Valeria respiró hondo mientras se bajaba del auto en aquel estacionamiento medio vacío.
Era miércoles. Se suponía que debía ver a Emma allí a las once de la mañana, así que miró su reloj, comprobando que solo eran las nueve, y entró con paso firme al hospital.
Su primera visita fue para Amelia, la había visto por última vez hacía menos de seis meses, pero ya era hora de hacer otra consulta con ella, en especial porque su vacuna para no hacer más pequeños Bennets estaba por vencerse.
Después pasó al consultorio de Alan, que últimamente estaba muy concentrado en cierta señorita que había conocido en un club, y Valeria tenía que darle la enhorabuena por conocer por fin a una mujer que le correspondiera.
Y media hora después se sentó con toda su santa paciencia en la primera sala de espera del hospita
A la gente le gusta atribuir a Shakespeare las mejore frases de amor, pero en realidad fue Henry Van Dyke el que escribió: «El tiempo es muy lento para los que esperan, muy rápido para los que temen, muy largo para los que sufren, muy corto para los que gozan; pero para quienes aman, el tiempo es eterno». Y tres días eran tiempo suficiente como para que cada una de aquellas personas que estaban reunidas en el salón de espera del aeropuerto de Los Ángeles, sintieran sus efectos. El vuelo era privado y Valeria lo había organizado todo a la perfección. La familia Davies ya había entablado relaciones de amistad con la familia Gilbert durante los últimos años, así que era una reunión de negocios y un encuentro con amigos. Valeria iba con Nick, Andrew con Lydia, Richard con Layla y Elliot… bueno Elliot iba solo y aparentemente tranquilo hasta que una figura entró por la puerta de la salita privada. Todos se quedaron petrificados mientras Emma arrastraba su
Elliot tenía la garganta cerrada. Si no hubiera tenido a su padre por un lado y a Lydia por otro, probablemente no habría podido caminar.Al inicio de la primera sala de muestras, una pequeña placa recibía a los invitados:LA DIOSA LIBERADAUna exposición de Matthew CaseyPara el patrocinio de la Fundación Great Soul.Y abajo en letras pequeñas rezaba:«Imágenes cortesía de la modelo y vocera de la Fundación GS, Kali Dhawan».Elliot sintió que sus ojos se humedecían. Todo el m@ldito museo debía estar lleno de fotos suyas, y él sabía que no podría soportar eso.—¡Pá…! —murmuró intentando retroceder, pero aunque a Andrew se le estrujó el corazón no lo dejó. Elliot no le dec
—OK, OK, campeón, solo respira, todo va a estar bien —dijo Andrew sentándolo en uno de los pocos banquillos que había en la sala de exposición.—¡Claro que no! ¡Nada va a estar bien! —exclamó Elliot con los ojos desorbitados—. ¿¡Te imaginas cómo va a tomar esto Kali!? ¿Qué le voy a decir…?—Pues la verdad…—¿¡Y si no quiere volver conmigo…!? —Se asustó Elliot. Su respiración era superficial, entrecortada.—¡Oye, oye! ¿Por qué no va a querer? —intentó tranquilizarlo Richard, pero ya era imposible no ver que estaba más tembloroso que una hoja en un tornado.—¿¡Y por qué iba a querer!? —gritó Elliot—. Estaba embarazada y yo ni siquiera me di cuenta… y confundí su prueba de e
—¿Qué está pasando? ¿Qué está pasando? —preguntó Richard intentando ver por la escasa abertura de la puerta y Nick le puso una mano en la cara y lo empujó hacia atrás con un gesto de broma. —¡Pues lo sabrías si no te hubieras puesto de dramático! Ahora espérate a que terminen —dijo aguantando el celular que había metido por la hendija de la puerta—. ¡Ya ahorita lo vemos! ¡Espérate! —¿Y está llorando? —preguntó Lydia. —¡Como una magdalena! —Se rio Nick, pero igual que el resto de la familia, tenía el corazón tan aliviado como para atreverse a bromear—. Lo bueno es que se están besando… —¡¿Se están besando?! —se emocionó Layla aplaudiendo—. ¡Gracias a Dios! Valeria sonrió por lo bajo, porque faltaban segundos para que se pusieran a discutir cuánto iba a costar la botella que se tomarían esta vez en honor al embarazo de Kali, y aprovechó que estaban entretenidos para salir un momento. No había muchos lugares a dónde ir, así que atravesó la puerta
Kali se estremeció. Era fácil cuando Elliot dejaba salir su voz sexy, cuando avanzaba hacia ella con esa mirada.—¿Nena…? —Elliot la sacó de sus pensamientos mientras la alcanzaba.—No me mires con esos ojos que me desconcentro —lo regañó Kali.—¿Y con qué otros ojos puedo mirarte? —Se rio Elliot pasando un brazo alrededor de su cintura para estrecharla.—Pues con otros que no sean tan… felinos.Elliot se humedeció el labio inferior con la lengua antes de morderlo, y le apartó un pechón de cabello del rostro, llevándolo detrás de su oreja.—¿Felinos? —repitió como si lo estuviera valorando—. No lo creo… no tienen el color… ni la forma…—Pero sí el instinto depredador —advirtió Kali y se derritió cuando lo
—¿Estás lista para el resto de tu vida? —preguntó Elliot y Kali puso los ojos en blanco.—¿Lo pregunta el que no está listo ni siquiera para la próxima hora? —respondió y lo vio hacer un puchero.—¡Oye! Tú estás muy linda y muy arreglada, pero si yo parezco la escoba de la bruja es por tu culpa, que estuviste lanzando mi ropa a diestra y siniestra, sin pensar que era la única que tenía aquí.Kali levantó una ceja coqueta mientras lamía la cuchara del chocolate caliente.—¿Quieres que te la quite de nuevo?—¡Sí, por favor! —exclamó Elliot y Kali rompió en carcajadas.—Pues no, señor Davies, porque tu padre ya avisó que el avión está llegando al aeropuerto y yo de verdad quiero ir a Hunter Mountain y tener un día tranqui
Elliot miró de nuevo la pequeña foto de la última ecografía que Kali había pegado sobre el refrigerador. Ya había cinco haciendo fila, lo cual significaba que cada vez él estaba más cerca de la neurosis.Se habían mudado al apartamento grande de la familia en el Upper East Side, muy cerca del edificio de la Fundación y de Davies Inc., así Elliot podía pasarse cinco a veces al día a ver a Kali, y solo él creía que estaba disimulando el acoso. Pero como el acoso normalmente llegaba con todas las chucherías que le gustaban a Kali, nadie la escuchaba quejarse al respecto.La familia se les aparecía allá cada quince días, y todos estaban muy entusiasmados con la llegada de la bebé, ya hasta habían hecho apuestas por cuál sería el nombre, pero la decisión final la tenía Kali.—¡Hola a
—Vamos, remolona. Hora de levantarte —susurró Elliot en su oído antes de darle un beso en la mejilla. —¡Un ratito más! ¿Porfis plis? —respondió ella con los ojos cerrados, haciendo un puchero y ocultando la cara contra su pecho. —OK, pero solo cinco minutos —decidió Elliot. Aquellos cinco minutos se alargaron por otra media hora, pero Elliot por fin logró sacarla de la cama. Ya Kali descansaba más de lo que trabajaba, y Elliot se había declarado en auto licencia por paternidad, así que pasaban la mayoría de los días solo disfrutando y esperando a la bebé que estaba por llegar. —¡Dios! ¿Cómo puedo estar tan cansada? —se quejó Kali poniendo los pies en el suelo y Elliot se acuclilló frente a ella. —Oye, no tenemos que hacer nada que no quieras. La doctora Marcel dijo que era bueno caminar un poco para que estés activa, pero tampoco quiero que te estreses por eso. —Esta nena pesa mucho —se justificó Kali. —Lo sé. Es una Davies después de todo. ¿Has visto qué tamaño tiene su padre?