Capítulo 9
Lucía iba adelante, con Daniel un paso atrás. Comparado con su nerviosismo de anoche, ella parecía haber recuperado la compostura.

Daniel trajo el auto y Lucía se sentó en el asiento del copiloto. En el camino, pasaron por un supermercado de frutas.

Lucía habló de repente:

—¿Podemos parar un momento? Solo serán dos minutos, quiero comprar algo de fruta.

—¿Fruta?

—Sí, para el profesor.

Daniel, con las manos en el volante, preguntó confundido:

—¿Es necesario molestarse tanto?

Lucía lo miró curiosa. De repente le pareció gracioso:

—¿Siempre vas con las manos vacías cuando visitas a alguien?

Daniel asintió honestamente. Lucía levantó el pulgar en silencio: Increíble. Quizás así son todos los genios... ¿despreocupados por los detalles? Aunque pensó esto, el hombre de todos modos se detuvo a un lado.

...

Ana vivía en una calle arbolada no lejos de la Universidad Borealis.

Una hilera de casas de estilo combinado moderno y clásico, independientes, simples pero con carácter. Pasando un bosqu
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