Felipe revisaba los últimos informes que le habían llegado. Daba por perdido desposarse con Ángela Paredes. Una chica inocente como aquella no era para él. Entonces, ¿por qué no podía sacársela de la cabeza? La respuesta era obvia: quería pasar un buen rato con ella. Nunca cambiaría, siempre sería un libertino incorregible.
Cuando llegó al comedor, después de que Richard le avisara que la cena ya estaba lista, encontró a su madre, muy alegre, verificando que la mesa estuviera perfecta.
-¿Ha pasado al
-Angy, voy a ver a Cristina –informó sin detenerse cuando vio a su hermana, pero se paró en seco cuando se percató que estaba acompañada.-Celeste, déjame presentarte a la familia Cruz –dijo colocándose a un lado para que pudiera verlos mejor-. La señora Dora Cruz, y sus hijos, Felipe y Patricia. Ella es mi hermana Celeste.-Es un pl
Caridad se tranquilizó y se alegró de que su hija no se molestara. Había estado tan preocupada que no había podido pensar con claridad. Tenía que haber imaginado que a Ángela no le importaría ese pequeño infortunio. Se puso manos a la obra y le dijo a Ángela que podía volver a la fiesta, pero ella decidió quedarse a ayudar.-¿Está tardando? –susurró Felipe dirigiendo la mirada hacia la puerta.
Ángela tenía que ser sincera. Patricia Cruz había conseguido que se enfadara con ella también. Esos tontos comentarios que le había dicho eran... bueno, quizás tenían un poco de razón, pero realmente había creído haber dejado atrás las primeras impresiones que daba a la gente.También era verdad que hacía mucho tiempo que no socializaba con desconocidos. En fin, tendría que hacerse a la idea que siempre causaría una impresión errónea en las personas que no la conocían. Pero, no
Fue pensar su nombre y que apareciera por el vano de la puerta.-Buenas tardes, Ángela –la saludó sonriente el señor Cruz.La joven pestañeó varias veces para asegurarse que no estuviera viendo un espejismo.
Aprovechó la confusión de Ángela para terminar de acercarse a ella y rozar sus labios con los suyos. Con esa pequeña caricia descubrió la suavidad y calidez de esa boca que hacía días deseaba saborear. Y fue esa misma, la que resquebrajó cualquier atisbo de resistencia que aún hubiera podido albergar en su fuero interno. Con vehemencia, atrapó su labio inferior, y el apagado gemido que escuchó avivó aún más la pasión por ella.Último capítulo