—Pienso enseñarle un hechizo a Maray para que lo retenga, lo suficiente para que tú acabes con Dalton y la bendición de protección del Alfa de "Garra Dorada" en todos sus lobos, desaparezca. Las palabras tajantes de esa hechicera, le mostraban a ese Rey Alfa, que ella hablaba muy enserio. —¿Quiere que deje sola a Maray…? —arqueó una ceja ese Alfa. Reacio al plan de Zoraida— No lo haré. Gaspar es una bestia a otro nivel… Es un ser que no debería existir. —¿Alguna vez lo has enfrentado? —le preguntó Zoraida, mientras sostenía la esfera en sus manos, las puntas brillaban, sin causarle ni una sola herida a las manos de esa hechicera. —Constantemente. Es el estrega de Dalton, Gaspar intenta infiltrarse siempre en mi territorio —le explicó ese Alfa de Luna Plateada a Zoraida—. Ese lobo que es mi tío, es un imbécil, todos sus movimientos dependen de Gaspar. Mi tío solo está cegado por el odio y poder. No quita que ambos merezcan morir… Pero Gaspar tampoco es un enemigo a… —¿Piensas
Las nubes grises sobre la tarde, un manto sombrío que retumbaba con el estruendo de los truenos. En las profundidades del bosque sur del territorio de "Garra Dorada", se erguía un edificio de dos pisos, construido de piedra y cubierto de enredaderas y maleza, envuelto en una densa neblina que parecía cobrar vida propia. Pero esa neblina no era un capricho de la naturaleza; era un campo de energía oscura, un guardián invisible que alertaba al dueño de ese lugar sobre la presencia de intrusos o curiosos. Entre los árboles, un camino de tierra se desvanecía en una senda de piedra quebrada. Los pasos de Tabitha, una hermosa hembra de cabello largo y oscuro como la noche, se detuvieron al llegar al umbral de aquel edificio extraño. Los árboles, imponentes y frondosos, proyectaban sombras escalofriantes. Bajo su influencia, el edificio parecía estar atrapado en un perpetuo crepúsculo, consumido por la oscuridad. "Cuesta… Me cuesta respirar" Pensó Tabitha, rodeada de la neblina,
En el salón de rituales de la bruja Zoraida, los mellizos dormían profundamente, recostados en una mesa rectangular de piedra. Maray, ansiosa, observaba a su abuela. —Quédate cerca por si llego a necesitarte, —le dijo Zoraida a su nieta—. También tú, Alfa Rezef —sonrió la anciana, dirigiendo su mirada al Rey lobo de Luna Plateada. Sin embargo, justo antes de iniciar… ¡Ese Alfa sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo! Era una señal de alerta, un aviso del peligro inminente que acechaba a uno de sus lobos. ¡El rostro de ese Alfa palideció! De inmediato, salió del salón y subió rápidamente las escaleras. —¿Y ahora…? —susurró la anciana, viendo la confusión en el rostro de Maray. —¡Iré por él! —exclamó Maray, siguiendo de inmediato a ese macho. —¡Date prisa! La poción no durará demasiado, el tiempo es esencial si no queremos que los cachorros sufran —advirtió Zoraida, con preocupación en su voz. Una vez que la Reina Alfa salió del salón oculto en esa imponente mansión en el
Los mellizos yacían dormidos en mesas rectangulares del salón de la bruja Zoraida. La luz tenue de las velas danzaba a su alrededor, creando sombras. Esa bruja del Círculo Escarlata, con su mirada intensa y sabia, observaba a los niños, sabiendo que lo que estaba a punto de hacer cambiaría sus vidas para siempre. Estaba a punto de llevar a cabo un peligroso ritual para remover los sellos del cuerpo de esos mellizos, que ocultaban su verdadera identidad desde su nacimiento. Con un gesto cuidadoso, la bruja se acercó a las mesas, asegurándose de que los mellizos estuvieran cómodos y dormidos. Connie, la niña, respiraba suavemente, su rostro sereno, mientras que Connor, su hermano, se movía ligeramente, como si en sus sueños luchara contra fuerzas invisibles. Algo que llamó la atención de Zoraida, parecía que el cachorrito ciego, no caía del todo el en ritual del sueño de esa bruja. Ella sabía que el momento era crucial; liberar a los mellizos de esos sellos significaba des
El llanto de Connor resonó en el aire, un eco desgarrador que hacía temblar el corazón de Maray. ¡¡La bruja Zoraida sabía que debía actuar rápido!! Con determinación, se preparó para volver a forzar el sueño en Connor y quitarle el sello. —¡Vete con la niña, Maray! ¡Yo me ocuparé de esto! •••••••••• La tarde caía lentamente en el bosque, y la oscuridad se adensaba como una sombra profunda. Las ramas de los árboles, desgastadas por el tiempo, se retorcían en formas escalofriantes, mientras las gotas de lluvia comenzaban a caer levemente. Cada paso que daba Alfa Rezef era acompañado de los latidos frenéticos que resonaban en su pecho. La búsqueda de su hermano Beta Aiden se había convertido en prioridad, llegando casi al anochecer a las afueras del territorio de Luna Plateada rumbo a Garra Dorada. Zona donde podría encontrar a su hermano, Beta Aiden. La lluvia, al principio suave, se tornó en un torrente que azotaba su cuerpo. Pero Alfa Rezef no podía rendirse. La im
✧✧✧ Varias horas atrás. ✧✧✧ Las ráfagas de viento, resultado del poderoso hechizo de la bruja Zoraida, chocaron contra la barrera que mantenía el sello de Connor intacto. El caos se apoderó del salón: frascos de pociones rotos, muebles volcados, todo convertido en un desastre. En la mesa rectangular, el mellizo yacía, finalmente inconsciente una vez más. Zoraida, exhalando con dificultad, mostraba cortes por todo su cuerpo, hilos de sangre deslizándose por su piel, consecuencia del impacto de aquellas poderosas ráfagas de energía que emanaban de ese pequeño cachorro. —¡AHORA, MARAY, INGRESA! —ordenó la bruja Zoraida con voz firme. Reina Maray, que aguardaba al otro lado de la puerta, sintió la urgencia en el llamado de su abuela. Bajó las escaleras a toda prisa, dejando a Connie a salvo en el pasillo exterior, lejos del peligro. Con su sangre mezclada con la de su abuela, Maray comenzó a recitar el hechizo que había escuchado tantas veces. El proceso fue más arduo que
—¡Hay que estabilizarlo y de alguna manera reducir el dolor que está sintiendo! —exclamó la hechicera Zoraida—. Solo si logramos eso, él podrá soportar su dolor. Pero… no sabemos por cuánto tiempo. ¿Qué sería de su cachorro? ¿Estaba a punto de morir? Esas preguntas cruzaron la mente de Reina Maray, que sentía que su mundo se desmoronaba. Connor, más que ser un híbrido, era un mestizo como su padre; no tenía ni una pizca del aura mágica de un miembro del Clan del Círculo Escarlata, como Connie sí poseía. Sin embargo, sus rasgos físicos eran como los de Maray, especialmente su cabellera pelirroja, característica de los lobos de Noche Carmesí. ¿No significaba eso que su lobo era uno rojo, como los de esa manada en particular? ¿O no tenía relevancia alguna más que un rasgo heredado de los genes de su madre? Maray volvió a colocar al mellizo en la mesa circular de rituales. En esta ocasión, colocaron sellos por todo su cuerpo. Estos sellos, hechos a base de sangre, eran
✧✧✧ Horas antes, en la guarida de Beta Gaspar de Garra Dorada. ✧✧✧ En cuestión de segundos, ese Beta brujo acercó sus garras al pecho izquierdo de Tabitha y… La atravesó. ¡¡El dolor era insoportable!! Tabitha sintió cómo la vida se le escapaba a través de la herida, mientras el veneno oscuro de las garras de Gaspar se esparcía por su cuerpo. Recordó la noche tormentosa en que dejó atrás a su manada, la única familia que había conocido. Todo fue por el bienestar de la manada. No podía traicionarlos a ellos al estar controlada por ese misterioso infiltrado. No quería perjudicar los planes de su Alfa. El recuerdo de Alfa Rezef cruzó por su mente. ¿Nunca más lo volvería a ver? ¿Ni siquiera en la distancia? Había renunciado a todo lo que amaba, y ahora, ahí estaba, atrapada con un siniestro lobo híbrido y corrompido que utilizaba magia que no le correspondía poseer. —Este es el precio de la lealtad. De ser tan terca y no acceder a las buenas, mi tan lamentable Tabit