••••••••••• La imponente mansión de una construcción antigua. Enredaderas trepadoras abrazando los muros de piedra, el aroma de hierbas y especias impregnaba que se esparcía en el aire. Esa mañana, tras un resplandor escarlata, sobre un círculo mágico de transportación. La Reina Maray apareció, así mismo, Alfa Rezef, los mellizos, y Alfa Hugo. La bruja Zoraida que ya los esperaba, sonrió apenas vio a esa Reina Alfa pelirroja. —Hija mía~ parece que has completado tu ritual. Ahora eres una Alfa de Noche Carmesí completa~ —sonrió esa poderosa mujer mayor, perteneciente al Clan del Círculo Escarlata. Connie de inmediato se soltó de la mano de su padre y corrió rumbo a su abuelita. —¡Abue! ¡Abuelitaaa! —se lanzó Connie a sus brazos entusiasmada. —Oh mi pequeña cachorra~ pareces muy feliz, ¿te has divertido? Connie asintió de inmediato, viendo hacia Alfa Rezef, su padre. —¡Mamá y papá se casaron!, también mamá dijo en la mañana que sellaron su destino con la marca~ papá
—Pienso enseñarle un hechizo a Maray para que lo retenga, lo suficiente para que tú acabes con Dalton y la bendición de protección del Alfa de "Garra Dorada" en todos sus lobos, desaparezca. Las palabras tajantes de esa hechicera, le mostraban a ese Rey Alfa, que ella hablaba muy enserio. —¿Quiere que deje sola a Maray…? —arqueó una ceja ese Alfa. Reacio al plan de Zoraida— No lo haré. Gaspar es una bestia a otro nivel… Es un ser que no debería existir. —¿Alguna vez lo has enfrentado? —le preguntó Zoraida, mientras sostenía la esfera en sus manos, las puntas brillaban, sin causarle ni una sola herida a las manos de esa hechicera. —Constantemente. Es el estrega de Dalton, Gaspar intenta infiltrarse siempre en mi territorio —le explicó ese Alfa de Luna Plateada a Zoraida—. Ese lobo que es mi tío, es un imbécil, todos sus movimientos dependen de Gaspar. Mi tío solo está cegado por el odio y poder. No quita que ambos merezcan morir… Pero Gaspar tampoco es un enemigo a… —¿Piensas
Las nubes grises sobre la tarde, un manto sombrío que retumbaba con el estruendo de los truenos. En las profundidades del bosque sur del territorio de "Garra Dorada", se erguía un edificio de dos pisos, construido de piedra y cubierto de enredaderas y maleza, envuelto en una densa neblina que parecía cobrar vida propia. Pero esa neblina no era un capricho de la naturaleza; era un campo de energía oscura, un guardián invisible que alertaba al dueño de ese lugar sobre la presencia de intrusos o curiosos. Entre los árboles, un camino de tierra se desvanecía en una senda de piedra quebrada. Los pasos de Tabitha, una hermosa hembra de cabello largo y oscuro como la noche, se detuvieron al llegar al umbral de aquel edificio extraño. Los árboles, imponentes y frondosos, proyectaban sombras escalofriantes. Bajo su influencia, el edificio parecía estar atrapado en un perpetuo crepúsculo, consumido por la oscuridad. "Cuesta… Me cuesta respirar" Pensó Tabitha, rodeada de la neblina,
En el salón de rituales de la bruja Zoraida, los mellizos dormían profundamente, recostados en una mesa rectangular de piedra. Maray, ansiosa, observaba a su abuela. —Quédate cerca por si llego a necesitarte, —le dijo Zoraida a su nieta—. También tú, Alfa Rezef —sonrió la anciana, dirigiendo su mirada al Rey lobo de Luna Plateada. Sin embargo, justo antes de iniciar… ¡Ese Alfa sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo! Era una señal de alerta, un aviso del peligro inminente que acechaba a uno de sus lobos. ¡El rostro de ese Alfa palideció! De inmediato, salió del salón y subió rápidamente las escaleras. —¿Y ahora…? —susurró la anciana, viendo la confusión en el rostro de Maray. —¡Iré por él! —exclamó Maray, siguiendo de inmediato a ese macho. —¡Date prisa! La poción no durará demasiado, el tiempo es esencial si no queremos que los cachorros sufran —advirtió Zoraida, con preocupación en su voz. Una vez que la Reina Alfa salió del salón oculto en esa imponente mansión en el
Los mellizos yacían dormidos en mesas rectangulares del salón de la bruja Zoraida. La luz tenue de las velas danzaba a su alrededor, creando sombras. Esa bruja del Círculo Escarlata, con su mirada intensa y sabia, observaba a los niños, sabiendo que lo que estaba a punto de hacer cambiaría sus vidas para siempre. Estaba a punto de llevar a cabo un peligroso ritual para remover los sellos del cuerpo de esos mellizos, que ocultaban su verdadera identidad desde su nacimiento. Con un gesto cuidadoso, la bruja se acercó a las mesas, asegurándose de que los mellizos estuvieran cómodos y dormidos. Connie, la niña, respiraba suavemente, su rostro sereno, mientras que Connor, su hermano, se movía ligeramente, como si en sus sueños luchara contra fuerzas invisibles. Algo que llamó la atención de Zoraida, parecía que el cachorrito ciego, no caía del todo el en ritual del sueño de esa bruja. Ella sabía que el momento era crucial; liberar a los mellizos de esos sellos significaba des
El llanto de Connor resonó en el aire, un eco desgarrador que hacía temblar el corazón de Maray. ¡¡La bruja Zoraida sabía que debía actuar rápido!! Con determinación, se preparó para volver a forzar el sueño en Connor y quitarle el sello. —¡Vete con la niña, Maray! ¡Yo me ocuparé de esto! •••••••••• La tarde caía lentamente en el bosque, y la oscuridad se adensaba como una sombra profunda. Las ramas de los árboles, desgastadas por el tiempo, se retorcían en formas escalofriantes, mientras las gotas de lluvia comenzaban a caer levemente. Cada paso que daba Alfa Rezef era acompañado de los latidos frenéticos que resonaban en su pecho. La búsqueda de su hermano Beta Aiden se había convertido en prioridad, llegando casi al anochecer a las afueras del territorio de Luna Plateada rumbo a Garra Dorada. Zona donde podría encontrar a su hermano, Beta Aiden. La lluvia, al principio suave, se tornó en un torrente que azotaba su cuerpo. Pero Alfa Rezef no podía rendirse. La im
Dentro del espesor del verdoso bosque en las afueras de un pueblo humano, Maray acompañaba a su padre, Douglas, que salió de cacería a abastecer su pequeño negocio. Las copas de los frondosos árboles se mecían suavemente con la brisa de la fría mañana, una que anunciaba que podría comenzar a llover más tarde. Entre más se adentraban en la espesura del bosque, un extraño silencio dominó el ambiente; la tensión se sentía en el aire y su padre detuvo los pasos. Él volvió a ver atrás por encima de su hombro a su frágil y hermosa hija de 18 años. Un llamativo cabello pelirrojo ondulado hasta el largo de su cintura y unos grandes ojos celestes que resaltaban en su tez blanca y pequeña carita bien definida, luciendo hermosa, adorable y recordándole a Douglas con cariño la belleza de su "difunta" esposa. —¿Miras el clima, May? —le preguntó el hombre alerta— Será mejor que regresemos. Hoy no hará buen día. —¿Qué?, no papá. Dijiste que era necesario venir hoy~ sigamos un poco más,
Maray abrió sus hermosos ojos celestes, sintiendo de inmediato un dolor recorrer todo su cuerpo de pies a cabeza. —AY~ —soltó ella un gritito, intentando sentarse— ¿Dónde estoy? ¿Dónde estará papá…? —susurró para sí misma sin tener recuerdos más allá de cuando caminaban por el bosque de cacería. En ese instante, el golpe de recuerdos de ese enorme lobo atacándolos, impactó en su mente. Al recordarlo, Maray angustiada sintió su corazón latir aceleradamente. —¡¡¡PAPÁ!!! —gritó ella con voz temblorosa, en llamado de ese hombre humano. Mientras las lágrimas comenzaban a deslizarse por sus mejillas. La sorpresa la invadió, cuando vió la elegante habitación en la que se encontraba. ¡¿DÓNDE RAYOS ESTABA?! Cruzó esa pregunta por su mente. Largas ventanas que mostraban la lluvia del otro lado caer con intensidad. Una habitación de tonalidad oscura y pocos muebles pero bastante hermosa, de madera, así como el piso y las paredes. Ella bajó de la cama, vio que tenía un vendaje