—Hoy serás tú quien me quite la vida, Rezef —pronunció Alfa Ginne, su voz helada, como un eco en la penumbra, dirigida a ese hombre lobo que se erguía, imponente, a varios metros de ella. Rezef gruñó, su paciencia desgastándose. ¡Por supuesto que estaba allí para acabar con la vida de Ginne! La rabia burbujeaba en su interior, alimentada por los años de caos y muertes que esa hembra Alfa y sus lobos habían infligido a la manada "Luna Plateada". —Recuerdo tus palabras vacías, prometiendo que NO volverías a atacarnos. Sin embargo, lo hiciste innumerables veces. Tus mentiras son tan frágiles como tu voluntad. ¿Acaso esperas que te crea, Ginne? —dijo Alfa Rezef, su tono cargado de desdén. Sus ojos, afilados como dagas, se clavaban en la figura de la hembra madura de Noche Carmesí—. ¡Tienes razón, hoy morirás por mis garras! Pero no porque tú "cedas" —añadió con una voz que resonaba como un trueno. Ginne esbozó una sonrisa cansada, marcada por el desgaste de una vida llena de luc
¡BOOOOM! El estruendo resonó cuando esos dos feroces Reyes Alfas se atacaron repetidamente. CRAAAANK~ Liz, la loba de Ginne, lanzó con brutalidad a Ray, el lobo de Rezef, a tal distancia que la enorme bestia de pelaje oscuro azulado impactó contra una cabaña cercana, la única en la zona, que terminó hecha añicos. Entre los escombros, el lobo de Rezef emergió, y con una furia descontrolada se lanzó a atacar con todas sus fuerzas a la Alfa Reina de Noche Carmesí. Entre gruñidos, mordidas y ataques con sus afiladas garras, las bestias continuaron… Hasta que, en un momento decisivo, Ginne lo logró. Utilizó su don en Alfa Rezef, mostrándole sus recuerdos. El nacimiento de Maray. El instante precioso cuando Ginne la cargaba por primera vez en sus brazos, ella miró a su mate Douglas con una débil sonrisa, y le susurró: «Nuestro tesoro… Ella es mi vida…» Rápidamente, el recuerdo de Maray de niña, recibiendo la marca en su muñeca a través de un ritual mágico de su abuela Zorai
Tras un destello rojizo, Reina Maray apareció frente a la imponente y antigua mansión donde, hace poco más de cinco años, se había reencontrado con su madre. La mansión, ahora restaurada y aseada por los lobos de Noche Carmesí durante su estancia en el territorio, brillaba magníficamente aquella madrugada, bañada por la luz plateada de la Luna. Sin dudarlo, Maray ingresó a toda prisa. Apenas cruzó la entrada principal, dos hombres lobos que hacían guardia la recibieron con una reverencia. —Reina, ha vuelto bastante rápido— comentó uno de los hombres lobos. Maray se detuvo, su corazón latiendo con fuerza. —¿Y mis cachorros? —Con Rezef. En el piso de… —¡Alfa! —interrumpió Maray, su voz resonando con autoridad. —¿Eh…? —el hombre lobo frunció el ceño, confundido. Nadie en la manada "Noche Carmesí" se atrevía a referirse a Rezef como "Alfa". Después de todo, no querían aceptarlo como tal. —A partir de ahora, es "Alfa Rezef" para todos. Quien ose faltarle al respeto, me ofender
—No deberías llorar. No es para tanto, Maray. —¡¿Qué no es para tanto?! —gritó ella entre lágrimas—. ¡Solo quiero compartir contigo todo lo que vi! ¡Devolverte algo que te pertenece! ¡Apenas terminé el ritual, dejé a Aeron y vine hacia ti! ¡Ahora me…! ¡UMMM! —ella hizo un gesto de molestia cuando su Alfa la jaló del brazo y le cubrió la boca con su mano. —No hagas un escándalo aquí… —susurró Rezef, con una mirada seria y sus penetrantes ojos grises brillando inusualmente. En un ágil movimiento, cargó a su Luna en brazos, sacándola de la habitación e ingresando a una cercana. CLAC~ Apenas la puerta fue cerrada por ese Alfa, dejó bajar a su Luna. ¡Maray estaba furiosa! Una mezcla de enojo y lágrimas de frustración se dibujaba en su rostro. —¿Por qué no me dices qué viste y yo decidiré si me arriesgo contigo? —preguntó el alto Alfa, cruzándose de brazos frente a ella. —¿Eh…? —el rostro de Maray ardió de pena en ese momento, recordando cómo Rezef se había enfurecido cuando
La habitación estaba bañada en un suave resplandor plateado, la luz de la luna filtrándose a través de las cortinas, creando un ambiente casi mágico. Alfa Rezef, todavía con sus recuerdos frescos en la mente, sintió cómo el calor de Maray lo envolvía. Sus corazones latían al unísono, como si el mundo exterior se desvaneciera, dejándolos únicamente a ellos dos, atrapados en un torbellino de pasión y deseo. Maray se apartó un poco, separando sus labios de los de su amado, sus ojos celestes brillando con una mezcla de travesura y anhelo. —¿Sabes? —dijo esa hembra pelirroja, esbozando una sonrisa seductora—. No pude evitar emocionarme cuando supe cuánto te importé desde el inicio~ sentía que mi corazón se saldría y lloraba de felicidad… Tenía que correr y escucharlo de tus labios. Era real, sí sucedió… Rezef la miró fijamente, su corazón acelerándose aún más. —¿Real?~ —preguntó él, levantando una ceja, coqueteando con su tono—. Por supuesto que es real. Me mordiste y luego lamis
—Es cierto~ no serías el Alfa que conozco si no fueras tan atrevido y ambicioso~ es por eso que yo… AH~ —gimió esa hembra pelirroja, cuando sintió que la traviesa boca de ese Alfa exploraba toda su vulva, su lengua moviéndose con una maestría que la hacía perderse en un mar de sensaciones. Con cada caricia, Rezef la llevaba más allá de los límites de su deseo, encendiendo una chispa ardiente. Cerrando los ojos, Maray se entregó al momento, mientras su cuerpo respondía a cada movimiento de su Alfa. Los intensos gemidos de esa hembra llenaban el aire, y la mezcla de sus feromonas con las de su mate dejaba al descubierto un deseo desenfrenado que desbordaba en cada rincón de la habitación. —Ah~ me encanta… Más, Rezef~ quiero sentirte más… —gimió la hembra con voz entrecortada, sus manos enredadas en el cabello del Alfa, cuyo rostro estaba perdido en su entrepierna. Él hizo una pausa solo para segundos después, intensificar sus movimientos, mientras ella presionaba ahora sus muslos,
Maray parpadeó varias veces, bostezando débilmente en la madrugada. De inmediato, se giró hacia su lado, contemplando a su Alfa aún dormido. Esa mujer loba pelirroja se inclinó hacia él, revisando el lugar donde lo había mordido anteriormente. Una pequeña sonrisa curvó sus labios rojizos. "¡Ha sanado!" Pensó ella, llena de alegría. Sin perder tiempo, se levantó de la cama, buscando vestirse, hasta que… ¡Recordó que él había destrozado su ropa! —Es cierto… Um Rezef, impaciente… —murmuró Maray, haciendo un gesto infantil de molestia. Rápidamente tomó la camisa negra de manga larga de él y comenzó a ponérsela. "Seguro hay algo que ponerme en la habitación donde están los gemelos. Como ropa que era de mi madre, así que… puedo tomar algo de ella." Pensó Maray, emocionada con la idea de revisar entre las prendas de su madre. Clac~ Al abrir la puerta, escuchó unos pasos acercándose por el largo pasillo. El aroma inconfundible de su Beta la envolvió. —¿Aeron…? —susurró ella, viéndol
Rezef exhaló, pasando su mano por su nuca, mostrando signos de desagrado. —Lo es. Pero Tabitha se fue por su cuenta… Ella está bajo el control de ese intruso que busca el pergamino del dragón —comentó Alfa Rezef, apoyando su espalda al marco de la puerta. «Cierto, ¿has ocultado el pergamino en el templo al que me llevaste?» , le preguntó Maray a Rezef a través de su enlace mental, para que Beta Aeron no supiera los detalles. «Así es. Ahí estará seguro.» , respondió Alfa Rezef de inmediato. «No sé la ubicación. Tienes que decírmela o mostrarme el camino… Necesito saberlo, al igual que tú, solo por si acaso.» —Lo sé, nos ocuparemos de eso después… —le dijo ese Alfa, pasándole de lado a Maray—. Iré a ver a mis mellizos~ —anunció con tono animado. Beta Aeron frunció el ceño, observando a Rezef sin su camisa, con la clara marca de la maldición del pergamino del dragón en el lado izquierdo de su pecho. «Esa marca en él, está… Casi invisible, Reina…» , le comentó Beta Aeron a Maray p