Capítulo 5
—De nuevo entonces...

—Mamá, en serio no te metas en los asuntos de mi hermana. —interrumpió Luna Lorenzo tan pronto entró a la habitación, al escuchar a Amalia hablando de esos temas, y se acercó para aliviar la situación de Sofia.

Luna le lanzó una tierna mirada a Sofia, quien sonrió, se levantó y se fue a un rincón a sentarse y desayunar con su café y pan.

Amalia le echó una mirada de desaprobación a Luna.

—Otra vez vienes tú con tus interrupciones.

Luna, siempre alegre y extrovertida, se sentó a platicar con Amalia, y en cuestión de minutos consiguió que su madre se olvidara del tema de buscarle novio a Sofia, haciéndola reír.

Sofia terminó de desayunar y se preparaba para irse a la oficina. Luna entusiasta la acompañó hasta el ascensor, aprovechando para decirle algunas cosas en privado.

—Hermanita, pronto voy a empezar mis prácticas —dijo Luna.

—¿Quieres que te ayude a conseguir algo? —le preguntó Sofia.

—No, no hace falta —rechazó Luna—. No quiero darte más problemas. Además, creo que es importante que yo consiga experiencia por mis propios medios.

Sofia sonrió con agrado, pensando en lo diferente que era Luna de personas como Valeria Flor. La noche anterior, Jorge le había enviado un par de mensajes invitándola a cenar, pero ella encontró justo una excusa para rechazarlos, ya que sabía muy bien cuál sería el motivo de la invitación.

—Sofi, al fin de veras podré ganar dinero, y cuando pueda, te ayudaré con todo lo que necesites. Si llego a tener la capacidad, incluso pagaré el tratamiento de mamá —dijo con entusiasmo Luna, con un tono bajo pero lleno de una gran convicción.

Ambas salieron del ascensor y se detuvieron en la bulliciosa sala. Sofia se quedó quieta por un momento, sorprendida por la determinación de su hermana, y luego le dio unas suaves palmaditas en el hombro.

—Luna, no se trata de ganar mucho dinero. La verdad, lo importante es tener suficiente para vivir. No te preocupes por mí. Gracias a la perseverancia de mamá, estoy donde estoy ahora. No me tomes como una extraña. Pero si un día llegas a tener mucho dinero y quieres mantenerme, no te voy a decir que no —bromeó con agrado, intentando quitarle peso a la conversación.

Sofia veía siempre un indicio de culpa en los ojos de Luna, lo que le partía el corazón.

—Pero prométeme algo —añadió, —ese dinero tienes que ganarlo con tus propias manos.

Los ojos de Luna se apagaron por un momento. Era la única que sabía que Sofia había tenido que venderse y después soportar estar bajo la tutela de Víctor Lainz para poder así pagar el tratamiento de Amalia.

—Hermanita... si ya no puedes seguir recibiendo dinero de Víctor, me ocuparé de ayudar a mamá. No me ocultes por favor nada si ella necesita algo —dijo Luna.

Sofia la miró con sorpresa. Era cierto que la noticia del regreso de Vanessa del Prado se había difundido rápidamente en el ámbito empresarial y social, pero ¿cómo se había enterado Luna, que aún estaba en la universidad?

Luna dudó por un momento, luego sacó apresurada su celular del bolsillo.

—Sofi, ¿acaso no lo sabías? Ayer por la noche, Víctor y Vanessa cenaron juntos, fueron al cine y luego regresaron juntos a la casa de Víctor. Los paparazzi lo fotografiaron absolutamente todo y los rumores cunden —dijo, mostrándole los artículos en el móvil.

Sofia miró sorprendida y sintió cómo su corazón se encogía de dolor y confusión.

—Me voy mejor a trabajar —dijo, dándose la vuelta y alejándose rápidamente. Había pasado la mañana ocupada y por lo tanto, no había revisado su celular, sin darse cuenta de que algo así había ocurrido.

Luna le gritó que tuviera cuidado mientras la veía desaparecer, y luego regresó a la habitación del hospital.

—Todo es culpa tuya —se quejó Amalia en cuanto Luna regresó—. Me interrumpiste antes de que pudiera seguir hablando con tu hermana. No le he terminado de preguntar si sigue soltera. Seguro que sigue bastante afectada por lo que pasó hace seis años...

Luna, mientras recogía con cuidado la mesa del desayuno, escuchaba en silencio, hasta que no pudo contenerse más.

—¿Por qué no me buscas a mí un novio? Ya casi me graduó y voy a empezar a trabajar...

En la entrada de la hacienda Villa Encanto, la casa de Víctor, había varias personas vestidas de civil que parecían estar paseando de un lado a otro, pero Sofia los reconoció de inmediato como periodistas. Estacionó su auto justo en la puerta principal, bloqueando su vista, y entró en ese momento usando el código de seguridad.

Lo primero que vio fue un par de tacones, los mismos que había visto en los pies de Vanessa el día anterior. Al lado estaban los zapatos de Víctor. De repente, se sintió incapaz de dar un paso más.

Esa era la diferencia entre el verdadero amor y la falta de amor. Aunque sabía muy bien el código de seguridad de la casa de Víctor, solo lo usaba para traerlo de regreso cuando estaba borracho. La cama de su casa nunca le perteneció, a diferencia de la cama de la sala de descanso de Maltesa Global, donde ocasionalmente compartían intimidad.

Mientras pensaba en esto, escuchó ligeros pasos que bajaban por las escaleras y se dirigían hacia el comedor.

Sofia respiró hondo, se preparó emocionalmente, y esbozó una amplia sonrisa antes de entrar.

—Señor Lainz, y señora... —se detuvo al ver que solo estaba Víctor en la cocina. Vestía un pantalón de pijama gris oscuro y sin camiseta.

Su cuerpo atlético, con un abdomen bastante marcado y hombros anchos, era una visión gregoriana difícil de ignorar, aún después de años de verlo. Cada vez que se encontraban, Sofia no podía evitar sentir algo por él.

Pero, como siempre, mantuvo su compostura, apartando la vista rápidamente y manteniendo su expresión profesional.

—Señor Lainz, hay muchos periodistas fuera. ¿Quiere que los distraiga mientras usted y la señorita Prado salen?

Víctor, sosteniendo una botella de leche, le echó una ligera mirada a Sofia, notando su atuendo algo arrugado y el penetrante olor a desinfectante que llevaba encima.

—Ella no está aquí —dijo simplemente.

—¿Cómo? —Sofia miró de nuevo hacia la puerta, viendo los tacones junto a los de Víctor.

Víctor no ofreció más explicaciones al respecto, simplemente terminó su desayuno y subió a cambiarse de ropa.

Sofia salió para abrir la puerta del auto. Cuando Víctor bajó, se subió al vehículo sin dar oportunidad a los periodistas de tomar una foto. Mientras ella conducía, pudo ver por el retrovisor a los reporteros dispersándose y subiéndose a sus propios autos, listos para seguirlos.

Sin embargo, Sofia condujo directamente al estacionamiento subterráneo de Maltesa, donde los periodistas no podían seguirlos. Subieron por el ascensor privado hasta la oficina de Víctor.

Era temprano y no había nadie en los pasillos. Víctor le indicó que lo acompañara a su oficina, así que Sofia pasó por su escritorio y entró detrás de él.

—Señor Lainz, ya he avisado al departamento de relaciones públicas. Están gestionando el asunto de las noticias para que esto no afecten a la compañía —informó Sofia con profesionalidad.

Víctor, apoyado en el marco de la puerta de la sala de descanso, esperó un momento a que terminara de hablar antes de levantar una ceja y decir:

—No te preocupes por esas noticias, entra rápido y dúchate.

—¿Qué dices...? —Sofia se quedó sin palabras, sorprendida.

Víctor a menudo la llevaba a la ducha con él, le gustaba ver cómo la luz tenue resaltaba en su piel pálida y su hermosa figura. Siempre había sido así, y ella había aceptado su rol. Pero eso era antes.

—¿Qué haces paradota ahí como una tonta? —dijo Víctor, impaciente. La tomó de la mano y la llevó hacia la sala de descanso, cerrando la puerta tras ellos.

Antes de que pudiera pensar en una excusa, ya estaba dentro de la ducha. No pasó mucho tiempo antes de que él le hablara desde afuera.

—Aquí hay un vestido que dejaste en mi coche después de la última fiesta a la que asistimos. Póntelo rápido después de ducharte.

Sofia escuchó la puerta cerrarse, y por un momento se quedó allí inmóvil, sin saber cómo sentirse. Una parte de ella se sintió bastante aliviada por no haber tenido que pasar por esa "rutina", pero al mismo tiempo, no podía aceptar la idea de que Víctor alternara con tanta facilidad entre Vanessa y ella.

Finalmente, decidió ducharse y se puso apresurada la ropa que él había mencionado. Al salir del baño, Víctor se le acercó, inclinándose ligeramente para oler su cabello.

—Se ve mucho mejor así. Dile al departamento de relaciones públicas que no suprima las noticias, que por el contrario las aprovechen para hacer publicidad —ordenó.

Sofia, quien llevaba tres años trabajando para Víctor, pensaba que lo conocía tan bien como una madre conoce a su hijo. Pero desde que Vanessa había regresado, cada vez lo entendía menos.

Sin embargo, como empleada, solo podía hacer lo que le pedían.

—Sí, como mande señor Lainz —dijo atenta, y salió de la oficina con su ropa sucia en la mano.

Al regresar del departamento de relaciones públicas, ya la mayoría de los empleados habían llegado. Una joven secretaria se le acercó.

—Sofia, acabo de ver a Felipe del Prado entrar a la oficina del señor Lainz junto con la señorita Prado. Parecían estar bastante molestos. ¿Crees que pasará algo malo?

—No te preocupes por eso —respondió Sofia tranquilamente. Sabía que las noticias en línea no dejaban a Vanessa en una buena posición. Aunque la relación entre Víctor y su esposa era solo un arreglo, el hecho de que Vanessa apareciera como la "otra" no le agradaba a nadie, y mucho menos a Felipe, quien adoraba a su hermana.

Lo único que la sorprendía era que Víctor no hubiera mandado a suprimir las noticias.

Sofia apenas se había sentado en su escritorio cuando vio a Vanessa salir furiosa de la oficina de Víctor.

—Señorita Prado —la saludó Sofia, poniéndose de pie.

Vanessa se acercó con tristeza y se dejó caer en la silla de Sofia.

—¡Mi hermano es de verdad tan irracional! ¡Estoy tan enojada! No sé qué está hablando con Vic, pero me hizo salir. Creo que está aquí por esos rumores. Tengo miedo de que termine golpeando a Vic.

Sofia permaneció de pie, escuchando con paciencia las quejas de Vanessa.

—Sofia, ¿por qué no entras a ver cómo están? Mi hermano no me deja entrar, pero tú podrías asegurarte de que no haya problemas entre ellos—sugirió Vanessa.

—No te preocupes, señorita Prado. No creo que se peleen. Y aunque lo hicieran, Victor no saldría perdiendo, y no creo que yo pudiera hacer nada al respecto si eso ocurriera —respondió Sofia con calma.

Vanessa suspiró y se acercó a la oficina de Víctor, pegando con insistencia la oreja a la puerta para escuchar.

Sofia se quedó en su lugar, observando cómo Vanessa hacía girar la silla de su escritorio. Con una sonrisa, la detuvo con suavidad.

—No sé de qué estarán hablando, pero al menos no están peleando. Eso me deja más tranquila —comentó en ese momento Vanessa, sentándose de nuevo.

Después, giró la silla hacia Sofia y, en voz baja, le hizo una pregunta.

—Sofia, ¿sabes quién es la esposa de Vic?

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