—¡Atrévete y será lo último que hagas! —le sentenció Elijah con voz gutural de alfa. Aunque ni él mismo entendía su propio afán por cuidar de Marlén, tuvo que contener a Atlas para que no tomara el control y arrancara de un solo golpe el corazón de Caroline.—Aún no has cumplido con nuestro trato —le reclamó Caroline cuando se enteró de sus intenciones. Irritado, dio la vuelta, la empujó contra una repisa, le alzó la falda de la bata de baño y de un solo tirón brusco y salvaje, rasgó su ropa interior.—Este es el Elijah que me gusta —jadeó Caroline emocionada.—¡Silencio! —le ordenó Elijah con voz de alfa. Lo siguiente que ella sintió fue cómo él se enterró en su ser con ímpetu y salió a la misma velocidad para cargarla, haciéndola gimotear con fuerza y apretar los muslos alrededor de sus caderas.—Sí, Elijah… no te contengas, supremo —su brutalidad le arrancó el primer orgasmo. La pasión desbordaba sus cuerpos, caliente y líquida, inundando esa sala con el olor del deseo salvaje.Tra
Marlén apretó los labios mientras visualizaba el lugar, sintiendo que algo le ardía dentro del pecho. Experimentaba la misma desilusión que alguien que ha sido traicionado por la persona a quien más ha amado, pero trató de disimularlo y poner su mente en blanco.«No debe dolerme, ella es su amante», se convencía a sí misma de que eso que estaba sintiendo no era real.Mientras avanzaban hacia la casa de la chica, se quedó asombrada al descubrir que, a diferencia de las casas que rodeaban la mansión del Supremo, escondido tras estos glamorosos edificios y casas despampanantes, se extendía un barrio marginal. Allí, la pobreza era evidente, aunque se percibía un fuerte sentido de comunidad. Sin embargo, la diferencia social y jerárquica era palpable.En la pequeña y modesta sala, iluminada por un único punto de luz que colgaba del techo, Marlén estaba cuando escuchó una voz ronca, de un chico que gruñó detrás de ella.Por instinto, se volvió para ver cómo un hombre de complexión delgada s
—De verdad hueles como lo haría un humano común —murmuró Alaric, oliendo los rizos rojos de Marlén. Pero de repente, una mano en su pecho lo apartó con violencia.—Mantén la distancia, tío —esto reverberó en un gruñido. Thiago y Nerea temblaron cuando Elijah arrebató a Marlén de su lado y la tomó en brazos.Con la respiración agitada por la tensión que creaba su cercanía, Elijah cargaba a Marlén entre sus brazos mientras se dirigía hacia el imponente palacio.El viento nocturno soplaba con fuerza, haciendo que los pliegues de la falda del vestido de Marlén se agitaran en el aire, desafiando sus intentos por controlarlos. Ella se aferraba a los bordes de su vestido desesperadamente, pero la velocidad a la que avanzaban hacía que fuera imposible mantenerlo en su lugar.—Ya he recuperado mi fuerza, no necesito que me lleves en brazos —expresó con tono de molestia, y agitando sus piernas en un intento de liberarse.—Si necesitas a alguien para cargarla, ya tienes a tu damisela —le reclamó
—¿Qué me has hecho, pulga? — cuestionó Elijah con voz gutural, apoyado contra la pared y con las venas de su frente alteradas.—¿Qué podría hacerle yo a alguien como tú? — exclamó Marlén, incapaz de contener su asombro ante la dramática transformación de Elijah, que parecía sacada de una pesadilla surrealista.Con cada hueso que se rompía, un estremecedor crujido llenaba sus oídos, causando a su vez escalofríos que recorrían el alma de Marlén.La piel tersa de Elijah dio paso a un pelaje blanco, tan brillante que parecía emitir un resplandor propio, y a la vez se complementaba con la luz de la luna, creando destellos luminosos en cada hebra que cubría su abdomen, torso, brazos, muslos, espalda baja y pantorrillas.Sus ojos color azul eléctrico pasaron a un intenso tono dorado, como si contuvieran una antigua sabiduría ancestral. Sus orejas se alargaron y se movieron hacia la parte superior de su cabeza, confiriéndole una apariencia más felina. Sobre su frente, brotó un mechón de pelaj
El lobo gigantesco no representaba una amenaza real, como ella temía, ya que solo olfateó a Mateo, acercando su nariz al bebé, quien con mirada curiosa e inocente lo tocaba con su manita.Marlén creyó que se desplomaría en ese mismo momento, pero al ver que Atlas no dañaba a Mateo, se permitió respirar. Fue entonces testigo de cómo el lobo, mirándola a los ojos y dejándose acariciar por el niño que se convirtió en su ancla de cordura y quien tuvo el poder de eliminar todo rastro de esa pócima oscura en él, pasó de estar violento a estar muy tranquilo. Y en un pestañeo los ojos del lobo se tornaron dorados, y se materializó pasando a ser Elijah.—Les hice daño—, murmuró Elijah con voz llena de angustia.Marlén negó con la cabeza, tratando de transmitirle tranquilidad con su gesto. Todos los presentes estaban escépticos ante la repentina transformación del supremo.—No sé qué me ocurrió, nunca me ha ocurrido algo así—, expresó él, visiblemente aturdido, y odiando el terror que podía ve
La transformación de Mateo era un espectáculo aterrador y fascinante a la vez. Los suaves crujidos de sus huesos reajustándose bajo la piel llenaron el aire, pero el bebé no lloró. Solo jadeó, reflejando una mezcla de asombro y dolor.Marlén sintió su corazón latir con fuerza en su pecho, viendo impotente cómo el cuerpo de su hijo cambiaba irrevocablemente.—¡Esto es arte! — continuaba murmurando Alaric, con ojos llenos de ambición. De repente, una densa y suave capa de pelo blanco, como la nieve, comenzó a cubrir la piel sensible de Mateo. Sus manos y pies se transformaron en afiladas garras, listas para defenderse y protegerse. Sus rasgos faciales también cambiaron, adquiriendo una apariencia más feroz, con un hocico y colmillos tiernamente amenazantes.Mateo le gruñó a Alaric, quien se encogió y soltó una risa triunfante y burlona.Mientras tanto, Julia, la madre de Marlén, al ver a su nietecito así, entró en estado de shock emocional y se desmayó. Sabrina, por otro lado, seguía pr
Cuando Elijah, Lucius y Roy entraron en el aposento, la escena que se extendía ante sus ojos era caótica e inquietante.Elijah percibió cómo algo en su pecho ardía al ver a su madre y a su hermana postradas en el suelo, cada una con un dardo todavía clavado en su cuerpo.Una mezcla de horror y furia incendió sus entrañas mientras observaba a sus sobrinos, transformados en feroces lobos, lamiendo desesperadamente a Tara, cuyos sollozos desgarradores llenaban la habitación.Se tocaba en círculo sobre el pecho, mientras su respiración se volvía irregular y le estaba costando que sus pulmones recibieran el aire necesario. Tenía tiempo, que no sentía de ese modo, aunque se aferraba al amor que antes experimentaba por su familia para no ser un témpano de hielo en su totalidad, ahora, no era el apego a un recuerdo o la salvedad de una obligación como hijo, padre, hermano o tío, lo que estaba sintiendo era real y muy propio, pero no se permitió pensar en cómo o qué le estaba provocando que vo
Escuchando los lamentos y ruegos, Alaric sonreía cruelmente, satisfecho con su trabajo. Estaba convencido de que finalmente descubriría la verdadera naturaleza de Marlén, lo que le daría el apoyo de los lobos para deshacerse de Elijah.Pero entonces, un gran aullido resonó en el lugar y Alaric palideció.—¿Cómo...? — murmuró, aterrado. Antes de que pudiera reaccionar, un golpe lo lanzó lejos del círculo. Cuando intentó levantarse, se dio cuenta de que tenía una herida mortal en el abdomen.«¡Ese maldito supremo! Debería estar encerrado, en su forma lobuna y fuera de sí», rezongó Alaric, viendo a Atlas con incredulidad.No había esperado que el supremo apareciera en ese momento y ahora estaba allí, de pie en medio del círculo, con sus filosas garras desplegadas, resoplando y mirándolo con intención evidente de arrancarle el corazón.—Supremo, gracias a la diosa, estás bien. Todos aquí nos angustiamos por tu estado — vociferó Alaric, arrastrándose hacia atrás como una lombriz de tierra,