Petición desesperada.

Cuando Caroline abrió la puerta y vio al supremo, se mordió el labio de manera lasciva, dejando claro que le fascinaba lo que tenía enfrente. Sin embargo, él la miró de arriba abajo, recorriendo su camisón de seda y su cabello suelto, y en vez de elogiarla, hizo un gesto de repugnancia.

—Esa fragancia huele asqueroso — comentó con desagrado, lo que borró la sonrisa de Caroline.

—Pasa, iré a tomar una ducha — dijo, claramente disgustada. Quería complacerlo, pero él siempre parecía encontrar algo que criticar.

Elijah entró, se acomodó en el sillón más acogedor del salón y encendió la televisión.

Cuando Caroline regresó, se acomodó en las piernas de Elijah con una copa de vino en la mano.

—Sé lo que está pasando con tu nueva mascota, y aunque me voy a quedar callada, tengo mis condiciones — reveló con cierto desafío.

Elijah gruñó en respuesta.

—No es mi mascota. Su nombre es Marlén — la corrigió, haciéndola temblar con una simple mirada. No obstante, ella disimuló y con premura volvió a
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