Me siento extraña acurrucada en su regazo, estoy emocionada y asustada por estarlo al mismo tiempo, es confuso e inexplicable pero es lo que me pasa. Veo complacida el rostro de satisfacción que tiene y mil cosas pasan por mi mente, sobre todo, porque pensaba que me pediría marcharme después de terminar “nuestro asunto”. Sin embargo, aquí estoy, entre sus brazos luego de haber tenido una ardiente primera vez.
No dejo de preguntarme, cuando el profesor de mis pesadillas se transformó en mi amante, parece un mal chiste, pero es mi realidad, la que estoy viviendo justo ahora, sintiendo su piel desnuda y sudorosa pegada a la mía y sus brazos fuertes sujetándome con firmeza para que no escape, lucho contra la parte de mí que está idealizando este momento como uno romántico pero me cuesta trabajo.
— ¡Gonzales! — Exclama después de una larga exhalación &mda
Con el corazón agitado camino por los pasillos haciendo mi mayor esfuerzo por dejar de lado lo sucedido anoche y concentrarme netamente en mis estudios, pero la verdad me está costando demasiado trabajo, tengo esta extraña sensación de emoción naciente en el pecho que no me deja tranquila y me está afectando más de lo que me gustaría admitir.— ¡Jenny! — escucho que me llaman a mis espaldas. Volteo enseguida y me encuentro con Fanny que viene caminando apurada hasta donde estoy.— ¡Cariño! ¿Qué te pasa? ¿Por qué vienes así? — le pregunto extrañada. Me mira con ganas de liquidarme cuando por fin se detiene.— ¿Qué te pasa a ti mejor dicho? — dice molesta.— No entiendo a qué te refieres cariño lindo— le digo juguetona. Obviamente estoy clara a que se refiere, pero es
Las chicas me miran intrigadas, mientras hago respiraciones profundas para controlar mis impulsos — ¡Vamos Jennifer! Lo que sientes es simplemente un reflejo de tus confusiones— apelo a la psicóloga dentro de mí, pero admito que no sirve de nada.— ¡Holaaa! ¡Tierra llamando a Jenny! — Truenan los dedos — ¿Niña que te pasa? — dice Fanny con fastidio.— ¡Ya, ya! No pasa nada, simplemente tuve una mañana complicada ¡Es todo! — digo en tono seco.— ¡Uyyy! Pero que mal humor, como que te hace falta un buen orgasmo para que se te quite— el comentario de Libia, lejos de causarme gracias solo tira más leña al fuego, ya que, inevitablemente termino recordando las palabras del idiota Leonel.— ¡Ay ya! ¡No empiecen! — exhalo con fuerza. En eso llega el chico del cafetín con mi pedido y me rega
Perpleja, me quedo como boba mirando la pantalla del celular, releyendo el bendito mensaje — ¡No lo puedo creer! — resoplo. Me cuesta creer que la composición de esa frase y mucho más que, haya tenido el descaro de escribirme en esos términos — ¡¿Qué demonios se cree?! — a medida que los segundos pasan me enervo sin control. Lo único que da vueltas en mi cabeza es su imagen melosa con la profesora “Regalona” — ¡Uych! ¡Es una resbalosa! — pienso mientras me desvisto de mala gana, no sin antes apagar el teléfono y olvidarme de su solicitud — ¡Que se pudra! No le voy a responder ¡Que se quede con ella! — arrojo con furia la camisa al cesto de ropa sucia y lo tumbo al suelo, incidente que solo desata mi mal genio. Cojo la almohada y me tapo la cara para ahogar mi grito de rabia, celos y frustración. Sí, esas son las emociones que me están consumiendo en este momento, no puedo contener la rabia que tengo conmigo misma por las tonterías que cometí anoche, deján
Prácticamente a empujones lo lleve fuera de la residencia — ¡¿Está loco?! ¿Cómo se le ocurre presentarse aquí? Como se nota que no le importa la clase de problemas en lo que pueda meterme — digo histérica de camino a su auto.— ¡No me dejó otra alternativa! Nadie la mandó a no responder a mi orden— dice descaradamente abrochándose el cinturón de seguridad.— ¿Cómo es la vaina? — Replico con los ojos desorbitados — ¿Orden? Definitivamente perdió la razón — digo con sarcasmo, en eso enciende el carro y acelera de mala gana — ¡Espere! A donde se supone que vamos, usted quería hablar, podemos hacerlo aquí perfectamente— reclamo viendo como hace caso omiso de lo que digo y arranca casi dejándome sin cuello — ¡Animal! Maneja como un demen
Al escucharlo abro los ojos como platos, sorprendida de sus palabras — ¿Qué? — es lo único que sale de mi boca. Con lentitud se despega para mirarme a los ojos y repetir la frase que me ha dejado petrificada. Este hombre esa volviéndome loca, me siento como una completa boba, pero al mismo tiempo quiero decirle que sí, que lo perdono y besarlo hasta que se nos desgasten los labios. — ¡No entiendo, ¿Qué es lo que quiere de mí?! ¿Cree que es sencillo? ¿Acaso está jugando conmigo? ¡Claro! Tiene que ser eso, de lo contrario no tiene ningún sentido su comportamiento— replico alterada soltándome de su agarre y caminando de un lado a otro. En su afán por tranquilizarme me toma con fuerza de la muñeca derecha y de un tirón me acuesta en la cama, inmovilizándome con su peso — ¡Cálmate Jenny! — dice y mi respiración se corta, porque es la primera vez desde que nos conocemos que me llama por el diminutivo de mi nombre. En la posición en que estamos su rostro est
Mi respiración se encuentra agitada, al tiempo que siento una creciente frustración por no haber alcanzado el clímax — ¿Cuál lección? ¡Deje de torturarme! — suplico mientras me retuerzo sobre la cama apretando mis muslos, tratando de zacear la excitación que me consume.De pronto de su pequeño bolso, saca lo que parece un antifaz, de inmediato mis ojos se abren como platos del asombro y la intriga. Sin perder tiempo lo coloca en mis ojos dejándome completamente a ciegas. — Me he dado cuenta lo mucho que le gusta tener el control de las cosas, pero ¿Qué cree? Esta noche, su castigo será cederme por completo el dominio de la situación— dice con malicia.Sobre la piel de mi abdomen siento como sus manos acarician lentamente en línea recta, desde mis senos a mi entrepierna. A pesar de lo incomodo que me resulta no p
Continuo acariciándolo sin perder detalle de sus gestos, adoro como contrae su ceño y muerde ligeramente su labio inferior producto del placer que le produzco. Consciente que no debe estar lejos de llegar a la cúspide, me detengo, haciendo que inmediatamente abra sus ojos — ¿Por qué para? — pregunta alterado.— ¡Es su castigo por ser un soquete! — una sonrisa maliciosa se dibuja en su rostro, al tiempo que tira su cabeza hacia atrás dejándose caer sobre la almohada.— ¿Esta segura que es a mi a quien castiga? — dice con ese tono de suficiencia que detesto. Involuntariamente tuerzo los ojos por su comentario, por la simple razón de que esta en lo cierto, sin embargo, lo miro desafiante limitándome a solo rozar con mi dedo la punta de su capullo.— ¡Si! ¡Estoy segura! ¿Qué piensa hacer al respecto? — lo desafí
Durante todo el camino de regreso a casa lloro como una autentica estúpida, pienso en lo frio de su mirada al salir de la cabaña y el dolor se agudiza — ¡¿En qué estaba pensado?! — me reprocho. Supongo que me dejé confundir por lo tierno y delicado de sus caricias creándome una fantasía en la que signifique algo más profundo para él y allí, justo allí, estuvo mi error. Desde un principio me advirtió que solo sería sexo, es que ni siquiera debería estar molesta, porque fue mi decisión, el propuso el juego y yo dispuse seguirlo, obviamente salí perdiendo. Tontamente me creí capaz de jugar con ese fuego ardiente sin salir quemada — ¡Por Dios Jennifer! —Después de un recorrido que se me hizo eterno, por fin, estoy en casa. Me miro al espejo y mi propio reflejo me produce pena ajena — ¡¿Cómo es