«Reina, ¿cuál es su plan?», le preguntó Beta Aeron a Maray por medio del enlace mental. «Mi abuela me entregó algo… Algo con lo que definitivamente podría acabar con Gaspar. Pero para eso, necesito que te quedes con Tabitha y hagas distracción.» —Lo haré, Reina —una sonrisa se dibujó en el rostro del Beta pelirrojo, quien de inmediato tomó su forma lobuna. La enorme bestia de pelaje rojo granate, fuerte e imponente, soltó un rugido que resonó a kilómetros a la redonda. Sin dudarlo, se abalanzó hacia Tabitha. —¡¿Qué?! —ella, temblorosa, observaba cómo Beta Aeron se lanzaba a atacarla. Su cuerpo, sin embargo, esquivó los ataques del feroz lobo, uno tras otro. Tabitha se movía con una agilidad y elegancia que la sorprendió. ¡Ella no lo estaba haciendo por voluntad! Beta Gaspar se adentró de inmediato en la penumbra del bosque, como si estuviera huyendo. Maray, sin perder tiempo, lo siguió, asumiendo la forma de su majestuosa y poderosa loba Arin. ………. La luna llena ilumina
El aire se volvió denso en el claro de ese bosque otoñal. Un ambiente cargado de una energía oscura que parecía vibrar alrededor de esa enorme esfera escarlata. Dicha esfera de energía, que antes brillaba con un fulgor escarlata, ahora temblaba, como si estuviera a punto de estallar. Beta Gaspar, en su forma humana, se retorcía dentro de la prisión mágica, sentía que su sangre hervía con una furia incontrolable… ¡ESTABA FURIOSO! ¡Una loba que consideraba más débil que Ginne, no podía derrotarlo! ¡NO IBA A MORIR! —¡No puedes detenerme, niña estúpida! —rugió, su voz resonando como un trueno esa fría y ventosa noche. La rabia en el pecho de ese hombre lobo brujo, se transformó en un aullido desgarrador que hizo temblar los árboles a su alrededor y la esfera continuó sacudiéndose, mientras una electrizante magia negra rodeaba a Gaspar. Reina Maray, sintiendo el poder del hechizo fluir a través de ella, se concentró aún más… ¡NO IBA A PERDER! ¡ÉL NO PODÍA SALIR VIVO! Ella s
La energía que estaba destinada a atrapar a ese Beta brujo… ¡Ya no estaba!… En su lugar, Tabitha agonizante metros a distancia de ese brujo, que como si no hubiese pasado nada, se levantaba sacudiendo sus ropas. Ese lobo brujo que había estado observando desde el interior de la esfera, se abalanzó sobre Tabitha, sus garras afiladas como cuchillas, hundiéndose en el cuerpo de ella. ¡MARAY QUEDÓ EN SHOCK VIENDO LA ESCENA! Beta Gaspar, sacó del interior de Tabitha lo que parecía un fragmento cristalizado de color púrpura brillante, mismo que comió, liberando a esa hembra de su dominio, para que muera rápido. Seguidamente, ese brujo sacó un frasco con su tinta maldita, con un sutil movimiento de su mano en el aire, se materializó unos trozos rectangulares de papel a base de su energía, de inmediato escribió con su garra llena de la tinta. Tal proceso. No era nada rápido… ¿Pero quién podría detenerlo? Beta Aeron inconsciente en su forma humana a la distancia.Maray apenas podía poner
••••••••••• En las profundidades del bosque rumbo al territorio de la manada Luna Plateada. Sobre la tierra húmeda, cientos de huellas de patas de lobos. ¡¡Las huellas que dejaba el ejército de lobos de Garra Dorada!! El Rey Alfa Dalton. Avanzaba guiando a sus lobos, tenía varios objetivos: destruir Luna Plateada, matar a Alfa Rezef y secuestrar a Maray la híbrida de la manada Noche Carmesí, para que esta tuviera su descendencia. Por supuesto… ¡Él no sabía que Maray, había quedado estéril!, su método de procrear ya era inútil aún si saliera victorioso. Justo en ese momento. Una horrible sensación golpeó su pecho. —¡GASPAR! —aulló, Dhir. El lobo de Alfa Dalton. «¡Está en peligro! ¡Tenemos que hacer algo por él!» , exclamó por medio de su voz interna, Alfa Dalton, hablando con Dhir. —¡Hagámoslo! —rugió en gran magnitud ese feroz y enorme lobo de pelaje dorado como el oro. Concentrándose, Dhir comenzó a ser rodeado por una ligera aura dorada que empezó a bril
En el extremo noroeste de Luna Plateada, se encontraba Valle Boscoso de la Luna. Un lugar donde la naturaleza se desbordaba entre rojos y naranjas del otoño, donde montañas majestuosas rodeaban un claro. En el centro del valle, un lago extenso reflejaba la luz de la luna llena. Un viento suave y helado recorría el paisaje, acariciando la oscura cabellera del Rey Alfa Rezef, cuya imponente figura de dos metros se alzaba en la penumbra, envuelta en sus típicas ropas negras que parecían fusionarse con las sombras. Sentado sobre una roca enorme a la orilla del lago, Rezef sostenía con firmeza el pergamino del dragón, un antiguo artefacto que había recuperado de los oscuros rincones del templo de Luna Plateada. Sus ojos, fijos en la luna, reflejaban la tormenta que se desataba en su interior. Su corazón latía con un ritmo frenético, lleno de preocupación por el caos que pasaba su manada. La furia y el dolor por sus lobos heridos en la batalla que sentía se estaba desarrollando,
—Me niego —respondió Rezef de inmediato, guardando el pergamino en el bolsillo interior de su abrigo largo—. Se queda conmigo —dijo, cruzándose de brazos con determinación. —Uno de los dos tiene que morir. Son las reglas del trato que han sellado. Es imposible que ambos cumplan con las exigencias; el pergamino se alimenta de la vida del que falla. —¿Es realmente así…? —preguntó Rezef, incrédulo. —Es un conocimiento que pocos poseen. El pergamino elige a una víctima al azar y usa su veneno para incapacitarlo de cumplir uno o varios requisitos… Ella le era más apetecible por su magia; la maldición del pergamino ayudó a envenenarla. "¡¿Cómo este maldito sabe todo eso?!" Pensó furioso Rezef. "¿Ha espiado? ¿O Tiene una fuerte conexión con el pergamino…?" —¡NO DIGAS ESTUPIDECES! ¡¿Cómo un maldito pergamino puede hacer algo así?! —gruñó Rezef, su voz llena de rabia y desesperación. El ser exhaló, chasqueando los dedos. De repente, una visión se materializó ante Alfa Re
••••••••• —Aquí estarás bien —susurró Beta Aiden, dejando en una cueva a Tabitha, inconsciente y aún con su herida sensible sanando lentamente. Tras alejarse de esa hembra, ese hombre lobo tomó su forma lobuna, lanzándose hacia la espesura del bosque. Fue en ese momento, cuando escuchó débilmente la voz de su mate, la Omega Liza, parecía estar alterada. Beta Aiden recordó que ella estaba cuidando de los mellizos, así que sin siquiera pensarlo se dirigió hacia ella. En cuestión de minutos, lejos del centro del pueblo de Luna Plateada. Liza corría hacia ese lobo Beta de pelaje oscuro que se dirigía hacían ella abriéndose paso en la espesa maleza. —¡Aiden! ¡Aiden ayúdame! —lloraba la Omega desesperada. Su mate tomó de inmediato su forma humana y ella se lanzó abrazando a ese macho. —¡¿Qué ocurrió?! ¡¿Dónde están los mellizos?! —preguntó alterado Beta Aiden por sus sobrinos mellizos, a la vez que retenía a esa dulce y frágil hembra entre sus brazos. Sin embargo, antes de que
El viento helado cortaba el aire en el claro destrozado del bosque otoñal, donde las hojas crujían bajo las patas de los combatientes. Lobos de Luna Plateada y Noche Carmesí, todos contra ese Beta brujo… ¡PERO ERA INÚTIL! ¡No dejaban de salir heridos! Después de todo… Ese Beta brujo estaba siendo protegido por el don de su alfa. La luna iluminaba el escenario lleno de gruñidos y aullidos, reflejando un brillo en el pelaje pelirrojo de la loba de Maray, Arin. Esa Reina Alfa, en su forma de loba, ahora se encontraba frente a Beta Gaspar, el brujo que había traído tanto caos y desesperación a sus tierras. El corazón de ella latía con fuerza… ¡Pero tenía que seguir luchando! ¡La Reina Luna no podía caer!, menos si el Rey Alfa no había llegado. Beta Gaspar, envuelto en una neblina oscura, sostenía en su mano cientos de sellos que comenzó a utilizar para dejar inconscientes a todo lobo que se atraviese en su camino. —¡SOLO DEBEN RENDIRSE! ¡DE TODOS MODOS, MORIRÁN CUANDO MI MAN