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11. PARTIDA Y SANTA REBECA

Las normas de la sociedad humana son un laberinto de absurdos. No se trata solo de su pudor frente a la desnudez, sino de su devoción por los bienes materiales, que inevitablemente perpetúan un sinfín de injusticias. Algunas nacen de las desigualdades económicas; otras, de la férrea mano de sus creencias religiosas.

Desde hace dos años hemos cumplido con la exigencia de pagar impuestos por los terrenos de la Hacienda Amanecer. Don Noé nos presentó a algunos contactos que facilitaron la venta de cultivos y animales. Esos ingresos nos han permitido mantener al día las obligaciones.

—Si el problema es dinero, podemos ampliar los cultivos —propone Alan cuando le detallo mi reciente conversación con don Noé.

—Ojalá fuera tan simple —respondo, cruzando los brazos con gesto pensativo—. Necesitamos algo más que dinero: necesitamos apellidos.

—Apellidos? —réplica, sorprendido, alzando una ceja—. ¿Para qué servirían?

—Son como una máscara —explíco con tono grave—. Nos permitirán mezclarnos con
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