Después de decir eso, Mateo se subió al auto y se fue a toda velocidad, dejando a Paula furiosa. Ella empezó a gritar: —¡¿Qué clase de persona es esta?! ¡Canalla! ¡Desgraciado! ¡Basura! ¡Me saca de quicio!—Te lo digo, — dijo agarrando la camisa del chico guapo, —¡Esta vez Lucía no volverá con él! ¡De ninguna manera!El chico guapo trató de calmarla: —Sí, sí, tranquilízate...Pero, ¿era posible? Este hombre parecía tan seguro, como si ya tuviera todo planeado. Miró a Paula de reojo, pensando que ojalá ella pudiera ser tan devota a los hombres como su amiga... ¡Alto ahí! Ni en sueños se atrevería a pensar eso.En el auto, Mateo recibió una llamada.De mal humor, contestó fríamente: —¿Qué pasa?—Amor, encontré un restaurante increíble. Tienen cangrejos deliciosos. Mañana es sábado, ¿por qué no vamos a comer? ¿Te parece?— La voz alegre de Sofía sonó al otro lado de la línea. Sabía que a Mateo le encantaban los mariscos, así que intentaba complacerlo. Además, no habían hablado desde ano
Después de decir eso, Sofía sacudió la cabeza y, sonrojándose, se puso de puntillas.—Quiero pasar un poco más de tiempo contigo.Antes de que pudiera acercarse, Mateo tomó la iniciativa. Con una mano en su cintura, la besó apasionadamente. La multitud volvió a alborotarse.—¡Vaya! ¡Qué romántico!—Dios, ¿cuánto se deben de querer?Lucía presenció toda la escena, apretando los libros con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos. Así que el corazón aún podía doler, pero... su expresión permaneció aterradoramente calmada, casi insensible. Pensó que solo era cuestión de acostumbrarse. Si dejar de fumar tiene síndrome de abstinencia, ¿qué se podía esperar después de amar a alguien durante seis años?Lucía no se quedó más tiempo. Se dio la vuelta para irse, tenía que volver a estudiar. Mateo, entre la multitud, pareció sentir algo y miró hacia atrás. Una silueta vagamente familiar desapareció de su vista. Pero al momento siguiente, la suave mano de Sofía se entrelazó con la suya. E
Después de que Mercedes terminara de hablar, esperaba ver a Lucía agradecida por su “generosidad”. Sin embargo, lo que recibió fue una risa fría.Lucía respondió: —Señora Gómez, guarde su caridad para alguien más, yo no la necesito. Además, Mateo y yo ya hemos terminado. En el futuro, si nos volvemos a ver, será mejor que nos tratemos como extraños.Antes, por Mateo, Lucía podía soportar a Mercedes incondicionalmente. Mercedes la menospreciaba por su bajo nivel educativo, falta de experiencia en el extranjero, y por no tener carrera ni trabajo después de graduarse. En resumen, la consideraba indigna de su precioso hijo. Antes, Lucía quizás habría intentado agradar a su futura suegra, pero ahora, si ya no quería a Mateo, ¿quién era su madre para ella? ¿Cómo podía soportar que se pavoneara frente a ella?—Por cierto, señora Gómez, un consejo—dijo Lucía.Mercedes la miró confundida.Lucía sonrió ligeramente: —En el futuro, no sea tan cruel con sus palabras, porque... podría que le llega
—Lo siento, no puedo quedarme a cenar. Tengo cosas que hacer, pero quedemos otro día, — respondió Lucía con una sonrisa amable, rechazando a Diego sin ofenderlo. Diego notó que llevaba una caja de joyería exclusiva, así que parecía que realmente tenía asuntos pendientes. Asintió, pero antes de que pudiera decir algo más, Lucía ya se había ido, pasando junto a Mateo sin siquiera mirarlo.De repente, el ambiente se tensó. Diego miró de reojo a Mateo y trató de suavizar la situación: —Eh... Mateo, quizás Lucía no te vio. No te lo tomes a mal...El comentario de Diego solo empeoró el humor de Mateo. Diego tosió incómodo y no se atrevió a decir más. Aunque pensó para sí: —¡Vaya, Lucía sí que se ha puesto firme esta vez!—Señor, ¿va a comprar algo?— preguntó la dependienta.Mateo levantó la mirada fríamente: —Por supuesto. Deme lo más caro que tenga.Si ella no lo apreciaba, seguro que alguien más sí lo haría.La fiesta era en una mansión. Cuando Lucía llegó, ya había bastante gente. Algu
Juan dejó a Lucía en la entrada de su edificio. Después de agradecerle, ella no subió directamente, sino que se desvió hacia el mercado de al lado. Veinte minutos después, cuando iba a subir cargada de bolsas, vio a Daniel acercándose bajo el sol del atardecer. Aunque ya estaba oscureciendo, él parecía bañado en una luz anaranjada, alargando aún más su figura esbelta. Caminaba con una concentración intensa, sin mirar a los lados.—¡Qué coincidencia encontrarnos de nuevo! —Saludó Lucía. Él levantó la mirada y se ajustó las gafas.—Sí, qué casualidad.—¿Ya cenaste? Compré ingredientes, ¿quieres acompañarme?Daniel iba a negarse por reflejo, pero recordando la buena mano de Lucía para cocinar, asintió casi sin pensarlo. Era la primera vez que el vecino entraba a su apartamento. En el balcón florecían unos tulipanes, y en una pecera cuadrada nadaban dos carpas rojas. Las cortinas blancas se mecían con la brisa del atardecer.Los muebles de madera de cerezo le daban un ambiente cálido al lu
A Paula le encantaban los mariscos, así que pidió un ceviche mixto y unos camarones al ajillo.Lucía prefería la comida caliente, por lo que optó por un fideo y un tamal. El fideo estaba bien, pero lo mejor eran los ingredientes frescos.Paula notó que Lucía comía sin mucho entusiasmo y decidió provocarla un poco: —Este ceviche está delicioso, ¿segura que no quieres probarlo? Podrías descubrir un nuevo mundo de sabores.Lucía declinó amablemente: —Sabes que no puedo con la comida cruda, me da cosa. Mejor me quedo con mi fideo.—Después de tanto tiempo, sigues igual de terca—, bromeó Paula.Desde que conoció a Paula, Lucía se dio cuenta de que era muy apasionada con las cosas que le gustaban, y lo mismo pasaba con las que detestaba.—Por cierto, hace días que no voy al spa. Mira cómo tengo las manos de descuidadas—, se quejó Paula. Luego suspiró y continuó: —Todo por culpa de mi papá, que no deja de insistir con las citas a ciegas. Y mi mamá, en vez de defenderme, lo apoya.—Como si
Daniel se ajustó las gafas: —La física nunca avanza de golpe. Tiene su propio ritmo y camino, no es algo que se pueda cambiar porque tú lo digas.El encargado se encogió de hombros: —Solo era una sugerencia...Se separaron de mal humor. Daniel se dio la vuelta y vio a Lucía saludándolo con una sonrisa: —Tanto tiempo sin vernos, vecino.Mientras caminaban juntos a casa, Lucía evitó mencionar lo ocurrido y charló de temas triviales.—Gracias por tu ayuda el otro día. He estado resolviendo los ejercicios sin problemas.Daniel le restó importancia: —Es que eres muy inteligente. ¿Has visto a la profesora estos días?Lucía caminaba con las manos en la espalda, mirando el suelo: —No, solo hablamos por teléfono. Se está recuperando bien y en un par de días volverá a la universidad.Daniel asintió: —Me alegro. La profesora siempre ha sido muy responsable con sus clases. Seguro que ya está ansiosa por volver.Estaba oscureciendo. Un ciclista pasó tambaleándose en su bicicleta.Lucía pisó u
Sofía bajó las escaleras corriendo y se dirigió a la entrada de la universidad. Enseguida vio el auto de Mateo estacionado en la calle.Mateo estaba apoyado en el coche, con una camiseta beige y un abrigo largo gris oscuro sobre unos pantalones negros. Parecía un estudiante universitario, joven y lleno de energía. La gente a su alrededor no dejaba de mirarlo.En tres minutos, miró la hora tres veces. Habían quedado a las diez y ya pasaban varios minutos.Sacó su celular para llamar a Sofía cuando sintió un cuerpo suave y perfumado pegarse a él.Sofía le rodeó el cuello con los brazos y dijo con voz melosa: —¿Esperaste mucho?—Llegaste tarde—, dijo Mateo mirándola de reojo, con las manos en los bolsillos.—Lo siento, prometo ser puntual la próxima vez—. Sofía se relajó al ver que no parecía molesto.—Sube al auto.Mateo notaba las intenciones de Sofía, pero prefirió no decir nada.Sofía se apresuró a sentarse en el asiento del copiloto y habló sin parar durante todo el viaje. Mateo con