Las dos fueron a la sala de operaciones.Lucía fue directa al grano —Profesora, creo que hay un problema con la dirección de su investigación.Sin esperar a que Ana respondiera, le entregó un documento y continuó —Durante el fin de semana, los tres revisamos el progreso actual del proyecto.—Además, hicimos un análisis completo del contexto de la investigación, los métodos experimentales, los datos específicos y las conclusiones de las dos primeras fases. Al final descubrimos... —Lucía levantó la mirada, mirando directamente a Ana— Que si la tercera fase del experimento no avanza, quizás no sea un problema del experimento en sí, sino que... todo el proyecto se desvió desde el principio.Los tres habían descubierto el problema, pero Talia y Carlos no se atrevían a decirlo. Así que Lucía tuvo que ser quien diera las malas noticias.Al ver que Ana guardaba silencio, continuó —Conozco su personalidad. Si decide no hacer algo, no lo hace, pero una vez que empieza, va hasta el final.—Inclus
Ana se refería a lo difícil que es corregir errores acumulados.—Sin embargo, me alegra que alguien haya descubierto los problemas.Lucía dudaba que los demás no se hubieran dado cuenta de nada. Pero una vez en el barco, sin poder cambiar el rumbo por sí solos, solo podían... seguir con el error hasta el final.Después de todo, para la mayoría de los estudiantes de posgrado, su objetivo no era la investigación científica. El título de maestría era solo una ventaja adicional para su futura búsqueda de empleo.Por lo tanto, para ellos, la tesis no era un logro académico, sino un requisito para graduarse.Si Ana hubiera intervenido de repente para descartar todo el proyecto, los estudiantes ya graduados no se verían afectados, pero ¿qué pasaría con los que estaban por graduarse?Ya estaban preparando sus tesis basándose en este proyecto.No era que Ana no quisiera cambiar el rumbo, ¡es que no podía!—También es mi culpa. Mi cuerpo me falló y estuve en el hospital tanto tiempo. Cuando desc
Lucía comentó: —Deberíamos solicitar nuestro propio laboratorio.Talia y Carlos quedaron atónitos.¡¿Era posible hacer algo así?!—¿No crees que Ana podría... tener alguna objeción?—Estás subestimando la mentalidad abierta de la profesora —Lucía soltó una risita—. De hecho, fue ella quien lo sugirió.Sin perder tiempo, ese mismo día Carlos envió la solicitud a través del sistema académico. La página indicaba que recibirían una respuesta en tres días.Sin embargo, cuando pasó el plazo, la respuesta fue devastadora: solicitud rechazada. Motivo: laboratorio ocupado.—Es extraño —comentó Lucía—. Ayer pasé por ese laboratorio y seguía cerrado como siempre, ¿seguro que algún grupo lo está usando?Talia, mientras masticaba sus papas fritas, reflexionó un momento y dijo: —¿No será que la administración nos está bloqueando a propósito?Carlos permaneció en silencio y al terminar la clase se dirigió directamente a la oficina administrativa.—Fui a verificar y el laboratorio está vacío. ¿Por qué
—Mauricio, ¿fuiste tú quien solicitó el laboratorio C122? —preguntó Lucía sin rodeos.—¿C122? —Mauricio se quedó perplejo, como si no entendiera la situación.—He revisado tu proyecto actual y no requiere en absoluto el medidor CPRT —señaló Lucía.Mauricio bajó la mirada. Su sorpresa inicial se había desvanecido, recuperando la compostura. Cuando volvió a levantar la vista, la confusión en sus ojos había sido reemplazada por una calma absoluta.—Sí, yo lo solicité —confirmó.Lucía y Carlos intercambiaron miradas.—Lo necesitaba y lo pedí. ¿Hay algún problema?—¿Por qué entonces cada vez que paso por allí, nunca veo el laboratorio en uso? —cuestionó Lucía.—No lo uso con frecuencia, pero ocasionalmente lo necesito.Esta respuesta hizo que Talia se tragara el reproche que estaba a punto de hacer sobre el "uso malintencionado de recursos". Si realmente lo estaba utilizando, no podían acusarlo de acaparamiento. Los recursos de la facultad eran compartidos y se asignaban por orden de llegad
—¿Solicitaste un laboratorio a la oficina académica usando mi nombre? —preguntó Mauricio.—Ah sí, así fue —respondió Regina con naturalidad.—¿A quién se lo van a asignar? Para poder contactarlos.Regina sonrió levemente. —A nadie.—¿Lo van a dejar vacío? —aunque Mauricio ya lo sospechaba, no pudo evitar sentir cierta pesadez en su corazón.—Sí, vacío.Sabía que no debería seguir preguntando, que debería simplemente aceptarlo como había hecho incontables veces antes. Sin embargo, la imagen de Lucía cuestionándolo apareció involuntariamente en su mente, y Mauricio preguntó abruptamente: —Si no se va a usar, ¿por qué solicitarlo?Regina arqueó una ceja, aparentemente sorprendida de que su dócil perro hubiera decidido ladrar ese día. Su sonrisa se volvió aún más amable. —Que no lo usemos ahora no significa que no lo necesitemos en el futuro. Los recursos académicos siempre hay que pelearlos, ¿no es algo que ya deberías saber?—¿Qué recursos tiene ese laboratorio? —cuestionó Mauricio.—Por
Mauricio mantenía la mirada baja, ocultando sus verdaderas emociones, pero sus puños se tensaban cada vez más bajo las mangas de su camisa. Después de lo que pareció una eternidad, sus puños se aflojaron como si hubiera perdido toda su fuerza, como si hubiera decidido rendirse y someterse.—Gracias profesora, por preocuparse por mí todos estos años.—Es lo natural, ¿acaso no eres mi estudiante más destacado? Los favoritos siempre deben recibir un trato especial, ¿no crees?Mauricio permaneció en silencio. No era bueno con las palabras, y sus compañeros y profesores lo conocían principalmente por su naturaleza callada y reservada.—Bien, puedes irte. Ocúpate del artículo, aunque no es necesario que lo termines este mes. Organiza tu tiempo como mejor te parezca, pero confío en que no me decepcionarás.Mauricio se dio la vuelta y se marchó. Regina volvió a sentarse y dio un sorbo tranquilo a su té.Yulia se acercó sonriendo. —¡Tía, solo tú sabes cómo mantenerlo tan obediente!...Ya que n
Treinta segundos después, sonó un pitido en el teléfono indicando un mensaje.Talia volvió a la pantalla principal y echó un vistazo. Efectivamente, era la notificación de la transferencia.—Mi niña, ¿te llegó? —preguntó Helio desde el otro lado.—¡Sí, sí, me llegó!No eran doscientos mil, sino trescientos mil. ¡Increíble! Su papi le había enviado cien mil extra.—No escatimes en comida ni en nada, si necesitas más dinero pídeselo a papi, ¿entendido?—¡Sí, papi, entendido!Terminó la llamada y guardó el teléfono. Al voltearse, Carlos y Lucía la miraban fijamente.Talia parpadeó confundida. —Ya llegó el dinero... ¿por qué me miran así?Carlos entrecerró los ojos y se cruzó de brazos. —Talia, no has sido sincera.—¿Vives en un pueblo?—Sí, en la villa urbana. Está rodeada de zonas comerciales y residencias de lujo, ¡el ambiente es genial y muy animado! —respondió Talia.Carlos suspiró resignado.—¿Tus padres están desempleados y cuidan edificios? —preguntó Lucía.—Ajá, los más de ochenta
—¿Y yo qué hago? —preguntó Talia.—Tú te encargas del dinero.Ese mismo día, Lucía y Carlos transfirieron sesenta mil cada uno a la tarjeta de Talia.Ah~ ¡Qué bien se sentía tener dinero! Talia acariciaba su tarjeta bancaria mientras comía galletas con una sonrisa. Era cierto que su familia era rica, ¡pero aún así le encantaba el dinero! Siempre sucumbía ante el encanto del dinero, igual que su papi, ¡jiji!...Lucía descubrió que el distribuidor nacional del CPRT era una startup llamada "Axiom Technologies".Siguiendo el rastro de esta empresa, encontró que el accionista principal era un tal "Hernán Ortiz". Buscó más empresas vinculadas al nombre "Hernán" y finalmente, en esa compleja red de relaciones, encontró un nombre familiar: Diego.—Hola Lucía, ¿cómo has estado?—Bien, ¿y tú?—Ay, ni me lo menciones. Hace poco me caí y me fracturé la pierna, llevo una semana postrado en el hospital.—¿Tan grave fue? —preguntó Lucía sorprendida.—En realidad no es tan grave, solo necesita reposo