—Alejo y yo lo hablamos —dijo la joven, rompiendo el silencio que se estableció entre ellos luego de que el mesero tomara su orden y se retirara de la mesa—, así que tengo una propuesta para ti.Sabino sintió que algo se atoraba en su garganta, algo enorme si consideraba que no dejaba paso de nada de aire a sus pulmones y que le provocaba un dolor que se extendía hasta el pecho y la espalda al intentarlo.Una propuesta sonaba a algo bueno para él, porque, si lo quisieran dejar fuera de la vida de su hijo, definitivamente no le propondrían absolutamente nada, solo le pedirían que se alejara y ya.—¿De qué se trata la propuesta? —preguntó el hombre tras darle un par de tragos a su copa de agua.Meredith respiró hondo, contuvo el aire por algunos segundos, y luego de eso sopló disimuladamente el aire.—En realidad —comenzó a hablar la joven—, yo pensé en algo, luego Alejo propuso otra cosa y, a decir verdad, ninguna de las dos me gusta, pero lo que propuso Alejo me parece que es lo mejor
Al final, tras mucho pensarlo, Sabino decidió ser parte del embarazo de sus, ahora, dos hijos, a la distancia. Le pidió a la joven pediatra que le enviara fotos y vídeos de lo que pasaba con los niños, también que le mantuviera informado de cada cosa que ocurriera, pero él no volvió a pararse frente a ella.En un inicio, a Meredith le causó malestar que Sabino se mostrara tan desapegado, pues, después de todo, él sería el padre de sus dos hijos; sin embargo, con el tiempo, la joven recuperó la calma, y estar siempre de la mano de Alejo, le hacía sentir muy feliz.Era como si Sabino nunca hubiera irrumpido en su normalidad, pues, de él solo se acordaba cuando debía mandarle mensajes o cuándo él le preguntaba sobre el embarazo y los niños, cosa que no ocurría a menudo, en realidad.—¿Seguro que estás bien con eso? —preguntó Teresa luego de que encontró a su hijo mirando ese vídeo con una nueva ecografía.Ella conocía las condiciones en que se encontraba su hijo y la madre de su nieto; o
Sabino entró corriendo al hospital, y se encontró con Alejo esperando junto a una joven cuyo rostro le confundió un poco, y es que, para quienes las veían por primera vez, no era difícil que confundieran a Marisa con Meredith, o al revés, pues ambas tenían facciones muy similares.—Me alegra que llegaras —declaró Alejo, un poco intrigado porque, ese hombre, comenzara a caminar lento un par de metros antes de llegar a ellos—. Solo dejarán pasar a uno a la sala de partos, pensé que nos echáramos un volado.—Antes de que lo hagan —dijo Marisa, interviniendo en la conversación—, permítanme postularme para entrar en lugar de uno de ustedes. Prometo grabar el nacimiento de ambos; no, es más, podríamos hacer una videollamada. Me gustaría poder acompañar a mi hermana en este momento.Alejo y Sabino se miraron por medio segundo, luego de eso Alejo dijo que no tenía problema con ello, y Sabino terminó por acceder también, entonces vieron llegar a ellos a una enfermera, quien preguntó si alguien
—¿Por qué lloraba Alejo? —preguntó Marisa luego de escuchar que Alejo se había ido.A mitad de la conversación de esa pareja, Marisa había despertado, pero no había abierto los ojos y, mucho menos, se había metido donde no la llamaba. Solo los escuchó consolarse y pedirse perdón uno al otro.—Bueno, todo es difícil con nosotros —dijo la joven madre, que veía a sus hijos dormir en el pequeño cunerito al lado de su cama—, y supongo que lo rebasó la realidad ahora que de verdad la tiene enfrente.Marisa alzó las cejas mientras apretaba los labios, terminando por suspirar.—Yo no puedo ser mamá —confesó la mayor de las hermanas Carson y a Meredith hasta el sueño se le quitó, pero lo que no se le quitaba era el frío que la envolvía, por efecto de la anestesia que le habían puesto para el parto, y que comenzaba a provocarle náuseas.» No terminé con Manuel porque se iría a vivir a otro lugar —explicó la joven, mencionando a un novio con quien había tenido cerca de diez años de relación—. Te
Meredith suspiró mientras cerraba los ojos con fuerza y sentía que su cabeza estallaba.Ni bien había despertado a media noche, cuando sus hijos pidieron de comer, Alejo le contó que Sabino le había comentado todo sobre esa solución que ella había ideado, y para la cual había solicitado el apoyo que Sabino decidió darle.Alejo no la dejó tranquila hasta que sintió que Meredith, tal como ella misma lo decía, estaba bien con esa solución que, seguramente, le había destrozado el corazón cuando la tomó, la pensó por horas y luego la propuso y convenció al otro de aceptarla.Y, sí, justamente como Alejo lo intuyó, todo había sido extremadamente complicado para ella, entonces, no entendía ¿por qué rayos Marisa estaba tan molesta con ella luego de que le propusiera que fuera la madre de Saúl?—¿Estás loca? —preguntó la mayor de las hermanas Carson, furiosa de verdad, tanto que no podía dejar de temblar—. ¿Crees que te conté lo que me pasó para que me regalaras un niño?—No entiendo por qué e
—¿Podemos hablar a solas? —preguntó Sabino y Marisa, luego de pensarlo un poco, y de respirar profundo, asintió con nerviosismo.La joven educadora vio al padre de su ahora hijo ponerse en pie, con ese bebé entre sus brazos, y pensó que era una pena que no pudiera abrazarlo justo en ese momento, porque ella debía ocuparse de algo realmente importante, y seguro Meredith no les permitiría sacar a ese niño de la habitación.Sabino caminó hasta la cama donde Meredith estaba, y luego de, también respirar profundo, y de aclarar la garganta, le dedicó unas palabras a esa mujer que, definitivamente, amaba demasiado, pero que le dolía mucho también.Era en extremo difícil lo que ocurría en el corazón y la cabeza del rubio de ojos verdes, porque era él quien había perdido mucho, aunque quizá no tanto como Meredith, a quien le había tocado entregar uno de sus hijos; pero, aun si le dolía, también creía que era mejor así.Es decir, de alguna manera, aunque sonara bastante cruel, le consolaba sabe
—Creo que deberíamos conocernos un poco —declaró Sabino luego de cerrar la puerta de esa habitación que no estaba siendo ocupada por ningún paciente—. Es decir, quisiera saber todo sobre la madre de mi hijo.Marisa asintió, eso era algo que ella había pensado antes de sentir que su corazón se rompía por ver a su hermana despidiéndose de su bebé y de que, luego de que él llegar a sus brazos, ahora como su hijo, se había curado por completo.—Yo creo que debería empezar por decirte que no vivo en esta ciudad —declaró la maestra, sin ser capaz de apartar la mirada de su hijo, quien le sostenía con una manita de uno de sus dedos—. Vivo en mi ciudad natal, está a algunas horas de aquí, y estoy aquí justo ahora porque vine a cuidar de Meredith y mis sobrinos... Bueno, ese era el plan inicial.Sabino miró a la joven con sorpresa y algo de angustia que rallaba en el arrepentimiento. Es decir, había aceptado que ella fuera la madre de su hijo no solo para que Meredith estuviera más tranquila y
Lo escuchó comenzar a llorar e hizo una pequeña rabieta, y la otra madre cerca de ella hizo lo mismo, entonces una fuerte risa resonó en ese lugar, obligando a las dos hermanas Carson a abrir un solo ojo y mirar con una expresión graciosa al hombre que se había reído de ellas.Alejo había llegado temprano al hospital, y entró a esa habitación para encontrarse a ese par de hermanas completamente dormidas, entonces se acercó al cunero y se encontró con los dos niños dormidos también, y quiso tomarles una foto, pero su celular se le resbaló de las manos, provocando un sonido que despertó a los dos niños, que hicieron un sonido que despertó a las dos madres, haciendo esa mini rabieta justo al mismo tiempo.Eso fue divertido de ver, al parecer, y por eso rio con fuerza, provocando que su hijo y su ahora sobrino lloraran con más fuerza.Pero, para el par de madres, la noche había sido horrible. Habían despertado cerca de cuatro veces en las once horas que habían estado solas, contando esa,