Saber que era lunes y debía volver a trabajar conlleva tener que enfrentar a mi odioso jefe nuevamente, después del caótico finde semana que solamente quería borrar de la cabeza me hacía recapacitar para tratar de comportarme de la mejor manera profesional ante él y contener todo mi odio ante ese hombre. No sé si era producto de mi ansiedad, pero hoy particularmente me sentía observaba, algo paranoica, por mi bien debía sacar esas ideas de mi cabeza para concentrarme puramente en el trabajo ni el café que llevaba en la mano me ayudaría con esto.
— ¿Por qué me abandonaron? — enfrente a mi traicionera amiga que ya se encontraba en su puesto de trabajo.
— Es tu novio y el jefe — murmura con una sonrisa pícara.
— Jackson y tú están en mi lista negra — declaro molesta.
— Exagerada — se ríe.
— No queremos que nadie sepa esto — miento.
— Si, el señor Salvatore dejo eso en claro. Es su historia y no quiere cosas malintencionadas — acota provocando que ruede los ojos, otra más que creía en las mentiras de ese mentiroso.
— Gracias por abandonarme —
— ¿Qué querías que haga? — cuestiona.
Bufe frustrada dejando ahí nuestra conversación para subir al piso donde trabajo, suspiro buscando tranquilidad y disfrutando de mi paz al darme cuenta de que el mal de mis males no estaba cerca. Cómo todos los lunes comenzaba con mis quehaceres, me extrañaba que mi amado jefe, noten el claro sarcasmo no haya llegado, eso sí era bastante raro más viendo de él que es un obsesivo de la puntualidad. Al tener todo controlado y sin señales del señor Salvatore decidí matar mi aburrimiento reparando para mi examen final que sería en un par semanas.
— Oficina del señor Salvatore ¿en qué puedo ayudarlo? — atiendo el teléfono.
— Señorita Clayton — me sorprendo al reconocer su voz. — No iré a la empresa, cancele todo lo de hoy — me ordena.
— Como diga, señor — contesto.
— Nos vemos mañana, señorita Clayton — se despide cortando la llamada.
Eso sí que era raro, pero favorecía mi día al no tener que aguantar su amargura y lo que significaba que podría seguir estudiando mientras tanto, nunca imaginé que este hombre me alegraría con algo tan mínimo que faltando al trabajo. Perdí la noción del tiempo, solo cuando mi estómago gruñó me obligué a dejar todo para bajar a comprar algo. Salí de mi asiento, acomodé mi falda y sin levantar mi vista caminé para chocar con alguien, un jadeo salió de mi boca al verlo.
¿Cómo demonios me encontraron?
— Antonio — susurro. Esto era imposible y me negaba a creer que tenía este malnacido enfrente mío nuevamente.
— Así que aquí es donde te escondes — comenta mirándome de la peor forma.
Sus ojos negros estaban más oscuros de lo normal, está despeinado y el olor a alcohol que salía de su boca era repugnante.
— ¿Qué haces aquí? — pregunto a la defensiva. Sabía que no debía dejar que sepa que le tengo miedo o todo iría peor.
— Siempre haciendo preguntas tontas — se lleva un mechón de mi cabello a la nariz. — Vine a buscarte, mejor dicho, a llevarte conmigo — declara con una sonrisa maliciosa.
— ¡No! — exclamo al empujarlo. — No pienso volver, dejé todo en claro cuando me fui — agrego firmemente.
— Tu papá pensaba que solo era un acto de rebeldía, al pasar los meses comenzamos a buscarte, pero la perra de tu amiga ocultó bien sus pasos — dice con odio.
— No metas a Catalina en esto, lo mejor que hice fue salir de esa casa — declaro con seguridad.
— Mi prometida me dejó como un idiota ante todos — sisea cabreado y a mí eso me importaba una m****a, cuando vivía en Los Ángeles era la cornuda de la ciudad y nadie me decía nada.
— Era tu prometida, ya no soy esa niña que puedes manipular a tu antojo para ganar poder a costa de mi apellido — digo furiosa.
— Tu locura de niña caprichosa nos costó el prestigio tanto a mí como a tu padre — gruñe.
— Me importa un carajo — sonrío con arrogancia. — Te dejaré algo en claro y puedes repetirle esto a mi padre, se pueden ir bien al mismísimo infierno, no necesito su dinero — declaro con autosuficiencia.
— Lo he viste con mis propios ojos, no pensé que eras de ese tipo de personas — se mofa divertido.
— ¿Qué demonios estás insinuando? —
— Las zorritas que se acuestan con su jefe para buscar su salvación — responde sonriendo.
— ¡Hijo de puta! — estampo mi mano en su mejilla.
Sus ojos negros me miran cargados de furia, usa su fuerza para estampar mi cuerpo contra la pared golpeando mi cabeza, me acorrala entre su cuerpo y sentía asco de tenerlo tan cerca mío.
— Si no eres mía no serás de ese idiota — afirma apoyando su nariz en mi cuello oliendo y generando ganas de vomitar.
— Idiota — mascullo forcejeando para tratar de quitarlo de encima mío, pero vuelve hacer más fuerza juntando mucho más nuestras caras.
— No dejaré que ese imbécil se quede con lo mío — comenta elevando su tono de voz.
— ¡No soy tuya, hijo de puta! — grito llena de furia.
Se empieza a reír. — Estás mucho más fiera, eso me excita — pega entrepierna sobre mi pierna para que lo sienta. — Te diré algo, tarde o temprano será mía, nos casaremos y te cobraré con intereses tu impertinencia, mi amor — declara levantando sus manos para meterlas debajo de mi falda.
— ¡Déjame! — me quejo entre lágrimas al sentir como sus asquerosas manos tocan mi trasero.
— En esto ganan los fuertes, no dejarás de ser mía antes muerta que dejarte en manos de ese bastardo — sentencia con odio y sus manos suben a mi cuello para cerrarse en mi garganta impidiendo que, entre aire, forcejeo con él es inútil cuando lentamente todo a mi alrededor se vuelve negro.
Nicholas.Cada día estoy metido en más problemas por culpa de esta estúpida mentira, mis padres y ahora Francesca adoran demasiado a Isabel y no entendía como esa mujer se los ganó tan rápido, empezaba a molestar que mi madre pregunte constantemente por ella a cada momento. Por suerte, mi hermano no opinaba sobre el tema a diferencia de mi mejor amigo Julián, que solo repetía que todo se iría al carajo si seguía con las mentiras y encima para completar el jodido abogado de mi difunto abuelo no dejaba de buscarme así que no tenía otra opción que ir a verlo.Odio las impuntualidades.—Bienvenido Nicholas — me saluda estrechando su mano con la mía.— Aquí me tienes César, ¿A qué se debe su ferviente insistencia? — digo luego de saludarlo.— Tengo noticias — lo miro d
El intenso ruido en mi oído me hizo abrir con miedo mis ojos, recordaba todo lo sucedido y temía que Antonio haya cumplido su cometido viviendo en Los Ángeles ese calvario del que había huido, todo se esfumó al darme cuenta de que estaba en la habitación de un hospital y a mi lado se encontraba mi jefe durmiendo muy incómodo en una silla. No quería despertarlo, se notaba el cansancio en su rostro.&
Casi un mes me llevó mi recuperación, estar al cuidado de mis mejores amigos fue una tortura porque no dejaban que salga de la cama todas estas semanas, pero al fin era momento de volver a trabajar y debía reconocer que había extrañado a mi jefe, aunque me llamaba cada noche preguntando cómo estaba no era lo mismo que tenerlo enfrente mío soportando su odioso humor.&nbs
Nicholas.Todas estas semanas no verla, me había hecho sentir su falta más con lo eficiente que es cuando se trata de manejar mi vida laboral de la mejor manera que ella solo sabe hacerlo.Nadie tenía comparación con Isabel.Tenerla nuevamente cerca mío tuve ganas de abrazarla porque en verdad la extrañaba y contuve todo eso porque sabía que no era correcto.Saber que la tendría de nuevo a unos pasos mío, por unas horas solo para mí y sin tener que compartirla con nadie me perturba bastante. Ella es mi salvación y sé que no es justo lo que haría, pero no tengo opción, será mi esposa como de a lugar. Ese beso que nos dimos solo terminó de confirmar que teníamos una buena química que no podía desaprovechar.Isabel Clayton será mi esposa.Después de besarla hui como un cobar
NoNoNoEsto no puede ser real, me pellizco pensando que solo era un sueño, para mí mala suerte no lo era y por eso volví a mirar a mi jefe que tenía su ceño fruncido esperando una respuesta de mi parteNunca me casaría con él.— ¡Está loco! — exclamo alterada tomando todas mis cosas para huir en ese preciso momento.— No grite — me detiene. — No estoy loco señorita Clayton, se casará conmigo le gusta o no — ordena.Lo miro anonadada. — ¿Casarnos? — río sin una pizca de gracia. — Es un demente, no puedo obligar a una persona a casarse si no quiere — digo cabreada.Bufo molesto. — No tiene nada malo que nos casemos, tenemos demasiada química ente nosotros y ese beso lo dejó todo claro. Te deseo y tú a mí ¿Qué hay de malo? — se
Aunque no quería, no tuve opción que dejarlo pasar a mi departamento, ninguno dijo nada mientras subíamos por el ascensor, de hecho, lo notaba molesto y ya de verdad estaba cansada de él.¿Cuántos años de condenan me darían por matarlo?Mi lado más sensato era el que impedía que todo eso suceda.Nicholas Salvatore saca lo peor de mí.¿Hasta cuánto más tendría que soportar a este loco hombre?Suspiré frustrada dejando que ingrese a mi dulce hogar, mientas él observaba todo aprovecho a quitarme los tacones porque mis pies pedían a gritos que lo haga.— ¿Cuántos novios más aparecerán? — pregunta de repente.Lo miro mal mientas el idiota tiene su ceño fruncido esperando mi respuesta, estaba tan cabreada que no dudé en lanzarle el tacón que sostenía
Nicholas.Lo reconozco, soy el peor ser humano de este mundo por aprovecharme de la vulnerabilidad de una mujer, pero la necesitaba y ella a mí. Esto es un gran intercambio de favores, Isabel será mi esposa, ambos nos ayudaríamos, lo que significaba que mantendría mi empresa y la protegería de su nefasta familia porque no iba a permitir que su padre vuelva a intentar a ponerle una mano encima. Recordar eso generaba una furia incontrolable en todo mi cuerpo porque no quiero imaginar que hubiera sucedido si no la seguía, por eso quería matarlo por haberla asustado como lo hizo, ese hombre no me conocía y no tiene idea de lo que soy capaz de hacer cuando se meten con uno de los míos.&n
¿En qué momento dejé que mi vida cambie de forma tan drástica? Como no recordar ese momento, si todo se volvió un caos el día que precisamente seguí cada una de las malditas mentiras de mi amado jefe, noten el sarcasmo. A partir de ahí todo cambió, ahora debía andar por la vida con dos roperos, Phil y Frank, mi guardaespaldas sumamente innecesario, pero la terquedad de Nicholas había ganado anoche. Luego del reencuentro co