CAPÍTULO CIENTO TREINTA Y CINCOPor otro lado, Emily corrió a la habitación y dejó la maleta sobre la cama blanca con dosel. Se sacó sus botines junto a los calcetines, y la planta de sus pies tocaron la suave alfombra de pelos color marfil. También se desprendió de sus vaqueros negro que dejó sobre el suelo y su sweater grande de lana que lanzó a la cama. Solo en ropa interior ingresó al baño, que soltó una maldición al ver el lujo que poseía.La habitación de baño, además de ser de mármol, esta poseía una ducha de vidrio y en la esquina estaba el jacuzzi redondo, justo frente a una ventana grande en donde podía verse el mar. Emily tocó el mueble de ébano con la yema de sus dedos y nuevamente todo estaba reluciente.A ella, esto la abrumaba y la confundía, ya que la casa había sido diseñada cuidadosamente para personas que disfrutaran el lujo y el buen gusto, personas que podían pagar una fortuna por vivir en el sector más exclusivo de la ciudad, pero ella no pertenecía a ese mínimo
CAPÍTULO CIENTO TREINTA Y SEISEmily salió envuelta con la toalla blanca. Su cabello azabache mojado caía por su espalda, que con otra toalla más pequeña se secó el exceso de agua que tenía en las puntas de sus hebras. Luego se acercó a la maleta y la abrió. Estaba buscando su ropa interior cuando escucho los golpes en la puerta. Se mordió los labios y supuso que podía ser Aiden, sin embargo, no contestó ya que no quería lidiar con él, si no que se apuró en colocarle las bragas de encaje y el sostén.Ella tomó la crema de jazmín y se la esparció en el cuerpo deleitándose de aquel aroma que amaba tanto.Aiden volvió a golpear y al no escuchar ni una respiración, entró a la habitación. Emily dejo su mano a medio esparcir.—Estoy ocupada —avisó ella y volvió a la rutina de ponerse crema en todo el cuerpo.Aiden tragó saliva al verla con una lencería de encaje de color rojo. Detalló cada curva de su cuerpo. Sus piernas gruesas, su cadera ancha, su cintura delgada y su pecho pronunciado qu
CAPÍTULO CIENTO TREINTA Y SIETE Aiden la observó de pies a cabeza, la lencería que llevaba su ex mujer lo tentaba, ya que lucía como una verdadera Diosa del Olimpo. Emily sintió aquel fuego recorrerle la piel. La forma en que la miraba su marido, le recordaba porque se entregó a él tan rápido, porque confió en él con tanta naturalidad. El fuego y las ganas seguían ahí intactas, a pesar de los años, ya que Emily nunca pudo olvidar a Aiden, ni Aiden a Emily. Ella se relamió los labios inconscientemente cuando vio a Aiden desprenderse de la camisa, botón por botón, sus ojos oscuros siguieron cada movimiento de sus dedos hasta que termino el último botón. Finalmente, Aiden se sacó la prenda que lanzó al suelo y quedó con el torso desnudo. Luego sus dedos bajaron a la pretina de su pantalón, sin apartar los ojos verdes del rostro de Em. —¡¿Qué haces?! —se escandalizó Emily y abrió sus ojos enormemente, al ver que Aiden también se desabrochaba el cinturón de su pantalón. —¿Qué crees t
CAPÍTULO CIENTO TREINTA Y OCHO —¿Quieres o no tocarme? —volvió a preguntar Aiden con aquella voz enronquecida que excitaba todos los sentidos de Emily. —No —contestó finalmente ella y se mordió los labios de forma sexy—. Lo que quiero hacer es besarte. Emily dio un paso seguro y firme. Ella no dejó nada de espacio entre ella y Aiden. Sus pies se colocaron de puntitas y sus brazos se alzaron alrededor del cuello de Aiden, hasta que los dedos de sus manos se enterraron en parte de la nuca y el cabello sedoso de su marido. Ella tiró de sus hebras oscuras con fuerza e impactó con furia sus labios sobre los labios de él. Aiden le tomó un segundo darse cuenta de que era ella quien tomaba la iniciativa, que antes de tomarla entre sus brazos dejó que Emily le mordiera el labio inferior tirando de sus carnes. La joven suspiró en la boca de su ex marido al recordar la época en la que fue feliz e intentó separarse cuando no vio reciprocidad, pero Aiden puso su mano en la nuca de ella y le dev
CAPÍTULO CIENTO TREINTA Y NUEVE—¡Muévete por favor! —susurró Emily sin fuerzas de seguir hablando algo que a ella le dolía. Esta vez Aiden se movió hacia un lado y quedó de espalda sobre el colchón, con la mirada fija en el techo blanco.Emily se sentó en el borde de la cama y le dio la espalda a su ex marido. La mandíbula le tembló y odió nuevamente llorar en frente de él, ya que no le gustaba verse débil, pero no podía evitarlo.Aiden no fue capaz de consolar a Emily, si no que se quedó ahí sobre el colchón escuchando sus pequeños sollozos.Los hombros de Emily se sacudieron por varios minutos, hasta que sintió que se calmaba. Se limpió la cara con las manos y luego de botar todo aquello que le aprisionaba el pecho, respiró profundo, inhalando todo el aire que pudo, y luego lo exhaló con fuerza.Se sintió un poquito mejor, que sin importarle que estuviera casi desnuda, se levantó de la cama en busca de su sostén de encaje, que volvió a colocar en su lugar. Se miró en el tocador y v
CAPÍTULO CIENTO CUARENTA—¡No sé! —exclamó Aiden alzando su voz y pasándose los dedos por su cabello desordenado—. ¡No sé Emily que haré con él! No tengo idea y ahora no quiero pensar en eso… pero lo que sí, tienes que tener claro, es que mañana mismo asistiré con los mellizos al registro civil de la ciudad, y les daré mi apellido. A ellos si los quiero en mi vida.Emily sacudió la cabeza en negación, quiso refutar aquello, pero escuchó las voces de Marie y Ada acercándose hacia la habitación.Ella recordó que no había visto a los mellizos desde la cena y se sintió una mala madre por no preguntar por ellos primero, ya que Ada y Elian debían ser su única prioridad, pero con lo confuso que estaba en su corazón, ella pensaba mil cosas a la vez.—¿Los niños? —preguntó ella con un tinte de preocupación en su voz—. ¿Dónde están mis pequeños?Aiden torció los labios y luego suspiró con pesadez.—Ada esta con mi mamá y a Elian lo deje en su habitación, ya que se quedó dormido —contestó Aiden
CAPÍTULO CIENTO CUARENTA Y UNOSalieron en el vehículo del condominio nuevamente en silencio.La carretera no estaba tan concurrida ya que eran casi las dos de la madrugada. El mar a lo lejos rugía y la noche no tenía estrellas ni luna. Era como si todo se hubiera oscurecido con una densa sombra negra. Emily, sentada en el asiento delantero del Maserati, no dejaba de pellizcarse la piel de sus manos con las uñas. Su piel estaba roja y en algunas partes tenía leves rasguños que ella misma se había hecho inconscientemente con sus uñas. Movía su pierna derecha y simulaba que estaba mirando el paisaje, pero en realidad no iba atenta a nada, ya que dentro de su cabeza estaba pensando en mil cosas, pero que su eje principal seguía siendo su hermana.La montaña rusa que era su existencia, no la dejaba pensar con claridad. Sentía que tenía que ordenar su vida, pero no sabía cómo ni por dónde empezar. Aiden manejaba el nuevo Maserati color gris que tenía. Era un auto deportivo de importació
CAPÍTULO CIENTO CUARENTA Y DOS Aiden se estacionó en el estacionamiento del área libre que tenía el hospital Central. Ambos se bajaron del vehículo, que el ulular del viento se filtró por los oídos de los dos jóvenes y también por sus ropas haciéndolos temblar de frio, ya que la noche a parte de oscura, también estaba helada. Caminaron por entremedio de algunos vehículos estacionados y subieron las escaleras principales del hospital. Las luces blancas encandilaron la vista de Emily, que tuvo que parpadear más de una vez, para acostumbrarse a la luz artificial de la entrada. Las mamparas dobles automáticas de vidrios se abrieron y ellos caminaron por el pasillo que daba a la recepción y a las cajas para pagar la atención médica y las urgencias. Detrás del mesón, se encontraba una mujer mayor de tez morena y de cabello afroamericano, que vestía el traje institucional de pantalón y chaqueta color azul oscuro con blusa blanca. Tenía una placa de metal pinchada sobre la tela de su chaq