Kali se estremeció. Era fácil cuando Elliot dejaba salir su voz sexy, cuando avanzaba hacia ella con esa mirada.
—¿Nena…? —Elliot la sacó de sus pensamientos mientras la alcanzaba.
—No me mires con esos ojos que me desconcentro —lo regañó Kali.
—¿Y con qué otros ojos puedo mirarte? —Se rio Elliot pasando un brazo alrededor de su cintura para estrecharla.
—Pues con otros que no sean tan… felinos.
Elliot se humedeció el labio inferior con la lengua antes de morderlo, y le apartó un pechón de cabello del rostro, llevándolo detrás de su oreja.
—¿Felinos? —repitió como si lo estuviera valorando—. No lo creo… no tienen el color… ni la forma…
—Pero sí el instinto depredador —advirtió Kali y se derritió cuando lo
—¿Estás lista para el resto de tu vida? —preguntó Elliot y Kali puso los ojos en blanco.—¿Lo pregunta el que no está listo ni siquiera para la próxima hora? —respondió y lo vio hacer un puchero.—¡Oye! Tú estás muy linda y muy arreglada, pero si yo parezco la escoba de la bruja es por tu culpa, que estuviste lanzando mi ropa a diestra y siniestra, sin pensar que era la única que tenía aquí.Kali levantó una ceja coqueta mientras lamía la cuchara del chocolate caliente.—¿Quieres que te la quite de nuevo?—¡Sí, por favor! —exclamó Elliot y Kali rompió en carcajadas.—Pues no, señor Davies, porque tu padre ya avisó que el avión está llegando al aeropuerto y yo de verdad quiero ir a Hunter Mountain y tener un día tranqui
Elliot miró de nuevo la pequeña foto de la última ecografía que Kali había pegado sobre el refrigerador. Ya había cinco haciendo fila, lo cual significaba que cada vez él estaba más cerca de la neurosis.Se habían mudado al apartamento grande de la familia en el Upper East Side, muy cerca del edificio de la Fundación y de Davies Inc., así Elliot podía pasarse cinco a veces al día a ver a Kali, y solo él creía que estaba disimulando el acoso. Pero como el acoso normalmente llegaba con todas las chucherías que le gustaban a Kali, nadie la escuchaba quejarse al respecto.La familia se les aparecía allá cada quince días, y todos estaban muy entusiasmados con la llegada de la bebé, ya hasta habían hecho apuestas por cuál sería el nombre, pero la decisión final la tenía Kali.—¡Hola a
—Vamos, remolona. Hora de levantarte —susurró Elliot en su oído antes de darle un beso en la mejilla. —¡Un ratito más! ¿Porfis plis? —respondió ella con los ojos cerrados, haciendo un puchero y ocultando la cara contra su pecho. —OK, pero solo cinco minutos —decidió Elliot. Aquellos cinco minutos se alargaron por otra media hora, pero Elliot por fin logró sacarla de la cama. Ya Kali descansaba más de lo que trabajaba, y Elliot se había declarado en auto licencia por paternidad, así que pasaban la mayoría de los días solo disfrutando y esperando a la bebé que estaba por llegar. —¡Dios! ¿Cómo puedo estar tan cansada? —se quejó Kali poniendo los pies en el suelo y Elliot se acuclilló frente a ella. —Oye, no tenemos que hacer nada que no quieras. La doctora Marcel dijo que era bueno caminar un poco para que estés activa, pero tampoco quiero que te estreses por eso. —Esta nena pesa mucho —se justificó Kali. —Lo sé. Es una Davies después de todo. ¿Has visto qué tamaño tiene su padre?
Debían ser casi las ocho de la noche cuando la todoterreno atravesó la entrada de la propiedad de la familia Davies. Kali iba dormida en su asiento, y Elliot había aprovechado que ese día estaba en plan de dormir para adelantar todo lo que faltaba del viaje. Ya Kali había tenido algunas contracciones aisladas, la doctora Marcell les había explicado que eran normales y que no significaba que estuviera de parto, pero Elliot no quería arriesgarse. Después de todo habían tenido unas vacaciones excelentes, ahora todo lo que debían hacer era descansar y esperar a que a aquella princesa se le ocurriera salir. Lo gritos de la familia fueron los que sacaron a Kali de su modorra, y la muchacha sonrió cuando vio correr a los Davies hacia el auto. —Llegamos, amor —susurró Elliot dándole un beso y Andrew fue quien abrió la puerta de Kali, ayudándola a salir antes de envolverla en un medio abrazo, al menos hasta donde la pancita se lo permitía. El saludo emocionado de aquella familia era la co
Muchas eran las razones que habían llevado a Sohan Dhawan a subirse a un avión y aterrizar en Los Ángeles. Desde hacía meses que había estado tratando de contactar a su hija sin éxito. Kali siempre le había dado más dolores de cabeza que nadie, pero todo se había agravado durante los últimos meses, cuando uno de sus asociados le había reclamado que el apellido Dhawan estuviera ligado a una de las fundaciones americanas que más guerra daba con todo el m@ldito asunto de los derechos humanos de las mujeres asiáticas. No le había tomado mucho tiempo investigar, y el nombre de Kali, como una de las voceras de la Fundación, había sido lo primero en saltar ante sus ojos. Se había cansado de llamar, pero siempre le pedían sus datos y Sohan estaba seguro de que si escuchaba su nombre no querría hablar con él. A medida que pasaban las semanas había logrado aplacar un poco las cosas con sus asociados, pero la gota que había derramado el vaso, definitivamente, había sido cuando Sohan había par
Kali hubiera deseado tener una cámara para grabar la cara de su padre cuando Elliot le dijo aquello. Variaba entre la estupefacción y la ofensa, y la combinación era tan agradable de ver la que la muchacha solo sonrió con satisfacción. Elliot se acercó a ella y pasó una mano sobre su vientre con semblante preocupado. —Ya anda alborotada la guerrillera esta. —Se rio embobado antes de ponerse serio de nuevo—. Nena, estoy completamente seguro de que puedes con esto, pero si no te molesta, tu padre y yo necesitamos cruzar algunas palabras… y no me gustaría que mi hija me escuche diciendo obscenidades antes de nacer. Kali levantó una ceja porque sabía que él era muy capaz, y asintió conforme. —No te preocupes, todo lo que tenía que decirle ya se lo dije —siseó mientras Valeria llegaba junto a ella. —Bien, esto solo tomará unos minutos. —Elliot le dio un beso en la cabeza y se giró hacia Sohan—. Sígueme, por favor. El hombre apretó los puños y lo siguió hacia el despacho, mientras el
—¡No grites! ¡No grites! ¡Cálmate! —¡Elliot! ¡El único que está gritando eres tú! —le dijo Kali muerta de risa antes de volver a apretar su mano con otra contracción. El hospital solo quedaba a quince minutos pero aun así Elliot los sintió eternos. Estaba nervioso, estaba asustado, pero más que todo, estaba enojado. —¡Yo sabía que ese infeliz iba a causar problemas! —gruñó con frustración—. No acabó de salir por la puerta y ya te había hecho enojar tanto que te pusiste de parto. —Es que nuestra hija también quiso salir a pegarle. —Trató de bromear Kali, mientras soportaba otra contracción—. Escucha, esto no es culpa de Sohan, la nena ya está en tiempo de nacer, solo me adelanté una semana, nada más… —Quiso tranquilizarlo—. Además ya estamos en casa, con la familia, nada puede salir mal. Lydia, que estaba al otro lado de Kali en el asiento trasero de la camioneta, puso los ojos en blanco. —Linda, vas a ser una madre excelente, pero a este zangaletón no lo tienes que calmar, de es
Quizás para otro hubiera sido un shock escuchar esas palabras de la boca de Sohan Dhawan, pero ya Elliot se había preparado para todo. Estaba consciente de que podía enterarse, pero si era honesto no esperaba que se enterara tan rápido, después de todo su divorcio con Kali era algo que solo se sabía en su familia, y estaba bastante seguro de que ninguno de ellos había corrido a decirle a Sohan lo que estaba pasando. —¿Sabes qué he hecho en las dos últimas semanas, además de ocuparme de mi hija —fue la respuesta de Elliot—, a la que, por cierto, ni siquiera te has dignado a conocer? He estado rompiéndome la cabeza pensando qué diablos haces aquí todavía. Porque no creo que sea por tu nieta. Sohan hizo una mueca de desprecio que a Elliot no le pasó desapercibida y que estaba seguro de que le haría pagar caro. —La niña no me interesa, no es problema mío —replicó el hombre. —Tienes razón, no es tu problema, ni Kali tampoco —aseguró Elliot—, porque según tu cultura la mujer le pertenec