—Te digo que tiene novia, Emely —insistió Carla.
—Que no es así, no sé de dónde sacas esas cosas —bramó Emely, intentando no verse tan molesta.
—Que sí, que la chica del restaurante era su novia, lo tomaba del brazo —arguyó—. Es que, para la próxima que lo vea, voy a tomarle una foto y te la mostraré. —Dejó salir un suspiro—. Es que es demasiado bueno para ser verdad. En serio, no quiero que te vuelva a pasar lo mismo, debes darte cuenta.
Emely estaba seria, sentada frente a su escritorio, girando pocos centímetros de un lado a otro en la silla de escritorio, pensando en qué tanto debía creerle a Carla y el por qué una noticia como esa le llegaba justo en el momento donde más se sentía contenta con Ian: justo cuando se volvieron pareja nuevamente.
Había transcurrido una semana desde qu
Era la letra de Ian, sin duda alguna. Comenzó a leer, muerta de la curiosidad.“Querida, Emy. Acepto que me gusta escribirte cartas, es totalmente diferente a escribir una carta para mí o para otra persona. Siento que tengo confianza a esa persona a la que remito esta carta. Es como hablar con una persona que conoce todo de mí. Sé que la verdadera Emely, la que no sabe que le escribo esta carta, es totalmente diferente y me apenaría que leyera esta carta. ¿Sabes? La razón de esta carta es la misma que me llevó a eliminar toda la colección que tenía de ellas. Y es que he estado todos estos años huyéndole a lo que siento por ti. Siempre me quise alejar, siempre fui inestable y estoy cansado de eso. No quiero estar culpándote por todo lo que hiciste, tampoco estar yéndome y diciendo “ahora sí se acabó mis sentimientos p
Ian escribía lindas cartas, le encantaba la idea de poder leer lo que llegó a escribir.Comenzó a buscar por todo el cuarto de estudio más de esas cartas, mientras, iba limpiando, para tener una excusa si Ian llegaba a entrar.Entonces, cuando creía que solo había una, encontró en un cajón una pequeña caja marrón de regalo con un pequeño paquete de cartas.Se sentó en el piso, con la caja sobre las piernas cruzadas y comenzó a leer, aún teniendo la frente perlada de sudor.“Querida, Emy. Anoche me he desahogado escribiéndote palabras en mi celular, palabras que tú nunca leerás, claro está. Acabo de ver un video donde se habla del contacto cero y me hizo recordar que antes de conocerte, cuando yo quería superar lo que sentía por alguien, me retaba a pasar cierto tipo de tiemp
Se dio cuenta que la carta que leyó por primera vez, era una de las últimas y después, la última que había, fue escrita un mes después de la penúltima:“Amada, Emely.Ha pasado tantas cosas, hay tanta distancia entre tú y yo. En este momento estoy pasando el sinsabor de dejarte en mi pasado y que ya mi presente no tenga nada que ver contigo. Cumpliste años y por fin he dejado de llorar cuando llegan esas fechas. De hecho, he visitado la cabaña donde diste por terminada nuestra relación y la he recorrido toda, encontrando algunas cosas que son tuyas. Las he recogido y guardado, pensando en si debo donarlas o entregártelas. Al final, he decidido guardarlas en la casa grande de la ciudad, donde ahora guardo todo lo que me recuerda a ti. Estoy seguro que terminaré donándolas como caridad. Se notó demasiado que ya me h
Alexa terminó siendo la mejor amiga de Ian y había comprado un restaurante en el muelle de la bahía desde hacía un año. Ian tenía la costumbre de ir a almorzar allí y pasar tardes enteras observando la vista del mar.Afortunadamente, Emely no le había creado ningún pleito por haberse enterado anteriormente que Ian se veía mucho con una mujer en dicho lugar, porque Alexa terminó siendo una mujer dos años mayor que Ian, con un hijo de tres años y con un novio de cinco años de relación, con el cual había comprado el restaurante y lo administraban juntos.El trato que aquellos amigos se tenían era uno muy alejado del amor, de hecho, Alexa trataba a Ian como un hermano menor.Cuando se conoció con Alexa, sintió una gran vibra positiva y se llevaron muy bien. Ian ya le había hablado mucho a su amiga sobre Emely y la joven se sinti
Emely sabía que Carla estaba enterada sobre el pasado entre ella y Luciano. Si bien era una conversación incómoda que nunca tocaron, le agradecía que ella guardara su secreto.Una vez, cuando Emely y Luciano tenían su aventura, se quedaron hasta tarde en la empresa y él le pidió que fuera a su oficina. Ella así lo hizo y terminó sobre su escritorio, con la camisa abajo y él estampado en su cuello, besándola como si su vida dependiera de ello.Carla creía que era la única en la empresa y terminó entrando a la oficina de Luciano sin tocar, encontrándose la sorpresa de pillarlos en medio del acto.Fue un tema que no tocaron, seguramente, porque sabían lo complejo que era. Carla estaba más que enterada de que Luciano era el mejor amigo de Ian y que era un tema demasiado delicado.Sabían que una cosa era bromear que sería capaz d
Muchos de los perdones no se piden, solo se demuestran.Ian estuvo todo el tiempo pendiente de la recuperación de Luciano y le comentaba cómo iban los avances en las compañías Walton. Afortunadamente, todo poco a poco pudo mejorar (aparentemente).Ian pudo mover sus influencias y con ayuda de los mejores abogados del país, pudo rescatar el apellido Walton y todo su imperio; bueno, lo que quedaba. Para el público, para las personas de afuera, Walton solo tuvo la pérdida de la señora Rebeca por sus enfermedades de vejez, pero quedó el hijo, el heredero de toda aquella descomunal fortuna.Por dentro, los que conocían lo que había pasado, sabían que Luciano se había quedado solo, sin familia de verdad. Porque tenía a sus demás familiares, los que vivían en el extranjero y que solo habían llegado para el entierro de la señora y se fueron cuand
—Cálmate, que solo bromeaba —pidió Diana y dejó salir un poco la risa.Emely conocía mucho más a Carla que la propia Diana y sabía que había tocado una parte sensible de la chica con aquella aseguración.Al día siguiente, cuando estaban en la oficina, decidió acercarse a la oficina de su amiga y poder hablar con ella. Últimamente estaban muy distantes y casi no conversaban, a veces le daba la sensación de que Carla estaba ocultándole algo.Cuando llegó a la oficina de Carla, abrió sin tocar la puerta, ya que la encontró entreabierta. Se sorprendió de encontrar a Carla llorando.—¿Estás llorando? —inquirió—, ¿qué pasa?Su amiga se apresuró a limpiarse las lágrimas.—Ah… —no sabía qué responder, el que la encontraran
—Bueno, pues parece que esta vez sí que lo está, ¿no te has dado cuenta que anda con una barriguita extraña? Además, que tiene los síntomas y se fue a hacer una prueba de embarazo. Hoy la va a ir a recoger.—¡Ay, pero qué buena noticia! Por fin algo positivo…—Sí, pero debemos esperar a ver si es correcto.—Yo sé que sí…—Siempre dices lo mismo cuando se hace una prueba, Carla. ...—¡No, que yo seré la madrina, yo seré! —arguyó Emely.—¡No, que ella me dijo que sería yo! —insistió Carla.—¡Eso no es cierto, hace meses que me dijo que yo sería la madrina si quedaba embarazada! —bufó Emely.Diana observaba todo con una ligera sonrisa, volteó a ver a Rodolfo, aún segu&