¡No puedo!

Continuo acariciándolo sin perder detalle de sus gestos, adoro como contrae su ceño y muerde ligeramente su labio inferior producto del placer que le produzco. Consciente que no debe estar lejos de llegar a la cúspide, me detengo, haciendo que inmediatamente abra sus ojos — ¿Por qué para? — pregunta alterado.

— ¡Es su castigo por ser un soquete! — una sonrisa maliciosa se dibuja en su rostro, al tiempo que tira su cabeza hacia atrás dejándose caer sobre la almohada.

— ¿Esta segura que es a mi a quien castiga? — dice con ese tono de suficiencia que detesto. Involuntariamente tuerzo los ojos por su comentario, por la simple razón de que esta en lo cierto, sin embargo, lo miro desafiante limitándome a solo rozar con mi dedo la punta de su capullo.

— ¡Si! ¡Estoy segura! ¿Qué piensa hacer al respecto? — lo desafí

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