CAPÍTULO DOSCIENTOSLa carroza fúnebre llegó al velatorio a eso de las cinco y media de la tarde. El cielo seguía gris y el viento estaba más helado que antes.La empleada del recinto les recibió con tazas de café humeante, que Aiden aceptó de inmediato, con tal de pasar el trago amargo de escuchar los huesos rotos que aún no superaba. El joven empresario se sentó en uno de los sillones blancos que daban hacia el ventanal y que a su lado había una mesa cuadrada pequeña y sobre esta, una planta verde de decoración.En el lugar estaban los mismo cuatro hombres que vieron fuera de la morgue. Emily no los conocía, pero Don Octavio si, ya que el hombre los había llamado para que ayudaran a entrar y sacar el ataúd. Entre seis personas sacaron el féretro de Daphne de la carroza fúnebre y lo llevaron dentro de la sala del velatorio. Pusieron el ataúd sobre el soporte de fierro, que tenía una manta negra y que estaba en medio de la sala.Don Octavio puso las cuatro luces en cada esquina del
CAPÍTULO DOSCIENTOS UNOEmily se mantuvo en silencio todo el camino. Solo la música de la radio amortiguaba sus malos presentimientos. No sabía porque, pero tenía una corazonada de que alguien la estaba observando. El estómago lo tenía revuelto, como si de un nudo se tratara, y no dejaba de pellizcarse la piel del dorso de sus manos. Odiaba esa sensación de paranoia. Aiden la miró de reojos y supo que estaba nerviosa, pero lo atribuía a que Emily debía enfrentarse a Nate, quizás eso la tenía con los nervios de punta, sin embargo, todo cambio cuando Emily giró su rostro y salió con una pregunta que a él no le gustó para nada.—¿Charles Ritter ya declaro ante el fiscal? —preguntó Emily.Aiden arrugó las cejas un poco enojado y a la vez sorprendido.—No, —respondió serio—. ¿Por qué?—¿Sabes si ha vuelto al hospital a trabajar? —volvió a indagar Em, sin responder las razones de sus inquietudes.Aiden apretó el manubrio entre sus dedos. Ese cirujano le caía como patada en el estómago. Ni
CAPÍTULO DOSCIENTOS DOSAiden volvió a prender el vehículo, el motor rugió, anduvo un kilómetro aproximadamente y el guardia del condominio abrió el gran portón para que el Maserati gris entrara.Serpenteó algunas calles de concreto, las veredas estaban iluminadas por grandes faroles y Emily vio que solo un par de vecinos estaban haciendo ejercicio en la plaza principal, y otros paseaban a sus mascotas, que al ver a un perro de raza siberiano recordó la primera vez que ella fue a la casa de los padres de Aiden.«Lo quiero todo con Aiden, tener una familia juntos en donde construyamos un hogar con niños y con un perro, ojalá un siberiano que se llame Bluish» Esa frase textual fue expresada por Emily en esa comida familiar.Ella sonrió nostálgica al recordar la forma tan inminente de enamorarse de Aiden.Desde que lo conoció deseó que él fuera el padre de sus hijos, pero pensó que nunca lo iba a cumplir y más con la infertilidad de él, pero ahora tenía una casa hermosa construida en uno
CAPÍTULO DOSCIENTOS TRESLa pequeña desde la ventana había visto el auto estacionarse, que supuso que eran sus papás los que estaban llegando, por lo que le pidió a su abuela que la ayudara abrir la puerta de la casa.Tanto Emily como Aiden, se habían bajado del vehículo y había tenido ese momento de debilidad. Marie notó lo mal que estaba Emily, pero Ada cuando vio a sus papás le brillaron los ojitos de emoción.—¡Mamita! —chilló la pequeña corriendo hacia los brazos de Emily, mientras Marie se mantenía en el umbral seria.La joven de inmediato se limpió la cara con las manos tratando de que su niña no se diera cuenta de lo acongojada que estaba, aunque sabía que era en vano, y más si tenía la cara roja. Pero igualmente sonrió mostrando todos sus dientes blancos. Se encuclilló a recibir a su hija con los brazos abiertos, que Ada se enganchó de su cuello.—¿Cómo está la princesa más bonita de todo el mundo? —preguntó dulce Emily, mientras se ponía de pie y la levantaba en sus brazos.
CAPÍTULO DOSCIENTOS CUATROTodos se sentaron a la mesa rectangular que tenía diez asientos. El mantel blanco lucia impecable y la vajilla de plata resplandecía con la luz artificial de la lampara que colgaba del techo.Marie se sentó de cabecera, mientras que Ada estaba a su costado derecho y luego Aiden, y Elian estaba al lado izquierdo de su abuela, después tomó asiento Emily y finalmente Nate. Primero la empleada sirvió el plato de sopa humeante que todos comieron en completo silencio, tan solo se escuchaban las cucharas y el sorbetear de los niños. El sabor a pollo y el líquido caliente calentaron el estómago de Emily y de Aiden, ya que ambos estaban con mucha hambre.Emily necesitaba recuperar fuerzas, y la comida era algo que no iba a transar, que fue la primera en terminar. Luego pidió si le podía traer el segundo plato. La empleada les trajo el pure de patatas con carne mechada.—¿No comieron nada por allá? —cuestionó Marie al ver a su nuera famélica.—Si, —respondió Em—. Sol
CAPÍTULO DOSCIENTOS CINCOEmily duchó a Ada, después a Nate y finalmente a Elian. Les secó el cabello con secador de pelo, para que no durmieran con el cabello húmedo. Le puso a cada uno su pijama en el baño y luego Aiden llevó a Elian y Ada a sus camas.Elian no chistó porque los ojos se le cerraban solo y bostezaba a cada rato, y Ada era fanática de su papá, por lo que ninguno hizo ningún berrinche. Emily les dio un beso en la frente a cada uno y luego se llevó a Nate a la habitación que era del pequeño de ojos azules.Emily arropó al pequeño niño en la cama de cobertores con dinosaurios. Luego se sentó a su lado y le acarició el lacio cabello negro, que lo tenía un poco largo, ya que le llegaba más bajo de la nuca.—Creo que pronto voy a tener que llevarte con una peluquera, porque ya tienes largo el cabello —comentó Em haciendo una nota mental en su cabeza para agendar hora con alguna peluquería de la ciudad—. ¿Quieres que te cuente un cuento? —preguntó luego con voz dulce.Nate n
CAPÍTULO DOSCIENTOS SEISNate se quedó dormido, después de aquella larga y emotiva charla.Aiden salió primero directo a sentarse al sillón blanco de la sala que unía las habitaciones. Emily dejó la luz de la mesita prendida de la habitación de Nate, cerró la puerta de la habitación y siguió a su marido.—¿Deberías tomar un baño? —propuso Aiden—. Te hará bien.—¿Tú tomarás uno? —preguntó Em con inocencia, que Aiden no pudo evitar alzar una ceja, mientras por su cabeza los recuerdos fugaces se asomaban con verdadero anhelo y lujuria.Las duchas con Emily siempre fueron excitantes y él extrañaba el calor de su piel, sus besos y el que lo sedujera siempre, ya que Em solía tomar la iniciativa en cuestiones de placer, aunque se sonrojaba como si fuera su primera vez, Emily siempre guiaba como le gustaba que la trataran en la cama y a él le encantaba complacerla.—¿Quieres que tomemos un baño juntos? —cuestionó coqueto insinuándose con una voz ronca que erizaron la piel de Em. Ella soltó un
CAPÍTULO DOSCIENTOS SIETEAdele se sentó en el amplio sillón de cuero, que tenía el escritorio de ébano y tomó el teléfono negro que estaba sobre la superficie.—¡Hasta que te dignas a contestar! —espetó Aiden cuando escuchó el resoplido de Adele a través de la línea—. ¿Dónde carajos estabas metida?—¿Dónde más? —contestó Adele en el mismo tono ácido que su jefe—. Estoy trabajando para mi jefe negrero.—Deja de quejarte, que de ahí eres la que más regalías tiene.—¿Me estás diciendo que gozo de la protección de alguien más?—No es una indirecta —aclaró Aiden sarcástico—. Si te despido y te echo a patadas de mi empresa, Emily me fusila y me abandona y esta vez para siempre.—¿O sea que no me tiene por mi trabajo? ¡Esto es el colmo! —alegó Adele apretando el teléfono entre sus manos—. ¿Me llamas solo para ningunearme?—Deja el Drama Queen, porque necesito un favor tuyo, que sé que te gustara o al menos eso quiero creer —contó Aiden con la esperanza de que Adele aceptara su propuesta.—S