Acuerdo

No entiende a su jefe, o más bien a él.

Primero se va dejándole con los documentos extendidos, después se los pide y ella va a su oficina entregándoselos y este se encuentra distante y pensativo como si analizara algo, y al finalizar le pide que le pase con Cristina Lennox.

¿no se supone que la tuvo en la mañana con él?

Ella sabe de ante mano que Cristina no estará en su casa hasta en la noche y eso es si el bendito teléfono todavía sigue funcionando, según lo que Cristina menciono la última vez es que no lo ha pagado y no puede hacer llamada, pero recibirla no está muy segura.

Cuando fue y le dijo a su jefe que Cristina no contestaba el teléfono este bufo y simplemente le ordeno “localízala y dile que regrese mañana temprano”.

Conoce a su amiga y sabe ella que debe de guardar el secreto de Cristina, todo aquel enrolló que tiene en su vida, la muerte de su madre, el accidente, su hermano herido y en el hospital y ella cuidando de su hermana, cuando trato de percudirla que mencionara todo eso en la empresa ella simplemente le dijo: es muy doloroso para mi recordarlo y mucho más que me tengan lastima, por favor Libi compréndeme, no digas nada… prométemelo.

Y como buena amiga que es lo prometió; por ello cuando decían que el bebé que Cristina tiene es su hija, ella nunca negaba nada simplemente no se limitaba a responder.

De ello admiraba a Cristina, soportaba los chismes de ella en la oficina de manera sorprendente sin demostrarse débil y mucho menos altera, simplemente se preocupaba por atender a su hermana, el trabajo y sacar a delante a su hermano.

Cristina había ido corriendo a la oficina que no se preocupó por su vestimenta de ese día, Libi la había localizado de puro milagro y eso se debe al que el teléfono de la casa todavía recibía llamadas.

—¡Cristina, por fin te localizo! — exclama aliviada desde el otro lado de la línea.

—¿Qué pasa Libi? — pregunta confusa.

—¡El señor Spencer quiere hablar contigo, ven mañana temprano a la oficina! — le anuncia entusiasta, embozando ella misma una sonrisa.

—¡gracias!... ¡gracias!...— murmura al comenzar a derramar lágrimas de sus ojos.

—¡y no le dije nada, como lo prometí! — exclama feliz su amiga.

—¡gracias Libi!, ¡eres la mejor amiga!.— susurra feliz, al sentir como todo comienza ha arreglarse.

Al anunciar el elevador su parada en el piso correspondiente ve a su pequeña hermana dormida profundamente, pero arropada adecuadamente para esa estación del año otoño, divisa a su amiga, el cabello castaño de Libi se encuentra amarrado por una coleta, pero unos pares de listones se han soltado de él cosa que la hacer ver linda con esa ropa de color rosa que trae consigo.

—Hasta que llegaste, yo me encargare de Dora hasta que termines con tu junta — se lo hace saber con una sonrisa, deseándole suerte en todo.

—Gracias…— murmura al dirigirse hacia la puerta del jefe, encontrándose todavía nerviosa.

Tranquila Cristina, tranquila…

Se lo repite mentalmente, recordando porque está de nuevo en esa situación; el gran jefe la ha llamado.

Los nudillos de su mano izquierda chocan contra la madera, escuchando un pase; abriendo la puerta lentamente tanto que el chillido de las tuercas se hacen presentes.

—Por favor pasa Cristina — se escucha aquella voz masculina dentro de la habitación.

—Gracias… señor Spencer…— murmura al cerrar la puerta y fijar su mirada en los ojos castaños que la observan de pies a cabeza y arruga algunas facciones de aquel rostro perfecto como si no comprendiera algo.

—Por favor tome asiento — menciona educadamente sin dejar de observar su perfil, algo que ella no lograba comprender y no le gusta en absoluto la reacción que comenzaba a tener su cuerpo debajo de toda esa ropa holgada.

Observa atentamente como Cristina hace lo que le pide, aunque sus ojos no deja de identificarla y compararla con la imagen de la fotografía, dando un hecho que no se parecen en nada, la mujer que tiene a sus ojos en esos momentos no es más que la sombra de aquella otra mujer radiante, una mujer que pareciera que sería capaz de conquistar cualquier objetivo a su alcance incluyendo a los hombres.

—Libi me informo que se encontraba buscándome…— habla de forma débil al bajar sus ojos marrones y fijarlos en un par de pelotas de metal colgadas por unos pequeños listones y en movimientos sincronizados al balancearse.

—Así es —

Le gustaría preguntarle muchas cosas, su parte curiosa desea saberlas, pero su otra parte la racional sabe que debe de ir al grano y no involucrarse con las mujeres que el suele usar y después dejarlas amablemente antes de que se crea un compromiso profundo, como suele decirle su tío.

Affascinante di donna…

Lo que uno le diría sin usar su lengua materna “encantador de mujer”.

—Le hable señorita Lennox con el propósito de ofrecerle un trato — comienza a hablar al captar la atención de aquellos ojos marrones que muestran curiosidad— será bien pagada por el favor que hará en esta compañía y mucho más a mi — concluye con una sonrisa que bien sabe que efecto suele tener en las mujeres y parece ser que la presente no es muy diferente a las demás.

Escucha atentamente sin dejar que su jefe la perturbe de esa forma, todavía recuerda recién que entro al trabajo, la primera vez que lo vio ella misma se encontraba en el piso recogiendo unos papeles que se le cayeron del escritorio donde se situaba, el entro con un resplandor que lo rodeaba de pies a cabeza dejándola hipnotizada por aquel hombre.

—¡hey Cristina!, no te comas al jefe…— bromea Libi al darle un pequeño codazo en su brazo al moverla un poco.

—¿jefe? — murmura sorprendida, ¿ese hombre es el jefe?

—Si, es el Magnate Dante Spencer, un hombre que toda mujer sueña, lástima que solo le interesen las modelos sin cerebro que suele traer a la oficina — informa su amiga con una mueca de disgusto.

—¿le parece el precio adecuado? — pregunta la voz masculina al sacarla de sus recuerdos.

—¿disculpe? — murmura desorientada al regresar al presente.

—Le estaba comentando si la cantidad de diez mil dólares y el vestuario de la noche sea poco para que sea mi acompañante el viernes en el evento que debo de presentarme, es a partir de las siete, pero podemos llegar a las ocho, lo cual pasaría a recogerla a las siete y media — informa de manera tranquila al esperar alguna reacción por parte de la señorita Lennox y una de ellas muy notoria es el asombro y confusión.

—¿me está pagando por acompañarlo? — murmura aquella pregunta sin comprender que sucede.

—Así es, necesito compañía y como no cuento con ella, debo de pedírtelo a ti — se lo hace saber.

—¿Por qué? — susurra al ver como Dante se acerca a ella.

—Como te dije, necesito compaña — repite de nuevo sus palabras como si con eso fuera suficiente.

—Pero…—

—Deberás de decidirlo en estos momentos lo tomas o lo dejas, es simplemente una velada, te mantendrás a mi lado, sonreirás y regresaras a casa el momento justo para que tu pequeña no te extrañe — concluye muy a su pesar las últimas palabras, pero no puede llevarla a la cama tan deprisa, no… por el momento.

—Compañía…— escucha susurrar aquello entre sus labios como si analizara todo precavidamente, de ello dependía si aceptaba o no.

—El dinero te lo daré al día siguiente aquí en la oficina — sigue dando a conocer algunos d sus planes.

—Pero yo…—

—Mañana podrás recoger el vestido y los accesorios que debes de portar en la cena, así me darás la dirección donde pasar a recogerte y por lo de la niñera…—

—¡Oh no!…— suelta un gemido angustiado.

—¿no? — repite la negativa confuso.

—Se que Libi no le molestará cuidar de Dora la mitad de la noche — se lo hace saber a su jefe, aunque parece ser que la respuesta es un sí.

—¿entonces aceptas? — pregunta por última vez sonriente Dante, saboreando la victoria de una batalla.

—Si, acepto…— susurra, aunque su cuerpo y algo de ella le hace sentir como si acaba de vender parte de algo por aquello.

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