Señor le adjunto la mitad de un riñón que tomé de una mujer y que he conservado para usted, la otra parte la freí y me la comí, estaba muy rica. Puedo enviarle el cuchillo ensangrentado con que se extrajo, si se espera usted un poco.”
– Jack el DestripadorCorría el año 1899 en la capital de Inglaterra, era una noche de otoño lluviosa y fría, una sombra caminaba por las calles empedradas, algún carruaje iba rumbo a su hogar, se escuchaban los caballos caminando lentamente, el imponente Big Ben marcaban las doce de la noche y un grito desgarrador rompió el silencio que hasta el momento reinaba por las calles.
Los policías llegaron inmediatamente a donde se produjo el grito, en la escena se encontraba una mujer elegantemente vestida, era Lady Willemina Winchester, hija del conde de Winchester, presentaba una cortadura en el cuello que parecían dos orificios en la vena yugular, la sangre corría desde el cuello hasta el inicio del pecho, su vestido de seda gris con adornos en granate; se encontraban manchados de la sangre que emanaba de la herida del cuello, tenía en el rostro una mueca de terror, que ni el mejor embalsamador de Londres pudo borrar.
Era el primer asesinato de otros dos que sudecerion en la capital, siempre mujeres de una edad joven, pero de distintas clases sociales, se comenzaban a propagar rumores por toda la ciudad, incluso llegaron a pensar que se trataba de un ser de la noche, un vampiro llegado de tierras inhóspitas, lo cual era imposible, esas cuentas de matronas y viejos locos o libros de fantasía eran completamente irreales.
Se trataba de un asesino, un asesino de mujeres, a las cuales antes de matar les cortaba un mechón de cabello, eran rubios o castaños, morenos, no tenía un gusto especifico,
El asesino de la media noche, comenzaron a anunciar los diarios, salía en primera plana del periódico THE SUN.
Un hombre leía con interés lo publicado en el diario, tenía sobre su mesa de trabajo muchos cuchillos y escalpelos, una segueta, frascos de cloroformo y diversas sustancias para la conservación de cadáveres.
Dejo el diario a un lado, necesitaba ser cuidadoso, no podía levantar sospechas, la gente se encontraba aterrorizada, hasta creían en vampiros y otras criaturas fantásticas, como el hada Banshee, se reía para sí mismo.
Alguien toco la puerta y lo saco de los pensamientos que tenía, se dirigió a la puerta, era la familia de Willemina Winchester, venían a recoger el cuerpo de la joven.
El padre de esta, el Conde de Winchester se encontraba en la puerta, tenía el rostro embargado de una pena tan grande que no podía describirse, era su hija menor, había asistido a un baile con unos amigos, no entendían que había sucedido, pero la asesinaron como a otras mujeres en los últimos días, la investigación policiaca no terminaba aún, pero gracias a sus influencias ya podían darle cristiana sepultura a su pequeña hija.
El embalsamador dejo entrar al Conde de Winchester al local, en un féretro de cristal adornado con guarniciones de oro, se encontraba Willemina, su rostro pálido se le veía reflejado el terror, como si hubiera reconocido al hombre o ser que la había atacado
Hice todo lo posible, para quitarle esa mueca de horror, el cuerpo lo embalsamé para que los policías pudieran encontrar más cosas, pero es imposible, luego llegaron las otras- dijo señalando los otros dos féretros, desde el caro cedro hasta el barato pino.
Nos la llevaremos, gracias por poner sus conocimientos y poder en hacer que mi hija – la voz se le quebró al Conde de Winchester- gracias, Sir Walker, espero verlo en el funeral, para despedir a mi amada hija, Willemina- el hombre se despidió del embalsamador y dueño de la agencia que brindaba servicios funerarios.
El carruaje de los Winchester llevo consigo al hermoso féretro de Willemina, mientras el dueño de la funeraria veía como se marchaba el carruaje con una sonrisa cínica en los labios.
En la casa de los Winchester, la hermana de esta se encontraba llorando desconsoladamente, su querida hermana había fallecido, maldita la hora en que la había dejado sola, su novio Robert insistió que se quedara unos momentos más en la fiesta de los Staunton; ella acepto con reticencia, tenía que regresar con Willy como le decía cariñosamente a su hermana, en esos momentos Willy le dijo con voz cariñosa, “no te preocupes Beth, regresare caminando, no estamos lejos de casa, un par de cuadras, son las diez de la noche, las luces son fuertes para llegar a casa”- esas fueron las últimas palabras que había escuchado de su querida Willy.
Elizabeth Winchester era una mujer delgada y alta de cabello castaño oscuro y piel pálida, su hermana Willemina fue todo lo contrario ,cabellos dorados cono el oro,de ojos azules como el mar, con formas un poco más definidas que las de su hermana, por su hermosura y buen carácter tenía muchos pretendientes, pero ninguno pudo ganar su corazón, al contrario que ella, Elizabeth, que tenía por prometido a Robert Jones, un banquero de la ciudad, noble por naturaleza y profundamente enamorado de su novia Betsy, como él la llamada de manera cariñosa.
En las oficinas de Scottland Yard, el detective Harry Macmillan, comenzaba a investigar los casos que cada día eran más frecuentes, todas eran mujeres jóvenes, desde los diecisiete hasta los veinte, todas ellas tenían en común la juventud y que les faltaba un mechón de cabello.
Tenía en su oficina las escasas pruebas, unas cuantas fotografías de las escenas del crimen, dibujos y hasta caricaturas de vampiros, de algo estaba completamente seguro, eso lo hizo un humano, y era alguien que sabía dónde atacar, no existían los seres sobrenaturales, la ciencia que tanto amaba le hacía dudar acerca de esas criaturas nocturnas, esto era un hombre que odiaba al género femenino, y daría con él.
En los encabezados se leía: ¡VUELVE A ATACAR! EL ASESINO DE LA MEDIANOCHE.
Ahora eran dos mujeres que presumiblemente eran servidoras de la noche, amanecieron en el muelle cercano, ambas con miradas de terror y esas marcas hechas con un arma de fino filo.
Una figura caminaba por el muelle, eran cerca de las cinco de la mañana, en unas horas encontrarían a las mujeres ya desangradas, el humo del cigarro salía por su boca, era momento de regresar a casa.
La mañana fría de la capital inglesa se podía sentir en todos los aspectos, un cortejo fúnebre era seguido por muchas personas, la hija menor del Conde de Winchester iba hacer sepultada, la cripta familiar, grande, lúgubre y fría, sería la última morada de Willemina Winchester, sus seres queridos se preparaban para darle el último adiós, hace tan solo unos cuantos meses la madre de ellas falleció de un ataque cardiaco, dejando a las hermanas con el corazón destrozado. El dolor que sentía Elizabeth, no se podía describir con palabras, su pequeña hermana, Willy, ya nunca más la vería con su
Harry Macmillan se encontraba en el salón de té de los Winchester con un sombrero en la mano y en la otra enfundada en unos guantes color negro, se presentó ante Lady Winchester y el novio de ella, Sir Robert Jones. Pase, tome asiento, ¿Sir Macmillan? - la mujer le ofreció el lugar frente a ella y su prometido, el salón se escuchaban murmullos queproveníande la cocina, eran las empleadas que se encontraban arreglando y dejando limpio el lugar. La noche caía sobre la capital londinense, las pocas luces que alumbraban King Cross comenzaban a encenderse, algunos carruajes tirados por hermosos caballos de todos los colores circulaban por el camino del rey. Un local comenzaba a mostrar bullicio y música vulgar de piano, los olores a perfume barato, aceite de cabello y colorete eran la mezcla del lugar, hermosas mujeres y no tan hermosas se encontraban trabajando, risas vulgares se encontraban mezcladas con otros sonidos; un hombre vestido completamente de negro, desde el calzado hasta un sombrero viejo de fieltro, parecía sacado de un relato de terror.Mary Christine Ford
En unas oficinas de Scotland Yard se encontraba el detective Harry Macmillan, esa misma había realizado un juramento, dar con el asesino de Willemina Winchester; estaba analizando unos papeles, eran las notas sobre como el cuerpo había sido encontrado, con un par de orificios en el cuello, algunos de los agentes del servicio funerario y demás decían con temor; “debe de ser un vampiro”, “ o algún ser demoniaco”, esos eran los rumores que corrían por las calles de la ciudad, en los otros cuerpos que habían sido encontrados las marcas eran las mismas,teníasu pluma fuente entre los labios y la nariz,leíapensativo cada una de esas notas. DIARIO DE WILLEMINA WINCHESTER. Querido diario: Hoy lo vi... Elizabeth abrió el diario al azar e inmediatamente reconoció la letra de su hermana, sintió curiosidad, pero comenzaría desde el principio, necesitabarespuesta,quizásen ella encontrara alguna respuesta. Su corazón se encontraba roto en mil pedazos, no podía ser cierto lo que su amigo le acaba de confesar, tenía que ser una pesadilla, esoteníaque ser. Dime que es una mentira,Willemina no puede estar muerta, ella no- la voz de Bennet se escuchaba afectada por la noticia- ¿Cómo fue? ¿Qué paso? - el hombreteníaen su mano la copa de coñac de la cual estaba bebiendo. Fue el día del baile de los Staunton, yo me siento culpable, Willemina quería regresar a casa, al parecer algo salió mal en una visita que hDiario y Sir Gilbert Bennet
La Habitación
Te encuentras muy callada, querida Jane- dijo Walker mientras tomaba la mano de la mujer que se encontraba en estado de momificación- en verdad este vestido te sienta bien, te contaré algo, hoy conocí a tú próximaacompañante, es una mujer joven, bella y sin familia- el hombre paso la manoizquierdapor el cabello sin color y seco del cadáver. La traeré a vivir aquí con nosotros, mi amada Jane, ¿sabes?, fue una lástima que tus padres no hayan aceptado nuestro matrimonio o que yo te cortejara- el hombre seguía sentado hablándole al cadáver- fueron demasiados snobs- dijo esto
La noche transcurrió intranquila para Elizabeth, su padre llevaba dos días en cama, desde que paso el funeral, él no había querido salir de la habitación, su tía abuela la reina, mando una carta de condolencias con un bello mensaje para honrar la memoria de la pequeña y amadaWillemina; ni con ese mensaje el hombre quiso salir.Tenía ganas de salir y gritar, deseaba que Robert estuviera con ella abrazándola y consolándola, la oscuridad de su habitación era inmensa, casi como su estado de ánimo, entre so