—¿Por qué lloraba Alejo? —preguntó Marisa luego de escuchar que Alejo se había ido.A mitad de la conversación de esa pareja, Marisa había despertado, pero no había abierto los ojos y, mucho menos, se había metido donde no la llamaba. Solo los escuchó consolarse y pedirse perdón uno al otro.—Bueno, todo es difícil con nosotros —dijo la joven madre, que veía a sus hijos dormir en el pequeño cunerito al lado de su cama—, y supongo que lo rebasó la realidad ahora que de verdad la tiene enfrente.Marisa alzó las cejas mientras apretaba los labios, terminando por suspirar.—Yo no puedo ser mamá —confesó la mayor de las hermanas Carson y a Meredith hasta el sueño se le quitó, pero lo que no se le quitaba era el frío que la envolvía, por efecto de la anestesia que le habían puesto para el parto, y que comenzaba a provocarle náuseas.» No terminé con Manuel porque se iría a vivir a otro lugar —explicó la joven, mencionando a un novio con quien había tenido cerca de diez años de relación—. Te
Meredith suspiró mientras cerraba los ojos con fuerza y sentía que su cabeza estallaba.Ni bien había despertado a media noche, cuando sus hijos pidieron de comer, Alejo le contó que Sabino le había comentado todo sobre esa solución que ella había ideado, y para la cual había solicitado el apoyo que Sabino decidió darle.Alejo no la dejó tranquila hasta que sintió que Meredith, tal como ella misma lo decía, estaba bien con esa solución que, seguramente, le había destrozado el corazón cuando la tomó, la pensó por horas y luego la propuso y convenció al otro de aceptarla.Y, sí, justamente como Alejo lo intuyó, todo había sido extremadamente complicado para ella, entonces, no entendía ¿por qué rayos Marisa estaba tan molesta con ella luego de que le propusiera que fuera la madre de Saúl?—¿Estás loca? —preguntó la mayor de las hermanas Carson, furiosa de verdad, tanto que no podía dejar de temblar—. ¿Crees que te conté lo que me pasó para que me regalaras un niño?—No entiendo por qué e
—¿Podemos hablar a solas? —preguntó Sabino y Marisa, luego de pensarlo un poco, y de respirar profundo, asintió con nerviosismo.La joven educadora vio al padre de su ahora hijo ponerse en pie, con ese bebé entre sus brazos, y pensó que era una pena que no pudiera abrazarlo justo en ese momento, porque ella debía ocuparse de algo realmente importante, y seguro Meredith no les permitiría sacar a ese niño de la habitación.Sabino caminó hasta la cama donde Meredith estaba, y luego de, también respirar profundo, y de aclarar la garganta, le dedicó unas palabras a esa mujer que, definitivamente, amaba demasiado, pero que le dolía mucho también.Era en extremo difícil lo que ocurría en el corazón y la cabeza del rubio de ojos verdes, porque era él quien había perdido mucho, aunque quizá no tanto como Meredith, a quien le había tocado entregar uno de sus hijos; pero, aun si le dolía, también creía que era mejor así.Es decir, de alguna manera, aunque sonara bastante cruel, le consolaba sabe
—Creo que deberíamos conocernos un poco —declaró Sabino luego de cerrar la puerta de esa habitación que no estaba siendo ocupada por ningún paciente—. Es decir, quisiera saber todo sobre la madre de mi hijo.Marisa asintió, eso era algo que ella había pensado antes de sentir que su corazón se rompía por ver a su hermana despidiéndose de su bebé y de que, luego de que él llegar a sus brazos, ahora como su hijo, se había curado por completo.—Yo creo que debería empezar por decirte que no vivo en esta ciudad —declaró la maestra, sin ser capaz de apartar la mirada de su hijo, quien le sostenía con una manita de uno de sus dedos—. Vivo en mi ciudad natal, está a algunas horas de aquí, y estoy aquí justo ahora porque vine a cuidar de Meredith y mis sobrinos... Bueno, ese era el plan inicial.Sabino miró a la joven con sorpresa y algo de angustia que rallaba en el arrepentimiento. Es decir, había aceptado que ella fuera la madre de su hijo no solo para que Meredith estuviera más tranquila y
Lo escuchó comenzar a llorar e hizo una pequeña rabieta, y la otra madre cerca de ella hizo lo mismo, entonces una fuerte risa resonó en ese lugar, obligando a las dos hermanas Carson a abrir un solo ojo y mirar con una expresión graciosa al hombre que se había reído de ellas.Alejo había llegado temprano al hospital, y entró a esa habitación para encontrarse a ese par de hermanas completamente dormidas, entonces se acercó al cunero y se encontró con los dos niños dormidos también, y quiso tomarles una foto, pero su celular se le resbaló de las manos, provocando un sonido que despertó a los dos niños, que hicieron un sonido que despertó a las dos madres, haciendo esa mini rabieta justo al mismo tiempo.Eso fue divertido de ver, al parecer, y por eso rio con fuerza, provocando que su hijo y su ahora sobrino lloraran con más fuerza.Pero, para el par de madres, la noche había sido horrible. Habían despertado cerca de cuatro veces en las once horas que habían estado solas, contando esa,
—Me los llevaré a la habitación contigua —informó Sabino, volviendo a caminar hasta el sofá, ese donde Marisa ya dormía profundamente, pues ahora la envolvía la seguridad de que su hijo estaba en mejores manos que antes, porque las de Alejo seguro también eran buenas.Marisa estaba tan agotada que dormía profundamente, tanto así que ni siquiera se dio cuenta cuando el padre de su hijo la alzó en brazos y la llevó a una cama, no tan cómoda, pero que, definitivamente, era mucho mejor que el sillón donde pasó la noche.—¿Seguro que ella no es Meredith? —preguntó Teresa, viendo a la joven suspirar luego de que Sabino la cubriera con una manta—. Es la misma cara de la foto que me mostraste.Uno o dos meses atrás, Sabino había recibido una foto donde la joven pediatra veía amorosamente el abultado vientre que acariciaba con ternura, y, tal como su madre decía, si alguien aseguraba que la joven de la foto era Marisa, se lo podrían creer sin dificultad alguna.—Se parecen muchísimo —declaró e
Salieron del registro civil y Marisa sintió que al fin respiró, entonces miró el acta de nacimiento de su hijo: Saúl Méndez Carson, con su nombre y firma en los espacios que le correspondían a la madre, y sonrió demasiado emocionada.El proceso había sido simple, pero en su cabeza siempre había sido algo complicado y hasta un poco riesgoso, pero ya había finalizado, así que todo estaría bien; además, con suerte para ella, Saúl había nacido primero, minutos antes que Axel, pero, estrictamente hablando, un día antes que él, así que esa pequeña diferencia haría que se diferenciaran un poco más.—¿Listo? —preguntó Meredith una vez que vio a su hermana llegar a su departamento, y la mayor asintió.Ella había decidido seguir viviendo juntas en lo que los niños crecían un poco más y Meredith se sentía un poco mejor, porque, además del cansancio del parto, la joven pediatra era hormonal y emocionalmente un desastre.Meredith pensó que estaba bien irse despegando poco a poco, y Marisa le dijo
La castaña vio al hombre dejar el auto y rodearlo para abrirle la puerta. Lo había notado ya, pero seguía pareciéndole un poco exagerado que él le abriera y cerrara puertas para que ella pasara, entrara o saliera, pero también le gustaba un poco, quizá por eso sonrió.Marisa dejó el auto, entonces tomó la pañalera del niño y se la colgó en el hombro mientras el padre de su bebé lo tomaba de la parte trasera del auto, en donde estaba ese asiento de bebé que, desde la primera vez que ella viajó en él, ya estaba ahí.—Se ve muy bien el edificio —declaró la joven maestra, observando todo a su alrededor, complacida por lo que veía y también un poco nerviosa.Y es que, siendo completamente sincera, ella no se sentía cómoda recibiendo tanto porque, aunque Sabio había dicho que era para su hijo, en realidad, quien más se beneficiaría de eso era ella; sin embargo, comprarse un departamento en ese lugar no era cosa barata, y no lo podía hacer por su cuenta.—Es muy buen lugar —aseguró el hombre