El sonido del río, fiero y potente, cruzaba con una corriente que chocaba contra las grandes rocas que emergían del caudal. Allí estaba, un musculoso hombre lobo, que media poco más de metro noventa, con su ancha espalda expuesta, pues no llevaba camisa. Las cicatrices que adornaban su cuerpo hablaban de ataques brutales sufridos a lo largo de su vida. La hembra rubia se ocultaba en una colina, entre arbustos de hojas marchitas que caían lentamente. Esa hembra de la manada "Garra Dorada", había viajado hacia ese bosque neutral guiada por su instinto, por su loba que le imploraba correr hacia su mate. Karina. Una hermosa futura Alfa de Garra Dorada que había despertado su loba, tan solo una semana atrás, con un extraño retraso, ya que no se presentó como era habitual a los 16 años. El lobo Alfa, vestido únicamente con un pantalón negro y botas oscuras, se lavaba de la sangre que manchaba su cuerpo en el río. La lluvia intensa no era suficiente para borrar las huellas del atro
Alfa Rezef cerró los ojos, sintiendo el peso abrumador de los recuerdos que lo perseguían como sombras. —Fue mi madre…—su voz tembló, un escalofrío recorriendo su espalda—. Ella fue quien causó la muerte de mi abuelo. Para liberarse de sus cadenas, lo venció, o tal vez él se dejó vencer, incapaz de herir a su propia sucesora, a su carne y sangre… Maray sintió que su corazón se detenía ante la revelación. El impacto de sus palabras la dejó sin aliento; no podía comprender cómo una hija era capaz de atentar contra la vida de su propio padre. Después de todo, Reina Maray había adorado a su padre humano, Douglas, y la idea de traición era inconcebible. Se acercó más a Rezef, su mente luchando por procesar la tormenta de emociones que acababa de desatar. —¿Y tu madre…? ¿Cómo terminó, muriendo…? —preguntó con dificultad, su voz un susurro tembloroso que casi se perdía en el aire. —Mi padre me había secuestrado—Rezef continuó, su voz cargada de dolor—. Aprovechó el caos cuando mi m
—¿Por qué, por mí…? ¿Qué te hace pensar que lo que hiciste fue un buen acto para mí? —le preguntó Rezef a su padre, con una intensidad que vibraba en su voz. No buscaba una pelea, mucho menos culparlo por algo del pasado que ya era irremediable. Solo anhelaba la verdad, un destello de claridad en medio de la tormenta de su vida. ¡Tenía todo el derecho del mundo a exigir respuestas! Richard sonrió débilmente, cruzándose de brazos mientras su espalda se apoyaba contra la pared, como si toda la carga del mundo no pesara sobre él. —Dalton, el actual Alfa de Garra Dorada, es tu tío. Ese lobo adoraba a su hermana Karina. Pero escuché que muchos dentro de la manada no querían que ella tomara el puesto; preferían esperar a que Dalton despertara a su lobo. La oposición contra Karina era feroz. Si tú hubieras permanecido a su lado… me temo que estarías muerto junto a ella. Era una Alfa, fuerte, pero su personalidad era tan frágil y estúpida… Una loba mentalmente débil que se dejaba
La luz de la luna, radiante, iluminaba el paisaje boscoso. Los pasos de Beta Aeron se escuchaban en la distancia. Cuando ese Beta se mostró, con su rostro serio y determinado. Se acercó con gran urgencia: —Reina —dijo ese Beta pelirrojo, su voz grave cortando el silencio de la noche—. Todo está listo. Debemos partir al templo. Seré el único acompañante en su ritual. Rezef de inmediato volvió a ver a Maray. —¿Harás hoy mismo, tal ritual? —le preguntó él, siendo obvio el objetivo por el que Maray estaba en ese territorio. La mirada de esa hembra, se posó en Alfa Rezef. —Esa es la idea. Sé que es un poco arriesgado, pero… —¿Arriesgado? ¡Olías a sangre cuando llegaste! ¡Estás muy débil! —la interrumpió Alfa Rezef de inmediato, preocupado por su Luna. —Es lo que vine a hacer aquí —le respondió ella de inmediato a su Alfa—. Si quieres que vuelva a Luna Plateada con mis lobos. Entonces, tengo que hacer esto, quiero ser capaz de utilizar todo mi poder, Rezef, ¿no sería eso de
Finalmente, después de unas horas, llegaron a un claro donde la luz de la luna brillaba con mayor intensidad, creando un espacio sagrado en el bosque. —Gracias por estar a mi lado, Aeron. Sé que esto no es fácil para ti… —susurró ella con intensidad. —Siempre estaré aquí para ti, Reina. Eso nunca cambiará —le respondió Aeron, y por un momento, la tensión entre ellos se disipó. Finalmente, se encontraron ante el territorio del templo, un lugar que había sido sagrado desde tiempos antiguos. Una barrera mágica, pulsante y vibrante, se alzaba frente a ellos, invisible para lobos comunes y ajenos a Noche Carmesí, una barrera que en el pasado Ginne logró colocar con ayuda de hechiceros del Círculo Escarlata, con el cual tenía un convenio. Maray sintió un escalofrío recorrer su espalda, suspiró y avanzó con determinación. Con una serie de gestos fluidos y murmullos de poder, desactivó la barrera. La energía se disipó en el aire, permitiéndoles entrar. Al cruzar, el templo se pres
—Hoy serás tú quien me quite la vida, Rezef —pronunció Alfa Ginne, su voz helada, como un eco en la penumbra, dirigida a ese hombre lobo que se erguía, imponente, a varios metros de ella. Rezef gruñó, su paciencia desgastándose. ¡Por supuesto que estaba allí para acabar con la vida de Ginne! La rabia burbujeaba en su interior, alimentada por los años de caos y muertes que esa hembra Alfa y sus lobos habían infligido a la manada "Luna Plateada". —Recuerdo tus palabras vacías, prometiendo que NO volverías a atacarnos. Sin embargo, lo hiciste innumerables veces. Tus mentiras son tan frágiles como tu voluntad. ¿Acaso esperas que te crea, Ginne? —dijo Alfa Rezef, su tono cargado de desdén. Sus ojos, afilados como dagas, se clavaban en la figura de la hembra madura de Noche Carmesí—. ¡Tienes razón, hoy morirás por mis garras! Pero no porque tú "cedas" —añadió con una voz que resonaba como un trueno. Ginne esbozó una sonrisa cansada, marcada por el desgaste de una vida llena de luc
¡BOOOOM! El estruendo resonó cuando esos dos feroces Reyes Alfas se atacaron repetidamente. CRAAAANK~ Liz, la loba de Ginne, lanzó con brutalidad a Ray, el lobo de Rezef, a tal distancia que la enorme bestia de pelaje oscuro azulado impactó contra una cabaña cercana, la única en la zona, que terminó hecha añicos. Entre los escombros, el lobo de Rezef emergió, y con una furia descontrolada se lanzó a atacar con todas sus fuerzas a la Alfa Reina de Noche Carmesí. Entre gruñidos, mordidas y ataques con sus afiladas garras, las bestias continuaron… Hasta que, en un momento decisivo, Ginne lo logró. Utilizó su don en Alfa Rezef, mostrándole sus recuerdos. El nacimiento de Maray. El instante precioso cuando Ginne la cargaba por primera vez en sus brazos, ella miró a su mate Douglas con una débil sonrisa, y le susurró: «Nuestro tesoro… Ella es mi vida…» Rápidamente, el recuerdo de Maray de niña, recibiendo la marca en su muñeca a través de un ritual mágico de su abuela Zorai
Tras un destello rojizo, Reina Maray apareció frente a la imponente y antigua mansión donde, hace poco más de cinco años, se había reencontrado con su madre. La mansión, ahora restaurada y aseada por los lobos de Noche Carmesí durante su estancia en el territorio, brillaba magníficamente aquella madrugada, bañada por la luz plateada de la Luna. Sin dudarlo, Maray ingresó a toda prisa. Apenas cruzó la entrada principal, dos hombres lobos que hacían guardia la recibieron con una reverencia. —Reina, ha vuelto bastante rápido— comentó uno de los hombres lobos. Maray se detuvo, su corazón latiendo con fuerza. —¿Y mis cachorros? —Con Rezef. En el piso de… —¡Alfa! —interrumpió Maray, su voz resonando con autoridad. —¿Eh…? —el hombre lobo frunció el ceño, confundido. Nadie en la manada "Noche Carmesí" se atrevía a referirse a Rezef como "Alfa". Después de todo, no querían aceptarlo como tal. —A partir de ahora, es "Alfa Rezef" para todos. Quien ose faltarle al respeto, me ofender