En un momento, Reina Maray tomó su rostro entre sus manos y lo miró profundamente a los ojos grises, como si quisiera grabar ese instante en su memoria. Como si dentro de ella… se estuviera despidiendo de ese Rey Alfa, del que inevitablemente se había enamorado hasta decidir dar su vida por él. Con un movimiento ágil, Rezef desgarró su pantalón, dejando a su Luna completamente desnuda. La levantó, envolviendo sus piernas alrededor de su fuerte cintura; mientras continuaban besándose, uniendo sus cuerpos en un abrazo que parecía eterno. Cada roce y cada mínimo contacto le recordaban a ese Alfa que su amor no era solo una emoción, sino un fuego ardiente que jamás se apagaría, una conexión eterna que los uniría por siempre. El mundo a su alrededor no existía mientras se entregaban el uno al otro, perdidos en la pasión y el intenso amor. Maray llevó su boca hacia la oreja de ese Alfa, un beso seguido de pequeñas mordidas, disfrutando del ligero rubor que se mostraba debido a l
—¿Por qué no me dices la verdad? ¿Estás pensando en impedirlo, no es así? —le preguntó Alfa Rezef a su Luna. Bajo las coloridas copas de los árboles otoñales, cuyas hojas rojizas caían suavemente con la brisa nocturna, yacían sobre el suelo las prendas de esos Reyes Alfa. Recostados sobre ellas, compartían el calor de sus cuerpos desnudos mientras conversaban. Maray, aferrándose al cuerpo de su Alfa, se hundió entre el cuello y el hombro izquierdo de Rezef. —Sí… —dijo con voz temblorosa. No planeaba hacerlo. Decirle la verdad, pero… ¡Era imposible luchar contra el amor que sentía por él! La mirada gris claro de ese hombre lobo se perdía en las copas de los árboles, ligeramente plateadas por la luz de la luna. Él suspiró mientras sus grandes manos se aferraban a la figura sensualmente atlética de su hembra. —¿Cómo pensabas hacerlo? Maray tragó saliva con inquietud, como si el aroma de su macho fuera una droga de la verdad. Sus labios se separaron, dispuesta a hablar. —Iba
—Si ese ser sabe del pergamino, quizás conozca alguna otra manera de romper el trato. No importa las consecuencias; si no son la vida, estoy dispuesto a pagar cualquier otra. Ante las palabras de su Alfa, Maray se sorprendió. —¡No! ¡No puedes! ¡¿Has olvidado cómo te conté que robé ese pergamino?! ¡Seguro que quiere matarme! ¡Si lo buscas, entonces él te…! —Hay que intentarlo —interrumpió Rezef—. Si no lo hago, seguirás con tu plan de borrar mis recuerdos y manipular la batalla según tus egoístas pensamientos, ¿no es así? Parece que la diosa me dio a la Luna más complicada posible… Pero, aunque seas cruel… —Alfa Rezef se inclinó hacia Maray, sus narices rozándose mientras sus alientos se entrelazaban— me gusta cómo piensas en mi bienestar… Cómo demuestras lo mucho que me amas. Tras esas palabras, los labios del hombre lobo rozaron los de Maray, como pequeñas caricias seductoras y provocativas. Cuando Maray intentó besarlo, enredándose ferozmente, él alejó sus labios nuevamente. U
—¿Cualquier cosa, con tal de que no sea matar a Tabitha? —le preguntó Maray a Rezef, con una expresión de sorpresa en su rostro. —Exacto. Dejo el resto en tus manos~ —una sonrisita curvó sus labios. En su mirada gris, se reflejaba la confianza que tenía en su Luna. ¡Maray no pudo evitar sentir su corazón emocionado! —Pensé que… Creí que te ibas a deprimir por ella. No sabía cómo decírtelo y por eso lo he ocultado… —susurró ella, un poco avergonzada. Alfa Rezef arqueó una ceja. —¿Por qué iba a reaccionar así? Luna mía, ¿aún no me conoces lo suficiente? —dijo en tono seductor, jalando el brazo de Maray, acercándola tanto que sus pieles desnudas sentían el calor del otro—. Ella se marchó por su cuenta, y la seguridad de todos es primero. Si tú crees que es una amenaza, entonces toma acciones, no serás juzgada. Los brazos de Maray se aferraron con todas las intenciones a su Alfa, levantando la mirada, lo miraba con ilusión. —Si el Rey Alfa me lo dice de esa manera~ tendré que hace
Esa mañana fría y nublada, Aeron se percató de que se había quedado dormido sobre la silla frente a la chimenea que ya se había apagado. El aire era denso y el silencio envolvía la cabaña, interrumpido solo por el leve crujir de la madera. En la banca, aún yacía Tabitha inconsciente, una sombra de lo que había sido, dejando a Aeron con una inquietante sensación de preocupación. En ese momento, él escuchó unos murmullos frente a la puerta… ¡Maray y Rezef! Sin pensarlo, ese hombre lobo pelirrojo salió de inmediato, apurado por la inquietud que le causaba la presencia de su Reina. —¡Reina! —exclamó, preocupado, creyendo que Maray había tenido problemas con Rezef por el tema de Tabitha. «Todo está bien, mi Beta…» , le respondió ella por medio de su enlace mental, pero su tono no lograba calmar la alarma en el pecho de Aeron. «¿Por qué lo ha traído entonces, Reina?» , le preguntó Beta Aeron, curioso, su mente ya imaginando las peores situaciones. —Rezef se irá… Unos días, no sabem
Un silencio rotundo en la cabaña, interrumpido solo por el suave murmullo del viento que se colaba por las ventanas. Reina Maray, con sus ojos de color rubí, brillando intensamente bajo la luz de las velas, se concentraba en el delicado trabajo de inscribir los últimos símbolos en la cápsula mágica. Sus manos, firmes, trazaban líneas de poder con una mezcla de su sangre, mientras Beta Aeron observaba con admiración a su Reina Alfa. —¿Está segura que esto va a funcionar, Reina? —le preguntó Aeron, su voz hecha un susurro tenso. La hembra de cabello largo negro, Tabitha, yacía inmóvil en el centro de la habitación, envuelta en un intenso brillo rojizo, de la magia de esa híbrida Alfa. —Debemos hacerlo… No hay más alternativas… —respondió Maray, sin apartar la vista de su trabajo. Las horas pasaban rápidamente, y el día se tornaba en una noche oscura y sin estrellas. Reina Maray sabía que cada momento contaba. Con un último movimiento, terminó de trazar el símbolo final en
Maray decidida, comenzó a recitar un hechizo, sus palabras resonando con poder. La cápsula brilló intensamente, y un círculo de luz escarlata comenzó a formarse a su alrededor. Tabitha, ahora completamente consumida por la oscuridad, se lanzó hacia ella con una velocidad sobrenatural. Maray, a pesar de la amenaza, mantuvo su concentración, el brillo de la cápsula se comenzó a intensificar. Tabitha se abalanzó hacia Reina Maray, y en el último instante, Maray haciendo un leve gesto con su mano, levantó la cápsula por los aires, un rayo de luz escarlata emergió, pero antes de que pudiera atraparla, Tabitha se lanzó hacia la penumbra del bosque, desapareciendo. —¡NOOO! ¡Es por tu bien, Tabitha! —gritó esa hembra pelirroja—. ¡Aeron, tenemos que ir tras esa loba! —¡SÍ, REINA! —acató de inmediato la orden, ese Beta. Ambos se lanzaron en las profundidades del bosque otoñal, sus pasos resonando sobre la tierra y hojas secas. Maray sentía una mezcla de angustia y determinación. ¡R
«Reina, ¿cuál es su plan?», le preguntó Beta Aeron a Maray por medio del enlace mental. «Mi abuela me entregó algo… Algo con lo que definitivamente podría acabar con Gaspar. Pero para eso, necesito que te quedes con Tabitha y hagas distracción.» —Lo haré, Reina —una sonrisa se dibujó en el rostro del Beta pelirrojo, quien de inmediato tomó su forma lobuna. La enorme bestia de pelaje rojo granate, fuerte e imponente, soltó un rugido que resonó a kilómetros a la redonda. Sin dudarlo, se abalanzó hacia Tabitha. —¡¿Qué?! —ella, temblorosa, observaba cómo Beta Aeron se lanzaba a atacarla. Su cuerpo, sin embargo, esquivó los ataques del feroz lobo, uno tras otro. Tabitha se movía con una agilidad y elegancia que la sorprendió. ¡Ella no lo estaba haciendo por voluntad! Beta Gaspar se adentró de inmediato en la penumbra del bosque, como si estuviera huyendo. Maray, sin perder tiempo, lo siguió, asumiendo la forma de su majestuosa y poderosa loba Arin. ………. La luna llena ilumina