—¿Superfecundación hetero paterna? —susurró Teresa su pregunta pues, en realidad, hablaba para ella misma—. Lo escuché, pero, no pensé que alguna vez lo podría ver. ¿Te acostaste con una mujer que se acostaba con alguien más?Sabino suspiró, luego se puso en pie, sintiendo al fin todas las miradas de la gente a su alrededor, y le pidió a su madre que fueran a un lugar privado, para que pudieran hablar al respecto.Y, tal como Sabino lo pensó antes, su madre lo llevó a un restaurante cercano donde, debido a que comían a menudo ahí, les tenían una sala privada preparada todo el tiempo; no era siempre la misma, pero la atención sí que era siempre buena.—Yo solo quiero una copa de vino —pidió Sabino luego de que su madre pidiera comida, pues, después de eso, ella debía trabajar medio día más, y no soportaría la tarde sin comer.—¿Entonces? —preguntó la madre de un joven cardiólogo que no parecía poder volver a sus cabales—. Explícame cómo es que la mujer que amas está embarazada de ti y
“Sabino está aquí” escribió Meredith en un mensaje que envió a Alejo mientras veía al padre de uno de sus hijos mirar sus pies, sentado en la orilla de la cama.Alejo, que estaba bastante ocupado, solo le preguntó si todo estaba bien porque, aunque su trabajo era muy importante, para él lo más importante era su familia, así que dejaría cualquier cosa y lugar con tal de ir a rescatarla.“Todo está bien” aseguró Meredith y luego respiró profundo. No entendía del todo la situación, es decir, habían pasado ya dos meses de que ella le había informado del embarazo, entonces, ¿por qué estaba ahí? Y, más importante, ¿cómo era que él sabía que ella estaba ahí?—Te busqué por todos lados —declaró el hombre, sin atreverse a alzar la cara—. Vine a buscarte a la salida, pero no te vi salir, así que fui a tu casa, y luego a la de él y, cuando no te encontré ni en tu departamento, ni en el de Alejo, regresé al hospital, fui ahí cuando los vi entrando aquí; además, de que te vi en el balcón, despidié
—¿No crees que, el que él aparezca ahora, lo va a complicar todo? —preguntó Meredith, viendo cómo Alejo cocinaba algo luego de haber dormido casi toda la mañana tras llegar a casa.Por suerte, su descanso había caído en fin de semana, así que pasaría dos días con la mujer que tanto quería, porque siempre había sido importante para él y porque, ahora, le daría una familia.» Me encantaba la idea de que ellos fueran nuestros, tuyos y míos —explicó la castaña, mirando a la nada—. La idea de que mis hijos, a pesar de que están gestándose juntos, tengan cada uno un padre, me provoca vomitar.Alejo bufó el inicio de una risa, cosa que molestó a la pediatra quien, con nada de gentileza, le miró mal.—Lo lamento —dijo un hombre tan comprometido con la estabilidad emocional de la joven que, si de pronto la llegaba a molestar por cualquier cosa, se disculpaba de inmediato para que ella volviera a la tranquilidad—, pero las cosas son así por tu causa.—Ya lo sé —declaró Meredith, recostando su c
—¿Planeas dejar de dormir para siempre? —preguntó Alejo que, de nuevo, abría los ojos y se encontraba con su compañera de piso, cama y paternidad, despierta—. Necesitas relajarte. Presionada, no vas a dar con la mejor respuesta.—No hay una mejor respuesta —aseguró Meredith, con calma.El sábado por la tarde, luego de que Sabino se fuera, pidiéndole que, por favor, no lo apartara, había pensado en la situación con intensidad, encontrando una solución que de verdad odió.Luego de eso, pensó que necesitaba una mejor solución, pero no había nada mejor, pues, aunque le rompería el corazón, esa parecía ser la única manera en que sus hijos no terminaran con un trauma por ser tan diferentes al resto de sus compañeros, y no serían acosados por su situación tan complicada.Alejo se talló la cara con frustración. Luego de sugerir lo que ella pensó podría ser una solución, la joven se había visto evidentemente deprimida, y eso no era bueno para nadie, por eso, él también había estado intentando
—Alejo y yo lo hablamos —dijo la joven, rompiendo el silencio que se estableció entre ellos luego de que el mesero tomara su orden y se retirara de la mesa—, así que tengo una propuesta para ti.Sabino sintió que algo se atoraba en su garganta, algo enorme si consideraba que no dejaba paso de nada de aire a sus pulmones y que le provocaba un dolor que se extendía hasta el pecho y la espalda al intentarlo.Una propuesta sonaba a algo bueno para él, porque, si lo quisieran dejar fuera de la vida de su hijo, definitivamente no le propondrían absolutamente nada, solo le pedirían que se alejara y ya.—¿De qué se trata la propuesta? —preguntó el hombre tras darle un par de tragos a su copa de agua.Meredith respiró hondo, contuvo el aire por algunos segundos, y luego de eso sopló disimuladamente el aire.—En realidad —comenzó a hablar la joven—, yo pensé en algo, luego Alejo propuso otra cosa y, a decir verdad, ninguna de las dos me gusta, pero lo que propuso Alejo me parece que es lo mejor
Al final, tras mucho pensarlo, Sabino decidió ser parte del embarazo de sus, ahora, dos hijos, a la distancia. Le pidió a la joven pediatra que le enviara fotos y vídeos de lo que pasaba con los niños, también que le mantuviera informado de cada cosa que ocurriera, pero él no volvió a pararse frente a ella.En un inicio, a Meredith le causó malestar que Sabino se mostrara tan desapegado, pues, después de todo, él sería el padre de sus dos hijos; sin embargo, con el tiempo, la joven recuperó la calma, y estar siempre de la mano de Alejo, le hacía sentir muy feliz.Era como si Sabino nunca hubiera irrumpido en su normalidad, pues, de él solo se acordaba cuando debía mandarle mensajes o cuándo él le preguntaba sobre el embarazo y los niños, cosa que no ocurría a menudo, en realidad.—¿Seguro que estás bien con eso? —preguntó Teresa luego de que encontró a su hijo mirando ese vídeo con una nueva ecografía.Ella conocía las condiciones en que se encontraba su hijo y la madre de su nieto; o
Sabino entró corriendo al hospital, y se encontró con Alejo esperando junto a una joven cuyo rostro le confundió un poco, y es que, para quienes las veían por primera vez, no era difícil que confundieran a Marisa con Meredith, o al revés, pues ambas tenían facciones muy similares.—Me alegra que llegaras —declaró Alejo, un poco intrigado porque, ese hombre, comenzara a caminar lento un par de metros antes de llegar a ellos—. Solo dejarán pasar a uno a la sala de partos, pensé que nos echáramos un volado.—Antes de que lo hagan —dijo Marisa, interviniendo en la conversación—, permítanme postularme para entrar en lugar de uno de ustedes. Prometo grabar el nacimiento de ambos; no, es más, podríamos hacer una videollamada. Me gustaría poder acompañar a mi hermana en este momento.Alejo y Sabino se miraron por medio segundo, luego de eso Alejo dijo que no tenía problema con ello, y Sabino terminó por acceder también, entonces vieron llegar a ellos a una enfermera, quien preguntó si alguien
—¿Por qué lloraba Alejo? —preguntó Marisa luego de escuchar que Alejo se había ido.A mitad de la conversación de esa pareja, Marisa había despertado, pero no había abierto los ojos y, mucho menos, se había metido donde no la llamaba. Solo los escuchó consolarse y pedirse perdón uno al otro.—Bueno, todo es difícil con nosotros —dijo la joven madre, que veía a sus hijos dormir en el pequeño cunerito al lado de su cama—, y supongo que lo rebasó la realidad ahora que de verdad la tiene enfrente.Marisa alzó las cejas mientras apretaba los labios, terminando por suspirar.—Yo no puedo ser mamá —confesó la mayor de las hermanas Carson y a Meredith hasta el sueño se le quitó, pero lo que no se le quitaba era el frío que la envolvía, por efecto de la anestesia que le habían puesto para el parto, y que comenzaba a provocarle náuseas.» No terminé con Manuel porque se iría a vivir a otro lugar —explicó la joven, mencionando a un novio con quien había tenido cerca de diez años de relación—. Te