Capitulo 5.

Saber que era lunes y debía volver a trabajar conlleva tener que enfrentar a mi odioso jefe nuevamente, después del caótico finde semana que solamente quería borrar de la cabeza me hacía recapacitar para tratar de comportarme de la mejor manera profesional ante él y contener todo mi odio ante ese hombre.                                                                                                                                                                                      No sé si era producto de mi ansiedad, pero hoy particularmente me sentía observaba, algo paranoica, por mi bien debía sacar esas ideas de mi cabeza para concentrarme puramente en el trabajo ni el café que llevaba en la mano me ayudaría con esto.

— ¿Por qué me abandonaron? — enfrente a mi traicionera amiga que ya se encontraba en su puesto de trabajo.

— Es tu novio y el jefe — murmura con una sonrisa pícara.

— Jackson y tú están en mi lista negra — declaro molesta.

— Exagerada — se ríe.

— No queremos que nadie sepa esto — miento.

— Si, el señor Salvatore dejo eso en claro. Es su historia y no quiere cosas malintencionadas — acota provocando que ruede los ojos, otra más que creía en las mentiras de ese mentiroso.

 — Gracias por abandonarme —

— ¿Qué querías que haga? — cuestiona.

Bufe frustrada dejando ahí nuestra conversación para subir al piso donde trabajo, suspiro buscando tranquilidad y disfrutando de mi paz al darme cuenta de que el mal de mis males no estaba cerca.                                                                                                                                                             Cómo todos los lunes comenzaba con mis quehaceres, me extrañaba que mi amado jefe, noten el claro sarcasmo no haya llegado, eso sí era bastante raro más viendo de él que es un obsesivo de la puntualidad. Al tener todo controlado y sin señales del señor Salvatore decidí matar mi aburrimiento reparando para mi examen final que sería en un par semanas.

— Oficina del señor Salvatore ¿en qué puedo ayudarlo? — atiendo el teléfono.

Señorita Clayton — me sorprendo al reconocer su voz. — No iré a la empresa, cancele todo lo de hoy — me ordena.

— Como diga, señor — contesto.

Nos vemos mañana, señorita Clayton — se despide cortando la llamada.

Eso sí que era raro, pero favorecía mi día al no tener que aguantar su amargura y lo que significaba que podría seguir estudiando mientras tanto, nunca imaginé que este hombre me alegraría con algo tan mínimo que faltando al trabajo. Perdí la noción del tiempo, solo cuando mi estómago gruñó me obligué a dejar todo para bajar a comprar algo. Salí de mi asiento, acomodé mi falda y sin levantar mi vista caminé para chocar con alguien, un jadeo salió de mi boca al verlo.

¿Cómo demonios me encontraron?

— Antonio — susurro. Esto era imposible y me negaba a creer que tenía este malnacido enfrente mío nuevamente.

— Así que aquí es donde te escondes — comenta mirándome de la peor forma.

Sus ojos negros estaban más oscuros de lo normal, está despeinado y el olor a alcohol que salía de su boca era repugnante.

— ¿Qué haces aquí? — pregunto a la defensiva. Sabía que no debía dejar que sepa que le tengo miedo o todo iría peor.

— Siempre haciendo preguntas tontas — se lleva un mechón de mi cabello a la nariz. — Vine a buscarte, mejor dicho, a llevarte conmigo — declara con una sonrisa maliciosa.

— ¡No! — exclamo al empujarlo. — No pienso volver, dejé todo en claro cuando me fui — agrego firmemente.

— Tu papá pensaba que solo era un acto de rebeldía, al pasar los meses comenzamos a buscarte, pero la perra de tu amiga ocultó bien sus pasos — dice con odio.

— No metas a Catalina en esto, lo mejor que hice fue salir de esa casa — declaro con seguridad.

— Mi prometida me dejó como un idiota ante todos — sisea cabreado y a mí eso me importaba una m****a, cuando vivía en Los Ángeles era la cornuda de la ciudad y nadie me decía nada.

— Era tu prometida, ya no soy esa niña que puedes manipular a tu antojo para ganar poder a costa de mi apellido — digo furiosa.

— Tu locura de niña caprichosa nos costó el prestigio tanto a mí como a tu padre — gruñe.

— Me importa un carajo — sonrío con arrogancia. — Te dejaré algo en claro y puedes repetirle esto a mi padre, se pueden ir bien al mismísimo infierno, no necesito su dinero — declaro con autosuficiencia.

— Lo he viste con mis propios ojos, no pensé que eras de ese tipo de personas — se mofa divertido.

— ¿Qué demonios estás insinuando? —

— Las zorritas que se acuestan con su jefe para buscar su salvación — responde sonriendo.

— ¡Hijo de puta! — estampo mi mano en su mejilla.

Sus ojos negros me miran cargados de furia, usa su fuerza para estampar mi cuerpo contra la pared golpeando mi cabeza, me acorrala entre su cuerpo y sentía asco de tenerlo tan cerca mío.

— Si no eres mía no serás de ese idiota — afirma apoyando su nariz en mi cuello oliendo y generando ganas de vomitar.

— Idiota — mascullo forcejeando para tratar de quitarlo de encima mío, pero vuelve hacer más fuerza juntando mucho más nuestras caras.

— No dejaré que ese imbécil se quede con lo mío — comenta elevando su tono de voz.

— ¡No soy tuya, hijo de puta! — grito llena de furia.

Se empieza a reír. — Estás mucho más fiera, eso me excita — pega entrepierna sobre mi pierna para que lo sienta. — Te diré algo, tarde o temprano será mía, nos casaremos y te cobraré con intereses tu impertinencia, mi amor — declara levantando sus manos para meterlas debajo de mi falda.

— ¡Déjame! — me quejo entre lágrimas al sentir como sus asquerosas manos tocan mi trasero.

— En esto ganan los fuertes, no dejarás de ser mía antes muerta que dejarte en manos de ese bastardo — sentencia con odio y sus manos suben a mi cuello para cerrarse en mi garganta impidiendo que, entre aire, forcejeo con él es inútil cuando lentamente todo a mi alrededor se vuelve negro.

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