La habitación estaba bañada en un suave resplandor plateado, la luz de la luna filtrándose a través de las cortinas, creando un ambiente casi mágico. Alfa Rezef, todavía con sus recuerdos frescos en la mente, sintió cómo el calor de Maray lo envolvía. Sus corazones latían al unísono, como si el mundo exterior se desvaneciera, dejándolos únicamente a ellos dos, atrapados en un torbellino de pasión y deseo. Maray se apartó un poco, separando sus labios de los de su amado, sus ojos celestes brillando con una mezcla de travesura y anhelo. —¿Sabes? —dijo esa hembra pelirroja, esbozando una sonrisa seductora—. No pude evitar emocionarme cuando supe cuánto te importé desde el inicio~ sentía que mi corazón se saldría y lloraba de felicidad… Tenía que correr y escucharlo de tus labios. Era real, sí sucedió… Rezef la miró fijamente, su corazón acelerándose aún más. —¿Real?~ —preguntó él, levantando una ceja, coqueteando con su tono—. Por supuesto que es real. Me mordiste y luego lamis
—Es cierto~ no serías el Alfa que conozco si no fueras tan atrevido y ambicioso~ es por eso que yo… AH~ —gimió esa hembra pelirroja, cuando sintió que la traviesa boca de ese Alfa exploraba toda su vulva, su lengua moviéndose con una maestría que la hacía perderse en un mar de sensaciones. Con cada caricia, Rezef la llevaba más allá de los límites de su deseo, encendiendo una chispa ardiente. Cerrando los ojos, Maray se entregó al momento, mientras su cuerpo respondía a cada movimiento de su Alfa. Los intensos gemidos de esa hembra llenaban el aire, y la mezcla de sus feromonas con las de su mate dejaba al descubierto un deseo desenfrenado que desbordaba en cada rincón de la habitación. —Ah~ me encanta… Más, Rezef~ quiero sentirte más… —gimió la hembra con voz entrecortada, sus manos enredadas en el cabello del Alfa, cuyo rostro estaba perdido en su entrepierna. Él hizo una pausa solo para segundos después, intensificar sus movimientos, mientras ella presionaba ahora sus muslos,
Maray parpadeó varias veces, bostezando débilmente en la madrugada. De inmediato, se giró hacia su lado, contemplando a su Alfa aún dormido. Esa mujer loba pelirroja se inclinó hacia él, revisando el lugar donde lo había mordido anteriormente. Una pequeña sonrisa curvó sus labios rojizos. "¡Ha sanado!" Pensó ella, llena de alegría. Sin perder tiempo, se levantó de la cama, buscando vestirse, hasta que… ¡Recordó que él había destrozado su ropa! —Es cierto… Um Rezef, impaciente… —murmuró Maray, haciendo un gesto infantil de molestia. Rápidamente tomó la camisa negra de manga larga de él y comenzó a ponérsela. "Seguro hay algo que ponerme en la habitación donde están los gemelos. Como ropa que era de mi madre, así que… puedo tomar algo de ella." Pensó Maray, emocionada con la idea de revisar entre las prendas de su madre. Clac~ Al abrir la puerta, escuchó unos pasos acercándose por el largo pasillo. El aroma inconfundible de su Beta la envolvió. —¿Aeron…? —susurró ella, viéndol
Rezef exhaló, pasando su mano por su nuca, mostrando signos de desagrado. —Lo es. Pero Tabitha se fue por su cuenta… Ella está bajo el control de ese intruso que busca el pergamino del dragón —comentó Alfa Rezef, apoyando su espalda al marco de la puerta. «Cierto, ¿has ocultado el pergamino en el templo al que me llevaste?» , le preguntó Maray a Rezef a través de su enlace mental, para que Beta Aeron no supiera los detalles. «Así es. Ahí estará seguro.» , respondió Alfa Rezef de inmediato. «No sé la ubicación. Tienes que decírmela o mostrarme el camino… Necesito saberlo, al igual que tú, solo por si acaso.» —Lo sé, nos ocuparemos de eso después… —le dijo ese Alfa, pasándole de lado a Maray—. Iré a ver a mis mellizos~ —anunció con tono animado. Beta Aeron frunció el ceño, observando a Rezef sin su camisa, con la clara marca de la maldición del pergamino del dragón en el lado izquierdo de su pecho. «Esa marca en él, está… Casi invisible, Reina…» , le comentó Beta Aeron a Maray p
••••••••••• La imponente mansión de una construcción antigua. Enredaderas trepadoras abrazando los muros de piedra, el aroma de hierbas y especias impregnaba que se esparcía en el aire. Esa mañana, tras un resplandor escarlata, sobre un círculo mágico de transportación. La Reina Maray apareció, así mismo, Alfa Rezef, los mellizos, y Alfa Hugo. La bruja Zoraida que ya los esperaba, sonrió apenas vio a esa Reina Alfa pelirroja. —Hija mía~ parece que has completado tu ritual. Ahora eres una Alfa de Noche Carmesí completa~ —sonrió esa poderosa mujer mayor, perteneciente al Clan del Círculo Escarlata. Connie de inmediato se soltó de la mano de su padre y corrió rumbo a su abuelita. —¡Abue! ¡Abuelitaaa! —se lanzó Connie a sus brazos entusiasmada. —Oh mi pequeña cachorra~ pareces muy feliz, ¿te has divertido? Connie asintió de inmediato, viendo hacia Alfa Rezef, su padre. —¡Mamá y papá se casaron!, también mamá dijo en la mañana que sellaron su destino con la marca~ papá
—Pienso enseñarle un hechizo a Maray para que lo retenga, lo suficiente para que tú acabes con Dalton y la bendición de protección del Alfa de "Garra Dorada" en todos sus lobos, desaparezca. Las palabras tajantes de esa hechicera, le mostraban a ese Rey Alfa, que ella hablaba muy enserio. —¿Quiere que deje sola a Maray…? —arqueó una ceja ese Alfa. Reacio al plan de Zoraida— No lo haré. Gaspar es una bestia a otro nivel… Es un ser que no debería existir. —¿Alguna vez lo has enfrentado? —le preguntó Zoraida, mientras sostenía la esfera en sus manos, las puntas brillaban, sin causarle ni una sola herida a las manos de esa hechicera. —Constantemente. Es el estrega de Dalton, Gaspar intenta infiltrarse siempre en mi territorio —le explicó ese Alfa de Luna Plateada a Zoraida—. Ese lobo que es mi tío, es un imbécil, todos sus movimientos dependen de Gaspar. Mi tío solo está cegado por el odio y poder. No quita que ambos merezcan morir… Pero Gaspar tampoco es un enemigo a… —¿Piensas
Las nubes grises sobre la tarde, un manto sombrío que retumbaba con el estruendo de los truenos. En las profundidades del bosque sur del territorio de "Garra Dorada", se erguía un edificio de dos pisos, construido de piedra y cubierto de enredaderas y maleza, envuelto en una densa neblina que parecía cobrar vida propia. Pero esa neblina no era un capricho de la naturaleza; era un campo de energía oscura, un guardián invisible que alertaba al dueño de ese lugar sobre la presencia de intrusos o curiosos. Entre los árboles, un camino de tierra se desvanecía en una senda de piedra quebrada. Los pasos de Tabitha, una hermosa hembra de cabello largo y oscuro como la noche, se detuvieron al llegar al umbral de aquel edificio extraño. Los árboles, imponentes y frondosos, proyectaban sombras escalofriantes. Bajo su influencia, el edificio parecía estar atrapado en un perpetuo crepúsculo, consumido por la oscuridad. "Cuesta… Me cuesta respirar" Pensó Tabitha, rodeada de la neblina,
En el salón de rituales de la bruja Zoraida, los mellizos dormían profundamente, recostados en una mesa rectangular de piedra. Maray, ansiosa, observaba a su abuela. —Quédate cerca por si llego a necesitarte, —le dijo Zoraida a su nieta—. También tú, Alfa Rezef —sonrió la anciana, dirigiendo su mirada al Rey lobo de Luna Plateada. Sin embargo, justo antes de iniciar… ¡Ese Alfa sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo! Era una señal de alerta, un aviso del peligro inminente que acechaba a uno de sus lobos. ¡El rostro de ese Alfa palideció! De inmediato, salió del salón y subió rápidamente las escaleras. —¿Y ahora…? —susurró la anciana, viendo la confusión en el rostro de Maray. —¡Iré por él! —exclamó Maray, siguiendo de inmediato a ese macho. —¡Date prisa! La poción no durará demasiado, el tiempo es esencial si no queremos que los cachorros sufran —advirtió Zoraida, con preocupación en su voz. Una vez que la Reina Alfa salió del salón oculto en esa imponente mansión en el