Los mellizos yacían dormidos en mesas rectangulares del salón de la bruja Zoraida. La luz tenue de las velas danzaba a su alrededor, creando sombras. Esa bruja del Círculo Escarlata, con su mirada intensa y sabia, observaba a los niños, sabiendo que lo que estaba a punto de hacer cambiaría sus vidas para siempre. Estaba a punto de llevar a cabo un peligroso ritual para remover los sellos del cuerpo de esos mellizos, que ocultaban su verdadera identidad desde su nacimiento. Con un gesto cuidadoso, la bruja se acercó a las mesas, asegurándose de que los mellizos estuvieran cómodos y dormidos. Connie, la niña, respiraba suavemente, su rostro sereno, mientras que Connor, su hermano, se movía ligeramente, como si en sus sueños luchara contra fuerzas invisibles. Algo que llamó la atención de Zoraida, parecía que el cachorrito ciego, no caía del todo el en ritual del sueño de esa bruja. Ella sabía que el momento era crucial; liberar a los mellizos de esos sellos significaba des
El llanto de Connor resonó en el aire, un eco desgarrador que hacía temblar el corazón de Maray. ¡¡La bruja Zoraida sabía que debía actuar rápido!! Con determinación, se preparó para volver a forzar el sueño en Connor y quitarle el sello. —¡Vete con la niña, Maray! ¡Yo me ocuparé de esto! •••••••••• La tarde caía lentamente en el bosque, y la oscuridad se adensaba como una sombra profunda. Las ramas de los árboles, desgastadas por el tiempo, se retorcían en formas escalofriantes, mientras las gotas de lluvia comenzaban a caer levemente. Cada paso que daba Alfa Rezef era acompañado de los latidos frenéticos que resonaban en su pecho. La búsqueda de su hermano Beta Aiden se había convertido en prioridad, llegando casi al anochecer a las afueras del territorio de Luna Plateada rumbo a Garra Dorada. Zona donde podría encontrar a su hermano, Beta Aiden. La lluvia, al principio suave, se tornó en un torrente que azotaba su cuerpo. Pero Alfa Rezef no podía rendirse. La im
✧✧✧ Varias horas atrás. ✧✧✧ Las ráfagas de viento, resultado del poderoso hechizo de la bruja Zoraida, chocaron contra la barrera que mantenía el sello de Connor intacto. El caos se apoderó del salón: frascos de pociones rotos, muebles volcados, todo convertido en un desastre. En la mesa rectangular, el mellizo yacía, finalmente inconsciente una vez más. Zoraida, exhalando con dificultad, mostraba cortes por todo su cuerpo, hilos de sangre deslizándose por su piel, consecuencia del impacto de aquellas poderosas ráfagas de energía que emanaban de ese pequeño cachorro. —¡AHORA, MARAY, INGRESA! —ordenó la bruja Zoraida con voz firme. Reina Maray, que aguardaba al otro lado de la puerta, sintió la urgencia en el llamado de su abuela. Bajó las escaleras a toda prisa, dejando a Connie a salvo en el pasillo exterior, lejos del peligro. Con su sangre mezclada con la de su abuela, Maray comenzó a recitar el hechizo que había escuchado tantas veces. El proceso fue más arduo que
—¡Hay que estabilizarlo y de alguna manera reducir el dolor que está sintiendo! —exclamó la hechicera Zoraida—. Solo si logramos eso, él podrá soportar su dolor. Pero… no sabemos por cuánto tiempo. ¿Qué sería de su cachorro? ¿Estaba a punto de morir? Esas preguntas cruzaron la mente de Reina Maray, que sentía que su mundo se desmoronaba. Connor, más que ser un híbrido, era un mestizo como su padre; no tenía ni una pizca del aura mágica de un miembro del Clan del Círculo Escarlata, como Connie sí poseía. Sin embargo, sus rasgos físicos eran como los de Maray, especialmente su cabellera pelirroja, característica de los lobos de Noche Carmesí. ¿No significaba eso que su lobo era uno rojo, como los de esa manada en particular? ¿O no tenía relevancia alguna más que un rasgo heredado de los genes de su madre? Maray volvió a colocar al mellizo en la mesa circular de rituales. En esta ocasión, colocaron sellos por todo su cuerpo. Estos sellos, hechos a base de sangre, eran
✧✧✧ Horas antes, en la guarida de Beta Gaspar de Garra Dorada. ✧✧✧ En cuestión de segundos, ese Beta brujo acercó sus garras al pecho izquierdo de Tabitha y… La atravesó. ¡¡El dolor era insoportable!! Tabitha sintió cómo la vida se le escapaba a través de la herida, mientras el veneno oscuro de las garras de Gaspar se esparcía por su cuerpo. Recordó la noche tormentosa en que dejó atrás a su manada, la única familia que había conocido. Todo fue por el bienestar de la manada. No podía traicionarlos a ellos al estar controlada por ese misterioso infiltrado. No quería perjudicar los planes de su Alfa. El recuerdo de Alfa Rezef cruzó por su mente. ¿Nunca más lo volvería a ver? ¿Ni siquiera en la distancia? Había renunciado a todo lo que amaba, y ahora, ahí estaba, atrapada con un siniestro lobo híbrido y corrompido que utilizaba magia que no le correspondía poseer. —Este es el precio de la lealtad. De ser tan terca y no acceder a las buenas, mi tan lamentable Tabit
Beta Gaspar, imponente y calculador, se acercó a ella, su figura proyectando una sombra amenazante. Con un chasqueo de sus dedos, una extraña cadena negra que parecía ser creada por los sellos de tinta oculta en el cuerpo de Tabitha, apareció rodeando el cuello de ella. La cadena negra, simbolizando su servidumbre a él. El extremo de la cadena libre se extendió hacia ese Beta brujo, que tomando la cadena en su mano derecha, la llevó hacia sus dientes y la sostuvo de una mordida, mientras ahora, abría sus ropas sucias de la sangre de Tabitha y el líquido negro de la piscina. Esa hembra de largo cabello oscuro, veía confundida lo que él hacía. Ahora ese hombre lobo brujo, dejando expuesto su pecho en el sector izquierdo, dejó al descubierto un extraño sello bastante trabajado, de forma de estrella de cinco puntas, letras que ella no comprendía. Él sacó una de sus garras y cortó en medio de la estrella, un hilo de sangre comenzó a surgir y en ese instante unió la cadena de Tabit
La lluvia caía implacable en la profundidad del bosque, empapando el suelo cubierto de hojas marchitas y lodo; las ramas retorcidas de los árboles provocaban un escalofriante sonido al chocar entre sí mecídas por el fuerte viento. Beta Gaspar, el lobo brujo, avanzaba cautelosamente, sus sentidos agudizados por la magia negra que fluía a su alrededor. De repente, un sonido abrupto rompió la monotonía del aguacero: un aullido lejano, profundo y agónico, que resonó en el aire frío de la tormenta. Gaspar, al instante, se detuvo en seco. El aroma inconfundible de un lobo de Luna Plateada llegó a sus fosas nasales, un indicio de peligro. No se trataba de cualquier lobo. ÉL YA LO CONOCÍA. El Beta de Luna Plateada. ¿Se había acercado a los territorios de Garra Dorada por Tabitha? Era lo que más tenía sentido para Gaspar. "Oh ni lo sueñes. Esa loba ya me pertenece" Pensó malicioso Beta Gaspar. Sin embargo, sintió en ese instante, una poderosa energía mágica. ¡BETA AIDEN N
Aún en su forma lobuna. Él lanzó un fuerte hechizo de distracción. Un manto de neblina negra se extendió a su alrededor, sumergiendo toda la zona en la oscuridad. Aprovechando la confusión, se preparó para huir, pero antes de hacerlo, sintió un filo atravesando su abdomen. —¡AHG! ¡M@LDITA AVE! ¡¿Y AHORA QUÉ DEMONIOS NOS HIZO?! —gritó el lobo de Beta Gaspar, herido. Ese lobo fue atravesado con una daga hecha de hielo, forjada con magia, que le causó un dolor agudo y punzante. El lobo de Gaspar, aturdido, se dio cuenta de que el verdadero peligro no solo era la ave, sino principalmente el poder que emanaba en su forma humana. Él se lanzó hacia la oscuridad del bosque, decidido a escapar. Beta Gaspar escapó, impulsado por la adrenalina y el dolor punzante que aún atravesaba su abdomen. La oscuridad del manto negro lo envolvía, otorgándole una breve oportunidad para irse. La figura del hombre de tez pálida, con su cabellera blanca y su aura helada, lo perseguía, y Gaspar sabí