✧✧✧ Varias horas atrás. ✧✧✧ Las ráfagas de viento, resultado del poderoso hechizo de la bruja Zoraida, chocaron contra la barrera que mantenía el sello de Connor intacto. El caos se apoderó del salón: frascos de pociones rotos, muebles volcados, todo convertido en un desastre. En la mesa rectangular, el mellizo yacía, finalmente inconsciente una vez más. Zoraida, exhalando con dificultad, mostraba cortes por todo su cuerpo, hilos de sangre deslizándose por su piel, consecuencia del impacto de aquellas poderosas ráfagas de energía que emanaban de ese pequeño cachorro. —¡AHORA, MARAY, INGRESA! —ordenó la bruja Zoraida con voz firme. Reina Maray, que aguardaba al otro lado de la puerta, sintió la urgencia en el llamado de su abuela. Bajó las escaleras a toda prisa, dejando a Connie a salvo en el pasillo exterior, lejos del peligro. Con su sangre mezclada con la de su abuela, Maray comenzó a recitar el hechizo que había escuchado tantas veces. El proceso fue más arduo que
—¡Hay que estabilizarlo y de alguna manera reducir el dolor que está sintiendo! —exclamó la hechicera Zoraida—. Solo si logramos eso, él podrá soportar su dolor. Pero… no sabemos por cuánto tiempo. ¿Qué sería de su cachorro? ¿Estaba a punto de morir? Esas preguntas cruzaron la mente de Reina Maray, que sentía que su mundo se desmoronaba. Connor, más que ser un híbrido, era un mestizo como su padre; no tenía ni una pizca del aura mágica de un miembro del Clan del Círculo Escarlata, como Connie sí poseía. Sin embargo, sus rasgos físicos eran como los de Maray, especialmente su cabellera pelirroja, característica de los lobos de Noche Carmesí. ¿No significaba eso que su lobo era uno rojo, como los de esa manada en particular? ¿O no tenía relevancia alguna más que un rasgo heredado de los genes de su madre? Maray volvió a colocar al mellizo en la mesa circular de rituales. En esta ocasión, colocaron sellos por todo su cuerpo. Estos sellos, hechos a base de sangre, eran
✧✧✧ Horas antes, en la guarida de Beta Gaspar de Garra Dorada. ✧✧✧ En cuestión de segundos, ese Beta brujo acercó sus garras al pecho izquierdo de Tabitha y… La atravesó. ¡¡El dolor era insoportable!! Tabitha sintió cómo la vida se le escapaba a través de la herida, mientras el veneno oscuro de las garras de Gaspar se esparcía por su cuerpo. Recordó la noche tormentosa en que dejó atrás a su manada, la única familia que había conocido. Todo fue por el bienestar de la manada. No podía traicionarlos a ellos al estar controlada por ese misterioso infiltrado. No quería perjudicar los planes de su Alfa. El recuerdo de Alfa Rezef cruzó por su mente. ¿Nunca más lo volvería a ver? ¿Ni siquiera en la distancia? Había renunciado a todo lo que amaba, y ahora, ahí estaba, atrapada con un siniestro lobo híbrido y corrompido que utilizaba magia que no le correspondía poseer. —Este es el precio de la lealtad. De ser tan terca y no acceder a las buenas, mi tan lamentable Tabit
Beta Gaspar, imponente y calculador, se acercó a ella, su figura proyectando una sombra amenazante. Con un chasqueo de sus dedos, una extraña cadena negra que parecía ser creada por los sellos de tinta oculta en el cuerpo de Tabitha, apareció rodeando el cuello de ella. La cadena negra, simbolizando su servidumbre a él. El extremo de la cadena libre se extendió hacia ese Beta brujo, que tomando la cadena en su mano derecha, la llevó hacia sus dientes y la sostuvo de una mordida, mientras ahora, abría sus ropas sucias de la sangre de Tabitha y el líquido negro de la piscina. Esa hembra de largo cabello oscuro, veía confundida lo que él hacía. Ahora ese hombre lobo brujo, dejando expuesto su pecho en el sector izquierdo, dejó al descubierto un extraño sello bastante trabajado, de forma de estrella de cinco puntas, letras que ella no comprendía. Él sacó una de sus garras y cortó en medio de la estrella, un hilo de sangre comenzó a surgir y en ese instante unió la cadena de Tabit
La lluvia caía implacable en la profundidad del bosque, empapando el suelo cubierto de hojas marchitas y lodo; las ramas retorcidas de los árboles provocaban un escalofriante sonido al chocar entre sí mecídas por el fuerte viento. Beta Gaspar, el lobo brujo, avanzaba cautelosamente, sus sentidos agudizados por la magia negra que fluía a su alrededor. De repente, un sonido abrupto rompió la monotonía del aguacero: un aullido lejano, profundo y agónico, que resonó en el aire frío de la tormenta. Gaspar, al instante, se detuvo en seco. El aroma inconfundible de un lobo de Luna Plateada llegó a sus fosas nasales, un indicio de peligro. No se trataba de cualquier lobo. ÉL YA LO CONOCÍA. El Beta de Luna Plateada. ¿Se había acercado a los territorios de Garra Dorada por Tabitha? Era lo que más tenía sentido para Gaspar. "Oh ni lo sueñes. Esa loba ya me pertenece" Pensó malicioso Beta Gaspar. Sin embargo, sintió en ese instante, una poderosa energía mágica. ¡BETA AIDEN N
Aún en su forma lobuna. Él lanzó un fuerte hechizo de distracción. Un manto de neblina negra se extendió a su alrededor, sumergiendo toda la zona en la oscuridad. Aprovechando la confusión, se preparó para huir, pero antes de hacerlo, sintió un filo atravesando su abdomen. —¡AHG! ¡M@LDITA AVE! ¡¿Y AHORA QUÉ DEMONIOS NOS HIZO?! —gritó el lobo de Beta Gaspar, herido. Ese lobo fue atravesado con una daga hecha de hielo, forjada con magia, que le causó un dolor agudo y punzante. El lobo de Gaspar, aturdido, se dio cuenta de que el verdadero peligro no solo era la ave, sino principalmente el poder que emanaba en su forma humana. Él se lanzó hacia la oscuridad del bosque, decidido a escapar. Beta Gaspar escapó, impulsado por la adrenalina y el dolor punzante que aún atravesaba su abdomen. La oscuridad del manto negro lo envolvía, otorgándole una breve oportunidad para irse. La figura del hombre de tez pálida, con su cabellera blanca y su aura helada, lo perseguía, y Gaspar sabí
Esa noche comenzaba a nublarse en el territorio de Luna Plateada. El viento meciendo las copas de los árboles en el jardín, desprendiendo aquellas marchitas, como una lluvia de la naturaleza. En el centro de ese sector, una fuente emanaba un suave murmullo de agua, añadiendo un toque de serenidad al ambiente tenso de esa noche fría. Reina Maray apareció de repente, su cuerpo esbelto envuelto en una bata ligera de seda roja que caía sensualmente sobre su figura, revelando la elegancia de cada una de sus curvas. Sin embargo, la belleza de la escena se desvaneció en el instante que sus ojos celestes mostrando un ligero tono rojizo, se encontraron con la imagen de Alfa Rezef, su esposo y Alfa de Luna Plateada. Ese poderoso hombre lobo, yacía sentado en el césped recostando su espalda a la fuente, una expresión de dolor dibujada en su rostro, con una profunda herida de garras en su costado derecho. —¡Rezef! —gritó Maray, corriendo hacia él, su corazón latiendo con fuerza. L
Rezef se sorprendió en un instante, rápidamente su expresión cambiando a una seria. —¿Y qué te dijo? —Bueno… Cierto Alfa se lastimó a sí mismo, gritando por mi atención y vine sin escuchar los resultados… Así qué… —¡Tenemos que volver con Zoraida! —exclamó Rezef. —¡¿Eh?! ¿Ya? —¿Por qué nos quedaríamos?, mi hermano está aquí, mañana estará en condiciones de vigilar. Maray suspiró, guardando silencio un poco inconforme. —Connie está muy bien, después de quitarle el sello. Se descubrió que tiene potencial como hechicera y está más ligada a Noche Carmesí. Es una híbrida y… Significa que tenemos que protegerla aún más —continuó Maray explicando a su Alfa. —Oh… Eso no lo esperaba… —se sorprendió él— ¿Y nuestro cachorro? —¿Connor…? —preguntó Maray con nerviosismo sin querer decirle lo sucedido. —¿Tenemos otro niño acaso?~ —sonrió Rezef. Maray le devolvió la sonrisa, y continuó hablando: —Connor no está muy bien… Él… No sé… Le afectó demasiado y no sabemos porqué está