Ambos Reyes Alfas, hicieron caso omiso al comentario de Hugo. —Él ya no hará nada de eso, Rezef —le reafirmó Maray a su Alfa, que seguía con un humor sombrío—. Trabaja conmigo, tenemos un trato. Ninguno de nuestros lobos estará en peligro, porque ahora tú y yo… somos uno solo. Eso significa que él también es tu aliado, al menos por ahora. Porque si alguien se atreve a hacerte un rasguño a ti, mi amado, o a algo que te pertenezca… probará mi verdadero poder de ataque. Rezef exhaló, acariciando su semi larga cabellera negra con la mano derecha, mientras su mirada ahora, se mantenía fija en su esposa. Luego, tomó los brazos de Maray y los apartó de su rostro. —Aún así, ven conmigo. No es algo que nadie más deba saber —comenzó a alejarse Rezef hacia otra dirección. "Sigue… Él si gue molesto…" Pensó Maray, una sonrisa traviesa curvando sus labios. Seguidamente ella se volvió hacia Alfa Hugo. —Hugo. Hablaremos después. Mañana intentaré quitarles el sello y también… las poc
Maray se sorprendió profundamente, aferrándose con fuerza a los fuertes brazos de ese imponente hombre lobo, sintiendo la electricidad en el aire. —¿Fuiste… secuestrado…? —preguntó ella, su voz temblorosa llena de incredulidad y un asombro palpable. El Rey Alfa Rezef suspiró, su mirada intensa y seria destilaba una verdad inquebrantable. —Así es. Dalton me quiere muerto, porque soy el único que puede acabar con él. Reina Maray parpadeó, luchando por asimilar esa devastadora revelación. —¿Es porque eres su familiar…? Rezef asintió, su voz grave resonando con una mezcla de determinación y dolor: —Soy su sobrino, para ser más exactos. Si lo mato en un duelo por el puesto de Alfa de Garra Dorada, tengo el poder de despertar el don de la diosa que su manada posee, ellos… No saben la verdad, ni quién soy yo, él los ha engañado por años. Por eso te dije una vez: "Eres más fuerte que yo, solo por el momento…" —¿Por eso me embarazaste…? Si no eras tú quien cumplía tus ambiciones, ¿pl
El sonido del río, fiero y potente, cruzaba con una corriente que chocaba contra las grandes rocas que emergían del caudal. Allí estaba, un musculoso hombre lobo, que media poco más de metro noventa, con su ancha espalda expuesta, pues no llevaba camisa. Las cicatrices que adornaban su cuerpo hablaban de ataques brutales sufridos a lo largo de su vida. La hembra rubia se ocultaba en una colina, entre arbustos de hojas marchitas que caían lentamente. Esa hembra de la manada "Garra Dorada", había viajado hacia ese bosque neutral guiada por su instinto, por su loba que le imploraba correr hacia su mate. Karina. Una hermosa futura Alfa de Garra Dorada que había despertado su loba, tan solo una semana atrás, con un extraño retraso, ya que no se presentó como era habitual a los 16 años. El lobo Alfa, vestido únicamente con un pantalón negro y botas oscuras, se lavaba de la sangre que manchaba su cuerpo en el río. La lluvia intensa no era suficiente para borrar las huellas del atro
Alfa Rezef cerró los ojos, sintiendo el peso abrumador de los recuerdos que lo perseguían como sombras. —Fue mi madre…—su voz tembló, un escalofrío recorriendo su espalda—. Ella fue quien causó la muerte de mi abuelo. Para liberarse de sus cadenas, lo venció, o tal vez él se dejó vencer, incapaz de herir a su propia sucesora, a su carne y sangre… Maray sintió que su corazón se detenía ante la revelación. El impacto de sus palabras la dejó sin aliento; no podía comprender cómo una hija era capaz de atentar contra la vida de su propio padre. Después de todo, Reina Maray había adorado a su padre humano, Douglas, y la idea de traición era inconcebible. Se acercó más a Rezef, su mente luchando por procesar la tormenta de emociones que acababa de desatar. —¿Y tu madre…? ¿Cómo terminó, muriendo…? —preguntó con dificultad, su voz un susurro tembloroso que casi se perdía en el aire. —Mi padre me había secuestrado—Rezef continuó, su voz cargada de dolor—. Aprovechó el caos cuando mi m
—¿Por qué, por mí…? ¿Qué te hace pensar que lo que hiciste fue un buen acto para mí? —le preguntó Rezef a su padre, con una intensidad que vibraba en su voz. No buscaba una pelea, mucho menos culparlo por algo del pasado que ya era irremediable. Solo anhelaba la verdad, un destello de claridad en medio de la tormenta de su vida. ¡Tenía todo el derecho del mundo a exigir respuestas! Richard sonrió débilmente, cruzándose de brazos mientras su espalda se apoyaba contra la pared, como si toda la carga del mundo no pesara sobre él. —Dalton, el actual Alfa de Garra Dorada, es tu tío. Ese lobo adoraba a su hermana Karina. Pero escuché que muchos dentro de la manada no querían que ella tomara el puesto; preferían esperar a que Dalton despertara a su lobo. La oposición contra Karina era feroz. Si tú hubieras permanecido a su lado… me temo que estarías muerto junto a ella. Era una Alfa, fuerte, pero su personalidad era tan frágil y estúpida… Una loba mentalmente débil que se dejaba
La luz de la luna, radiante, iluminaba el paisaje boscoso. Los pasos de Beta Aeron se escuchaban en la distancia. Cuando ese Beta se mostró, con su rostro serio y determinado. Se acercó con gran urgencia: —Reina —dijo ese Beta pelirrojo, su voz grave cortando el silencio de la noche—. Todo está listo. Debemos partir al templo. Seré el único acompañante en su ritual. Rezef de inmediato volvió a ver a Maray. —¿Harás hoy mismo, tal ritual? —le preguntó él, siendo obvio el objetivo por el que Maray estaba en ese territorio. La mirada de esa hembra, se posó en Alfa Rezef. —Esa es la idea. Sé que es un poco arriesgado, pero… —¿Arriesgado? ¡Olías a sangre cuando llegaste! ¡Estás muy débil! —la interrumpió Alfa Rezef de inmediato, preocupado por su Luna. —Es lo que vine a hacer aquí —le respondió ella de inmediato a su Alfa—. Si quieres que vuelva a Luna Plateada con mis lobos. Entonces, tengo que hacer esto, quiero ser capaz de utilizar todo mi poder, Rezef, ¿no sería eso de
Finalmente, después de unas horas, llegaron a un claro donde la luz de la luna brillaba con mayor intensidad, creando un espacio sagrado en el bosque. —Gracias por estar a mi lado, Aeron. Sé que esto no es fácil para ti… —susurró ella con intensidad. —Siempre estaré aquí para ti, Reina. Eso nunca cambiará —le respondió Aeron, y por un momento, la tensión entre ellos se disipó. Finalmente, se encontraron ante el territorio del templo, un lugar que había sido sagrado desde tiempos antiguos. Una barrera mágica, pulsante y vibrante, se alzaba frente a ellos, invisible para lobos comunes y ajenos a Noche Carmesí, una barrera que en el pasado Ginne logró colocar con ayuda de hechiceros del Círculo Escarlata, con el cual tenía un convenio. Maray sintió un escalofrío recorrer su espalda, suspiró y avanzó con determinación. Con una serie de gestos fluidos y murmullos de poder, desactivó la barrera. La energía se disipó en el aire, permitiéndoles entrar. Al cruzar, el templo se pres
—Hoy serás tú quien me quite la vida, Rezef —pronunció Alfa Ginne, su voz helada, como un eco en la penumbra, dirigida a ese hombre lobo que se erguía, imponente, a varios metros de ella. Rezef gruñó, su paciencia desgastándose. ¡Por supuesto que estaba allí para acabar con la vida de Ginne! La rabia burbujeaba en su interior, alimentada por los años de caos y muertes que esa hembra Alfa y sus lobos habían infligido a la manada "Luna Plateada". —Recuerdo tus palabras vacías, prometiendo que NO volverías a atacarnos. Sin embargo, lo hiciste innumerables veces. Tus mentiras son tan frágiles como tu voluntad. ¿Acaso esperas que te crea, Ginne? —dijo Alfa Rezef, su tono cargado de desdén. Sus ojos, afilados como dagas, se clavaban en la figura de la hembra madura de Noche Carmesí—. ¡Tienes razón, hoy morirás por mis garras! Pero no porque tú "cedas" —añadió con una voz que resonaba como un trueno. Ginne esbozó una sonrisa cansada, marcada por el desgaste de una vida llena de luc