—¿Por qué, por mí…? ¿Qué te hace pensar que lo que hiciste fue un buen acto para mí? —le preguntó Rezef a su padre, con una intensidad que vibraba en su voz. No buscaba una pelea, mucho menos culparlo por algo del pasado que ya era irremediable. Solo anhelaba la verdad, un destello de claridad en medio de la tormenta de su vida. ¡Tenía todo el derecho del mundo a exigir respuestas! Richard sonrió débilmente, cruzándose de brazos mientras su espalda se apoyaba contra la pared, como si toda la carga del mundo no pesara sobre él. —Dalton, el actual Alfa de Garra Dorada, es tu tío. Ese lobo adoraba a su hermana Karina. Pero escuché que muchos dentro de la manada no querían que ella tomara el puesto; preferían esperar a que Dalton despertara a su lobo. La oposición contra Karina era feroz. Si tú hubieras permanecido a su lado… me temo que estarías muerto junto a ella. Era una Alfa, fuerte, pero su personalidad era tan frágil y estúpida… Una loba mentalmente débil que se dejaba
La luz de la luna, radiante, iluminaba el paisaje boscoso. Los pasos de Beta Aeron se escuchaban en la distancia. Cuando ese Beta se mostró, con su rostro serio y determinado. Se acercó con gran urgencia: —Reina —dijo ese Beta pelirrojo, su voz grave cortando el silencio de la noche—. Todo está listo. Debemos partir al templo. Seré el único acompañante en su ritual. Rezef de inmediato volvió a ver a Maray. —¿Harás hoy mismo, tal ritual? —le preguntó él, siendo obvio el objetivo por el que Maray estaba en ese territorio. La mirada de esa hembra, se posó en Alfa Rezef. —Esa es la idea. Sé que es un poco arriesgado, pero… —¿Arriesgado? ¡Olías a sangre cuando llegaste! ¡Estás muy débil! —la interrumpió Alfa Rezef de inmediato, preocupado por su Luna. —Es lo que vine a hacer aquí —le respondió ella de inmediato a su Alfa—. Si quieres que vuelva a Luna Plateada con mis lobos. Entonces, tengo que hacer esto, quiero ser capaz de utilizar todo mi poder, Rezef, ¿no sería eso de
Finalmente, después de unas horas, llegaron a un claro donde la luz de la luna brillaba con mayor intensidad, creando un espacio sagrado en el bosque. —Gracias por estar a mi lado, Aeron. Sé que esto no es fácil para ti… —susurró ella con intensidad. —Siempre estaré aquí para ti, Reina. Eso nunca cambiará —le respondió Aeron, y por un momento, la tensión entre ellos se disipó. Finalmente, se encontraron ante el territorio del templo, un lugar que había sido sagrado desde tiempos antiguos. Una barrera mágica, pulsante y vibrante, se alzaba frente a ellos, invisible para lobos comunes y ajenos a Noche Carmesí, una barrera que en el pasado Ginne logró colocar con ayuda de hechiceros del Círculo Escarlata, con el cual tenía un convenio. Maray sintió un escalofrío recorrer su espalda, suspiró y avanzó con determinación. Con una serie de gestos fluidos y murmullos de poder, desactivó la barrera. La energía se disipó en el aire, permitiéndoles entrar. Al cruzar, el templo se pres
—Hoy serás tú quien me quite la vida, Rezef —pronunció Alfa Ginne, su voz helada, como un eco en la penumbra, dirigida a ese hombre lobo que se erguía, imponente, a varios metros de ella. Rezef gruñó, su paciencia desgastándose. ¡Por supuesto que estaba allí para acabar con la vida de Ginne! La rabia burbujeaba en su interior, alimentada por los años de caos y muertes que esa hembra Alfa y sus lobos habían infligido a la manada "Luna Plateada". —Recuerdo tus palabras vacías, prometiendo que NO volverías a atacarnos. Sin embargo, lo hiciste innumerables veces. Tus mentiras son tan frágiles como tu voluntad. ¿Acaso esperas que te crea, Ginne? —dijo Alfa Rezef, su tono cargado de desdén. Sus ojos, afilados como dagas, se clavaban en la figura de la hembra madura de Noche Carmesí—. ¡Tienes razón, hoy morirás por mis garras! Pero no porque tú "cedas" —añadió con una voz que resonaba como un trueno. Ginne esbozó una sonrisa cansada, marcada por el desgaste de una vida llena de luc
¡BOOOOM! El estruendo resonó cuando esos dos feroces Reyes Alfas se atacaron repetidamente. CRAAAANK~ Liz, la loba de Ginne, lanzó con brutalidad a Ray, el lobo de Rezef, a tal distancia que la enorme bestia de pelaje oscuro azulado impactó contra una cabaña cercana, la única en la zona, que terminó hecha añicos. Entre los escombros, el lobo de Rezef emergió, y con una furia descontrolada se lanzó a atacar con todas sus fuerzas a la Alfa Reina de Noche Carmesí. Entre gruñidos, mordidas y ataques con sus afiladas garras, las bestias continuaron… Hasta que, en un momento decisivo, Ginne lo logró. Utilizó su don en Alfa Rezef, mostrándole sus recuerdos. El nacimiento de Maray. El instante precioso cuando Ginne la cargaba por primera vez en sus brazos, ella miró a su mate Douglas con una débil sonrisa, y le susurró: «Nuestro tesoro… Ella es mi vida…» Rápidamente, el recuerdo de Maray de niña, recibiendo la marca en su muñeca a través de un ritual mágico de su abuela Zorai
Tras un destello rojizo, Reina Maray apareció frente a la imponente y antigua mansión donde, hace poco más de cinco años, se había reencontrado con su madre. La mansión, ahora restaurada y aseada por los lobos de Noche Carmesí durante su estancia en el territorio, brillaba magníficamente aquella madrugada, bañada por la luz plateada de la Luna. Sin dudarlo, Maray ingresó a toda prisa. Apenas cruzó la entrada principal, dos hombres lobos que hacían guardia la recibieron con una reverencia. —Reina, ha vuelto bastante rápido— comentó uno de los hombres lobos. Maray se detuvo, su corazón latiendo con fuerza. —¿Y mis cachorros? —Con Rezef. En el piso de… —¡Alfa! —interrumpió Maray, su voz resonando con autoridad. —¿Eh…? —el hombre lobo frunció el ceño, confundido. Nadie en la manada "Noche Carmesí" se atrevía a referirse a Rezef como "Alfa". Después de todo, no querían aceptarlo como tal. —A partir de ahora, es "Alfa Rezef" para todos. Quien ose faltarle al respeto, me ofender
—No deberías llorar. No es para tanto, Maray. —¡¿Qué no es para tanto?! —gritó ella entre lágrimas—. ¡Solo quiero compartir contigo todo lo que vi! ¡Devolverte algo que te pertenece! ¡Apenas terminé el ritual, dejé a Aeron y vine hacia ti! ¡Ahora me…! ¡UMMM! —ella hizo un gesto de molestia cuando su Alfa la jaló del brazo y le cubrió la boca con su mano. —No hagas un escándalo aquí… —susurró Rezef, con una mirada seria y sus penetrantes ojos grises brillando inusualmente. En un ágil movimiento, cargó a su Luna en brazos, sacándola de la habitación e ingresando a una cercana. CLAC~ Apenas la puerta fue cerrada por ese Alfa, dejó bajar a su Luna. ¡Maray estaba furiosa! Una mezcla de enojo y lágrimas de frustración se dibujaba en su rostro. —¿Por qué no me dices qué viste y yo decidiré si me arriesgo contigo? —preguntó el alto Alfa, cruzándose de brazos frente a ella. —¿Eh…? —el rostro de Maray ardió de pena en ese momento, recordando cómo Rezef se había enfurecido cuando
La habitación estaba bañada en un suave resplandor plateado, la luz de la luna filtrándose a través de las cortinas, creando un ambiente casi mágico. Alfa Rezef, todavía con sus recuerdos frescos en la mente, sintió cómo el calor de Maray lo envolvía. Sus corazones latían al unísono, como si el mundo exterior se desvaneciera, dejándolos únicamente a ellos dos, atrapados en un torbellino de pasión y deseo. Maray se apartó un poco, separando sus labios de los de su amado, sus ojos celestes brillando con una mezcla de travesura y anhelo. —¿Sabes? —dijo esa hembra pelirroja, esbozando una sonrisa seductora—. No pude evitar emocionarme cuando supe cuánto te importé desde el inicio~ sentía que mi corazón se saldría y lloraba de felicidad… Tenía que correr y escucharlo de tus labios. Era real, sí sucedió… Rezef la miró fijamente, su corazón acelerándose aún más. —¿Real?~ —preguntó él, levantando una ceja, coqueteando con su tono—. Por supuesto que es real. Me mordiste y luego lamis