CAPÍTULO OCHENTA Y UNODespués de la partida de Emily, la familia Preston nunca fue igual. Su desaparición y su ausencia había provocado en todos sus integrantes una perdida incurable.Durante meses fue como si faltara o se rompiera el corazón cálido de la familia Preston.Marie y Adrián fueron los primeros que se alejaron de las decisiones de su hijo mayor enfocándose en sus propios intereses.En tanto Alex, siguió trabajando en las Compañías Preston S.A, pero se mantuvo al margen de su hermano.Para el menor de los Preston, Aiden ya no era el Kamikaze, el valiente que iba por todo, si no que ahora era un cobarde que no luchaba, y él no quería tratar con la nueva versión destrozada de su hermano, por lo que se independizó de sus padres y se fue a vivir a su propio departamento, haciendo su vida lejos de los problemas.Dylan era el único que estaba al lado de Aiden, pero también se estaba cansando por los constante problemas en que se metía su amigo. Solo hace unos días había chocado
CAPÍTULO OCHENTA Y DOSAiden volvió a servirse un trago de whisky y lo observó con un odio que nunca imaginó tener por nadie, menos por alguien que era inocente ante sus ojos, pero que fue utilizado para fines perversos y malvados, ya que, gracias al niño, fue que Aiden finalmente heredó la Compañía Preston S.A haciéndose dueño de absolutamente todo.Y con Lucca cumpliendo una sentencia condenatoria, él ya no tenía ningún camino que derribar.Pero lo que Aiden no sabía era que Lucca, a pesar de no tener la libertad deseada y estar cumpliendo una condena en la cárcel, si había obtenido su deseada venganza, porque su primo ya no lo tenía todo y era un pobre desdichado que tan solo existía, pero no vivía.Nate Preston Harper tenía tan solo tres años con seis meses.Era un niño retraído viviendo una mentira que su madre ansiaba inculcar.Era un niño perdido que estaba pagando por las decisiones de otros. Un premio, un consuelo, una vida que se estaba perdiendo por los constantes rechazos
CAPÍTULO OCHENTA Y TRESAiden manejó directo a la casona Preston. Subió la velocidad y apretó el manubrio entre sus dedos, casi rogando que tuviera un puto accidente, porque ya no tenía ganas de vivir.Para su desgracia llegó sano y salvo a la casa de sus padres. Se estacionó en la entrada y recorrió el jardín que le recordaba a su pequeña rosa. Se martirizaba al pensar que fueron tan felices, pero que él no supo valorar lo que tenía.Que no supo valorarla como mujer ni como pareja.El ansiar más, fue el error de su vida y que ahora lo estaba pagando caro.Cuando entró a la mansión, una de las empleadas lo recibió con un saludo amable. Aiden le preguntó por su madre y ella le señaló donde la podía encontrar.En tanto Adrián estaba en la sala de estar, de piernas cruzadas tomándose un café cortado y leyendo periódico. Ni reparó a su hijo mayor cuando cruzó por los pasillos, porque ya no le conocía y Aiden tampoco se dirigió a él, tan solo subió las escaleras para ir a la habitación de
CAPÍTULO OCHENTA Y CUATROLa avioneta aterrizó entre turbulencias en la única pista que tenía la isla Sylt. El piloto avisó por alto parlantes de la llegada a destino. En aquella nave tan solo iba Marie y seis turistas más.La madre de Aiden se sacó el cinturón de seguridad que rodeaba su cintura, tomó su maleta con ruedas del compartimiento y caminó por el angosto pasillo hasta la puerta de la avioneta. Cuando se paró en el umbral, ella se subió los lentes de sol, dejándolo sobre su cabeza y observó el paisaje tan lleno de paz.El sol de media tarde se reflejó en el mar cristalino que se veía entre las dunas de arenas y juncos altos. A lo lejos estaba el faro rojo con blanco y sobresalían los techos en punta que tenían las pocas casonas que estaban construidas en piedra y ladrillo.Marie respiró profundo y sus pulmones se llenaron de aire fresco, lejos de la contaminación de su ciudad, pero esa brisa fría también erizó su piel que la hicieron estremecer, sin embargo, no le importó,
CAPÍTULO OCHENTA Y CINCOEl auxiliar de vuelo subió las maletas de Marie en la maletera del jeep negro.Marie se subió adelante, para sentarse en el asiento de copiloto, Emily abrió la puerta de atrás para acomodar a Elian en su silla de seguridad y Ada seguía escondida debajo de los asientos traseros acurrucada y enojada tomándose las rodillas.—Ada levántate de ahí —pidió Emily cuando dejó a su hijo listo para emprender la vuelta hacia la casona. Ella estiró su mano, para que su hija la tomara y se parara del suelo del jeep.—¡No! —gritó la niña sin mirarla y escondiendo su rostro entre sus rodillas—. ¡Eles una mala mamá!Emily rodó los ojos por lo escandalosa que era. Definitivamente Ada Preston era quien le iba a sacar canas verdes. —Ada —advirtió Em—. Tienes hasta tres para levantarte de ahí y obedecerme.—¡Ya déjame mamá!—Uno —comenzó a contar Em—. Dos…Ada alzó su rostro furibundo y se puso de pie, ignorando a su madre.Emily trató de tomarla del torso para sentarla en la sil
CAPÍTULO OCHENTA Y SEIS Llegaron a la casona de Adele. Emily bajó a sus pequeños del vehiculo, que entraron corriendo por el caminito de piedra para tomar sus juguetes que estaban esparcidos sobre el césped verde. La alemana estaba en la puerta de pie, moviendo una de sus piernas de forma ansiosa y de brazos cruzados. La maleta de ruedas seguía a su lado que llegaba a la altura del short de mezclilla corto que llevaba. —¡Por fin la bruja llego! —exclamó Adele dirigiéndose a Marie—. ¿Qué le paso a tu escoba voladora? ¿Se te averió? Emily no pudo evitar reír, al igual que Elián que seguía sentado en el pasto jugando con los legos de colores. —Pelea de mellizos —dijo sin más Em, sin embargo, Ada corrió de su lugar hasta donde estaba la alemana y la empujó de las rodillas. —Mi abuelita es una leina, no una buja —Ada defendió a Marie. Emily volvió a reprender a Ada, que ya había perdido la cuenta de las veces que le decía que no hiciera esto o que no hablara aquello, pero su hija nu
CAPÍTULO OCHENTA Y SIETELos siguientes días Emily siguió haciendo su rutina normal, levantarse, trabajar y volver pasado de las cinco de las tardes para estar con sus pequeños.Mientras que Marie estuvo todo el tiempo con los mellizos; fueron a la playa, pasaron a la tienda y comieron helado.Y cuando llegó el fin de semana, también asistieron a los únicos juegos que se ponían en época estival. Todo estaba iluminado con luces de colores, la música revoloteaba por los aires y el ruido de las risas y gritos de los niños sobresalía. Ada se subió al carrusel junto a Marie y Emily acompañó a Elian en los aviones voladores. También comieron papitas con kétchup y Marie les regaló dos osos de peluches, que los niños pusieron en su habitación.Esa noche estaban tan cansados, que Emily tan solo los bañó, les contó un cuento de hadas que apenas escucharon, ya que de inmediato cayeron rendido al sueño. Ella les tapó con las sábanas hasta el cuello y besó sus cabecitas añorando que nunca crecie
CAPÍTULO OCHENTA Y OCHOAiden estaba trabajando en la compañía cuando su asistente personal le llamó por teléfono, avisándole que el abogado de la empresa de su nueva adquisición estaba llamándole.—Transfiéreme —dijo Aiden con el teléfono en el oído a su secretaria y una suave música sonó, mientras la llamada era trasferida.—Señor Preston —saludó el hombre con una voz cantarina.—Si dígame —contestó seco Aiden.—Le aviso que el contrato de compra y venta ya está firmado y legalizado. Le envié una copia a su correo electrónico. Ahora solo falta su presencia en las dependencias de la empresa para que los nuevos empleados lo conozcan. El dueño lo está esperando.—Bien, dígale que en dos días estoy allá. Gracias.Aiden cortó la llamada y suspiró.Comprar aquel puerto marítimo era un proyecto con el cual soñaba hace muchos años, pero por falta de contactos, es que nunca podía concretarlo, hasta ahora que el dueño de la empresa no podía hacerse cargo de su administración.Aiden supo de su