Franco apoyó los codos en las rodillas, entrelazó los dedos y se llevó los pulgares al puente de la nariz. Estaba agotado, pero aquello estaba muy lejos de terminar, y no podía permitir que nada lo afectara.Hacía dos horas que veía a Victoria revolverse en la cama, tratando de dormir, pero lo único que había logrado era esa bruma de sueño en la que llamaba a su hijo inconscientemente. Y cada vez que escuchaba su nombre, a Franco le parecía que le estaban arrancando el corazón.Cuando por fin la tormenta pasó, salió de aquella habitación, solo para encontrarse a Amira de pie en la puerta, vigilante.La mujer vio su rostro cansado y solo se acercó.—¿Qué necesitas? —preguntó muy bajo y Franco apretó los dientes.—Un favor personal, muy personal, que no tiene nada que ver con tu trabajo como mi Ejecutora —murmuró Franco y Amira sonrió.Aquel hombre la había sacado con sus propios brazos de una zanja donde estaba muriéndose. La había curado, le había dado un propósito y aunque ella era s
Victoria siguió a Amira por todo el corredor, hasta que llegaron a una ventana en el pasillo del segundo piso, casi al otro lado de la mansión. Abrió apenas el cristal y el sonido que entró por la abertura fue entonces consistente con la imagen que tenían delante.En un pequeño jardín en la plata baja, Franco destruía golpe a golpe algo que había sido una placa de mármol rodeada de flores de color claro.—¿Qué es eso? —preguntó Victoria sin comprender.—Es tu tumba —respondió Amira y Victoria se cubrió la boca, ahogando un grito.—¿Cómo…? ¿Cómo que mi…?—La otra diferencia entre tú y yo, es que mientras a mi esposo no le importó que yo me muriera, Franco ha estado llorándote durante tres años —murmuró Amira—. Lo vi detenerse frente a esa lápida cada mañana sin falta y rezar por ti. Y sé que todo lo que hizo hasta hoy, lo hizo por tu recuerdo.A Victoria se le hizo un nudo en la garganta al verlo atacar aquel pedazo de mármol con fiereza. El martillo se movía en sus manos con una preci
Victoria rastrilló la pistola como Amira le había enseñado. Era un arma pequeña y manejable para ella, pero mataba exactamente igual que una grande. Sin embargo el esfuerzo, repetido más de diez veces, la hizo inclinarse hacia adelante, sosteniéndose la herida sobre el abdomen. —¡Hey, hey… no puedes estar haciendo esto! —escuchó una voz tras ella y sintió el cuerpo de Franco pegarse a su espalda sosteniéndola. Le quitó el arma para dejarla sobre la mesa y pasó un brazo a su alrededor para sujetarla por un instante.A Victoria no le quedó más remedio que apoyar la cabeza en su pecho mientras aquellas náuseas momentáneas pasaban. Podía sentir que estaba tenso y nervioso incluso por la forma en que la sostenía, siempre era así cuando la tocaba.Respiró pesadamente y se separó de él, pero en cuanto quitó la mano de su lugar, se encontró un pequeño rastro de sangre en ella.—¡Voy a llamar al doctor! —exclamó Franco asustado y ella negó.—No es nada.—¡Claro que es algo… voy…!—¡Franco, po
Victoria se miró aquel vestido inmaculado, con sus encajes finos y su pedrería. Debía haber costado una pequeña fortuna, y aun así ella no lograba encontrarle lo hermoso. Dentro de todo era sencillo, lo había pedido sin grandes vuelos ni colas, no era excesivo ni espectacular, solo discreto y muy elegante.Se tocó durante un brave segundo la faja apretada que llevaba debajo, sobre la herida, y la ajustó bien para que no se notara.Debían ser las seis de la tarde más o menos cuando los pocos invitados que iban a asistir a la ceremonia comenzaron a llegar. Solo estarían presentes los miembros de La Santa con sus respectivas familias y Ejecutores.—¿Estás lista?Victoria se giró en silencio hacia Amira y asintió.—Vamos.No llevaba flores ni adornos, ni siquiera un velo de novia, solo una pequeña mantilla de encaje de estilo español para no llevar la cabeza descubierta en la iglesia.No había música ni grandes pompas, solo ella al inicio de un pasillo y Franco al final de él.El italiano
Victoria respiró profundamente cuando aquel sacerdote le hizo una cruz sobre la frente, declarándola la Mamma de la ´Ndrangheta. Sentía el cuerpo entumecido y frío, como si se estuviera congelando despacito, pero sabía que eso solo era por el esfuerzo que estaba haciendo. Hacía muy pocos días había estado luchando por su vida, y ahora estaba allí, sacando fuerzas de donde no tenía para terminar aquella ceremonia.Cada uno de los hombres de La Santa los saludaron con una inclinación de cabeza cuando se giraron, y aquello ya era oficial. Vitto Aiello le hizo un gesto al sacerdote para indicarle que ya podía irse, y Victoria comprendió que el momento más difícil estaba a punto de comenzar.—Mamma… —Se acercó Vitto y tomó su mano con respeto—. Sabemos que usted no nació dentro de las familias, y por tanto que no ha sido adiestrada en nuestro modo de vida…—Sin embargo eso no me exime de cumplir sus normas, señor Aiello —replicó Victoria con educación y forzó una sonrisa fría y controlada—
Salir de aquella iglesia acompañada por Franco hizo que Victoria volviera a respirar. Pero a pesar de lo conmocionada que estaba, se aseguró de que su rostro no mostrara ni un solo cambio cuando tuvo que pasar por el salón donde estaban reunidos los invitados.Forzó una sonrisa bastante convincente mientras se encogía de hombros.—Con su permiso, iré a cambiarme por algo más apropiado. No quiero asustar a los niños.Todos rieron y la saludaron levantando sus copas, y lo tomaron como una broma, porque los niños de la ´Ndrangheta no se asustaban por algo tan simple como la sangre.Victoria se dirigió a la escalera, pero en cuanto salieron de la vista de la familia, Franco pasó un brazo bajo sus rodillas y la levantó mientras ella apoyaba la cabeza en su hombro.El italiano la sentó en el borde de la bañera y la oyó respirar con fuerza mientras aguantaba el dolor.—¡Maldición! —gruñó él al darse cuenta de que la sangre no paraba de salir—. ¡Ven, niña, levántate!Le dio la vuelta y le abr
Victoria caminó hasta donde estaba Franco y se detuvo a su lado.—Hace una semana recibiste la prueba de lo que somos capaces de hacer —continuó aquella voz—. Nos alegra que tu mujer sobreviviera… pero no seremos tan compasivos con tu hijo, a menos que hagas lo que te pedimos.—¿Qué quieren? —gruñó el italiano y a su alrededor se hizo un silencio sepulcral.—Mañana recibirás una dirección y una hora. Te encontraremos allí, para negociar la liberación de tu hijo —dijo la voz, y Franco miró a Victoria y la vio asentir.—Entendido —declaró y la llamada se cortó en un instante.Los miembros de La Santa callaban, pensativos, hasta que Paolo Alighieri se adelantó.—Esta es una clara situación de rehenes, ¡nada menos que contra nosotros! —siseó—. Tenemos equipos listos para esto…—¡No! —sentenció Franco—. No estamos negociando con cualquier secuestrador, sino con los Rossi. Y con ellos vamos a lidiar la Mamma y yo personalmente, porque alguien ha estado informándoles y todavía no sabemos qui
Franco apoyó los codos en las rodillas mientras veía a Victoria atravesar las últimas dos horas antes del amanecer en medio de aquel sueño intranquilo. Llamaba a su hijo dormida, y eso le rompía el corazón.Lo único, lo único que lo mantenía cuerdo sabiendo que había sido vendida en esos años, era saber que nadie más la había agredido, así que al menos solo llevaba sobre sus hombros la culpa de sus propios actos.Estaba apenas amaneciendo cuando ella abrió los ojos y lo vio allí, sentado y taciturno.—Tienes que descansar… —murmuró Victoria, pero sabía que para él también era imposible.—No sabría cómo —aseguró Franco y ella solo alargó una mano que él tomó.Victoria tiró de él hacia la cama y lo hizo acostarse a su lado. Franco se tensó cuando sintió su cuerpo caliente y la forma suave en que ella apoyaba la cabeza en su hombro.—Solo cierra los ojos —pidió la muchacha y el italiano obedeció solo para ocultar aquellas reacciones que su cuerpo tenía sin su permiso.Victoria acarició e