no podía, no le he comprado el anillo.—Hoy no, debo comprar algo mañana.Nos quedamos mirando, sus ojos brillaron, y que me dé una cachetada si quiere, sentí la necesidad de besarla.» ¡A la mierda!Acuné su rostro, uní nuestros labios, tenía miedo, pero al ver que ella correspondió al beso, comenzamos a devorarnos la boca.» Te amo. —sonrió.—Llévame a mi casa.Afirmé. Al menos no me insultó. Llegamos a la casa de Rafael, la ayudé a bajar, me despedí de la niña, le había pedido que guardara el secreto. Comencé a despedirme de todos.—Ricky, deberías quedarte. —Fue el comentario de la señora Samanta—. Ya es de noche. Ya Catalina y Dylan llegaron a Bogotá, es mejor que no estés por la Arbolada.—Bien.—Quédate en el cuarto que tenía Dylan. —La mamá de Cata siempre tan especial.—Gracias, señora Samanta.Dormí a Cadie, luego me fui al cuarto, tomé un baño, miré si Dylan tenía al menos una camiseta, no había nada. Tocaron a la puerta, Betty me entregó una camis
Estoy cansada, he caminado cuatro horas, ¡pero no importa!, no veía la hora de llegar al resguardo de los Yanomami. Anoche cuando Liliana, la doctora que llegó al resguardo en el que estaba comentó que Lucas se encontraba cerca, no pude dormir de la emoción. Recordé lo hablado anoche.—¿Él es tu prometido? Sonreí como tonta. Había sacado las fotos del álbum dónde tenía a Lucas, mi gringuito. —Sí, no veo la hora de terminar con mi tesis, así poder salir de aquí, él también se encuentra en un resguardo, hace lo mismo que tú. —desde su llegada hubo una buena complicidad. —¡Tú eres la prometida del doctor Lucas Jones! —acaricié la brújula de la cadena.—Sí, ¿lo conoces?—Él está en el resguardo a cinco horas de aquí. —brinqué de la lona y la abracé, era una mujer muy blanca y rubia—. Él te describió muy bien, nunca pensé que un hombre pudiera ser fiel y más en la soledad en la que nos vemos sometidos en este trabajo.—¿A qué te refieres?—Te seré muy sincera, tu prometido está divino.