Una llave encaja en la cerradura y Diana se muerde el labio mientras entra al apartamento. Camina despacio detrás de Marco, observando cómo él cuelga su bolsa de mensajero en un gancho en la pared, donde cuelgan unas cuantas chaquetas justo detrás de la puerta principal. Hay una estera bajo sus pies, una mesita a su derecha con una pequeña pila de correo. Sólo ha visto alrededor de un metro del apartamento y la palabra “ordenado” invade su mente.
Marco se quita las botas y Diana imita su ejemplo. Él tiene calcetines negros y no oculta su diversión cuando ve los de ella: son blancos con rayas de neón rosa, un marcado contraste con los tonos maduros del resto de su ropa.Diana se sonroja a pesar de que Marco se ahorra cualquier comentario, y lo sigue hasta el interior del apartamento.La habitación se amplía, el cálido bronceado se extiende hasta la pared de ventanas en el otro lado de la habitación. La luz entra a raudales. Diana se encuentra avanzando y girándose para ver lo brillante que es todo.Jamás habría imaginado, con lo oscuro y mohoso que es el pasillo, que esto sería tan abierto, tan claro. Había esperado que el olor a humedad del pasillo llegara al apartamento, pero el aire es impecable, casi estéril.Observa la sala de estar, la sencilla disposición de los muebles y la televisión, todo negro y espaciado uniformemente. El único toque de color son las obras de arte en las paredes. Piezas abstractas de colores mezclados, colocadas sistemáticamente.Es casi demasiado perfecto.—Esta es el área general, puedes usarla. La cocina es por ahí. —Marco señala hacia su derecha, y Diana se asoma por la abertura, viendo los gabinetes blancos y la encimera gris—. La cual también estaría a tu completa disposición.—Muy bonita —opina Diana, buscando qué decir.¿Se supone que hay preguntas? ¿Hay algún protocolo para esto? Marco se pone un poco de puntillas, como si estuviera debatiendo lo mismo.—Entonces, el baño está al final del pasillo. Es de buen tamaño, pero solo hay uno. Aunque está limpio —lo dice medio tímido y, a juzgar por el estado de la sala, Diana no lo pone en duda.—Excelente —es un murmullo insertado en el silencio expectante, pero Marco ni cuenta se da.—Y tu habitación sería... — Marco avanza por el pasillo, dejándola simplemente seguirlo.La sala de estar tiene una alfombra de color azul cobalto, pero el vestíbulo es de madera desgastada, cargada por recuerdos de inquilinos anteriores. Es relajante ver esas marcas. No todo en este lugar es perfecto.La última puerta a la derecha se abre y Marco le indica que entre. Está oscuro, una única ventana con la cortina cerrada está centrada en la pared opuesta. El mismo suelo desgastado llena el cuarto, uniéndose a las paredes de color gris acero como cuatro paneles desnudos. No es grande, per se, pero sí que es más grande de lo que Diana había esperado.Es todo muy simple. Definitivamente servirá.—Esta solía ser la habitación de Eric, pero tomó la habitación más grande para poder usarla también como su oficina. Sé que es un poco monótona —él se encoge de hombros como disculpándose y Diana le resta importancia de inmediato.—Nada que ver. Me gusta.Marco se muestra contento.—Eso es lo que importa —dice él y se frota las manos distraídamente—. No sé ninguno de los detalles del contrato de arrendamiento que Eric quisiera repasar, pero después de verlo, ¿todavía estás interesada?—Claro que sí —afirma Diana.—De acuerdo. Eric debería estar en casa en aproximadamente… —saca su teléfono del bolsillo para comprobar la hora—… Veintidós minutos.Diana trata de ocultar su diversión. Es como si Marco no estuviera bromeando con eso de que su hermano aparecerá en ese cálculo exacto de tiempo.—¿Quieres esperar para reunirte con él o podrías programar tu regreso...?—Puedo quedarme —acepta Diana en un santiamén.—Pues genial. ¿Quieres beber algo? —Marco se aparta del marco de la puerta en el que está apoyado, dejando que Diana lo siga hacia la cocina.°•Se acomoda en el taburete, con los codos apoyados en el mostrador, mientras Marco prepara café. Él habla. Mucho. Pero a Diana no le molesta. Le ayuda a tener tiempo para calmar sus nervios y concentrarse en algo más que en cómo serán sus próximos días.Marco coloca una taza frente a ella y eso la pilla desprevenida.—Lo siento, muñeca. ¿Estás nerviosa?Diana se encoge de hombros.—¿Quizás un poco? Esta es la primera vez que intento todo el asunto de los compañeros de cuarto.—¿No has vivido sola antes?La mentira sale de su boca en un santiamén.—No hasta que decidí tener mi propio espacio.Marco es comprensivo y se apoya en el mostrador opuesto, sosteniendo su propia taza de café. Diana se sorprende por la forma en que el suéter blanco se ajusta a sus brazos mientras se estira. Marco no parece tan grande cuando se mueve, pero ahora que lo ve mejor, es obvio que es fuerte.—Eric es un poco severo, pero responde todas sus preguntas y pasarás el examen. A él le gustan las cosas a su manera, pero aparte de eso, es reservado, así que mantente firme y no dejes que te coma el lobo.La ceja de Diana se alza ante la advertencia, pero Marco de repente golpea el mostrador.—Mierda, olvidé algo en mi habitación. ¡Ya vuelvo!Marco solo se va un minuto, Diana sigue en el mismo sitio, cuando escucha el clic de la puerta principal. Diana se levanta de un salto, con los ojos fijos en el lugar por donde Marco se fue, esperando que vuelva antes de que los pasos que oye en el pasillo exterior se acerquen más. Sin embargo, tiene suerte de estar completamente sola cuando un hombre dobla la esquina y entra en la cocina.Se detiene en seco, sus ojos fijos en ella en una mirada que hace que Diana sienta un disparo de electricidad por su columna vertebral. Es más grande que Marco, mucho más grande y musculoso. Y es diferente a Marco: con el cabello corto, los ojos azules, las cejas fruncidas y la boca endurecida.—¿Tú quién eres? —Su voz áspera choca con un acento más pronunciado que el de Marco.Diana traga saliva y se apresura a explicar su presencia.—Yo, eh, vine por la habitación —es un susurro patético y se aclara la garganta—: ¿El alquiler? ¿El anuncio del compañero de cuarto?Eric simplemente parpadea y Diana se estremece un poco cuando él no aparta la mirada.—¿Cómo entraste? —pregunta ronco.Los labios pintados de Diana se separan ligeramente.—Pues yo… Marco me dijo-Por fortuna, el otro hermano elige ese momento para reaparecer y Diana suspira de alivio cuando la mirada penetrante de Eric se dirige hacia otra persona.—Pensé que tenías clase, Marco.Marco le resta importancia con facilidad y se para junto a Diana en un gesto casual de apoyo.—Aja, pero no fui.Diana frunce el ceño, preguntándose si es allí adonde iba Marco cuando ella se cruzó en su camino. La culpa se apodera de ella por haber interrumpido sus planes, pero Marco no le da tiempo para disculparse.—Ya le mostré el lugar. Todavía está interesada si quieres entrevistarla.Esos ojos oscuros se fijan en ella y Diana se recuerda a sí misma que debe respirar.—Dame un minuto —es la única respuesta cortante de Eric, luego se aleja.Diana deja escapar un suspiro y oye el resoplido de Marco.—Te dije que era severo.Diana se muerde la lengua. La advertencia de Marco le queda corta. Eric no sólo es severo, es intenso.—En el fondo es un buen tipo, ya sabes, y realmente es reservado. Difícilmente tendrás que lidiar con él si decides ocupar la habitación.Eric reaparece detrás de Marco, y Diana se sobresalta, preguntándose si ha escuchado el comentario de su hermano. Si lo hace, tampoco reacciona; toda su expresión muestra un duro desinterés que es desconcertante.Sostiene una carpeta, una que coloca sobre el mostrador, la abre mientras saca un bolígrafo de su bolsillo con su mano izquierda. Se abre con un clic y luego se enfrenta a Diana en toda su altura. Fácilmente alcanza los dos metros.—Dime tu nombre —ordena.—Diana.—Completo.Ella traga saliva, moviendo los hombros mientras se convence a sí misma que debe mantenerse firme. Tal como dijo Marco:“No dejes que te coma el lobo”
—Es Diana Fernandez… con z.—Sé cómo se escribe.Diana se queda quieta.—¿Problema legal?—Ninguno.Los arañazos del bolígrafo son su respuesta mientras su mirada se centra en el papel en el que escribe. Pero entonces hay una pausa significativa. Dedos gruesos retienen el bolígrafo.—¿Cuántos años tienes? —él arrastra las palabras.—Veinte.Entonces, Eric levanta la barbilla y su mirada de acero la analiza de los pies a la cabeza.Y así, Diana Montes, de diecisiete años, trata de no estremecerse. Esto puede ser un poco más difícil de lo que pensaba.—Fecha de nacimiento —exige saber Eric sin dejar de mirarla fijamente. Es un desafío y Diana lo recita perfectamente. —3 de noviembre del 2005. Es la misma fecha solo que dos años antes que la verdadera. Lo ha ensayado durante dos semanas. Puede ver a Eric realizando los cálculos mentalmente hasta que hunde el entrecejo. —¿Estás trabajando? —Sí. Para su sorpresa, él no pregunta dónde es que trabaja. Es un alivio para ella no tener que usar esa mentira y hundirse en el barco aun más. A los dieciséis años, Diana había obtenido el bachillerato sin el conocimiento de su tío. Le había costado algo de esfuerzo y un puñado de firmas falsificadas en las que se había vuelto demasiado buena, pero logró conseguirlo. Los siguientes dos años ella dedicó cada hora que habría estado en la escuela a trabajar debajo de la mesa en un trabajo que odiaba. Sin embargo, cada billete que escondió en casa fue guardado, escondido y creciendo hasta convertirse en un salvavidas al que se aferraría en sus
Diana se toma su tiempo. Organiza su ropa en el estante superior del armario. Coloca sus zapatillas y botas en el suelo. Acomoda su saco de dormir a lo largo de la pared del fondo. Enchufa el cargador y la pequeña lámpara.Todo es completamente suyo. Diana no se había llevado nada que perteneciera a su tío. Él nunca podrá acusarla de eso.Poco tiempo después, una vez que Diana termina, se recuesta y recupera el aliento.Al fin está aquí. Ha cumplido el objetivo. Está orgullosa por eso.Ella le dice a Marco que va a salir un rato, él la saluda desde su lugar en el sofá, con la cabeza inclinada sobre su cuaderno de bocetos.—¡Por cierto! ¡La llave está en el mostrador! —él le avisa, como si de repente lo recordara, y ella se desvía hacia la cocina.Hay un juego de llaves en un pequeño llavero con su nombre escrito, encima de una nota adhesiva: «Si las pierdes, las reemplazas».Esto no es obra de Marco. Diana frunce el ceño mientras toma las llaves.“gracias, Eric” piensa sarcástica y se
Amanece el sábado y Diana se levanta tarde a su pesar. No es que sea propensa a dormir hasta tarde, pero esta pequeña ventana no da al sol y las sombras la arrullan para dormir en las profundidades de su consciencia. Está un poco atontada cuando sale de su habitación, pensando en la ducha que la despertaría. Está alcanzando la manija de la puerta del baño cuando de repente se abre.Diana parpadea con sorpresa ante la mujer parada allí, envuelta sólo en una toalla. Es sorprendente, es lo único en lo que Diana realmente puede pensar. Tiene rasgos afilados pero bonitos, cabello oscuro y corto, piel rica y oscura, y parpadea hacia Diana como si estar allí fuese la cosa más natural del mundo.—Ah, discúlpame, chiquita. El baño es todo tuyo.Pasa junto a Diana con facilidad, y Diana la mira en un silencio atónito mientras ella se gira sin dudarlo y entra en la habitación de EricDiana sacude la cabeza y luego vuelve sacudirla como si eso fuera a cambiar lo que acaba de ver. Luego, aturdida
Eric se esfuma del apartamento, lo cual es bastante normal, aunque a Diana, por primera vez, le resulta… irritante. Su ausencia.Lidia con estas emociones mientras considera cómo va a contarle esto a Marco. Hace todo lo posible para no soltar sus dudas tan pronto como él entra por la puerta aproximadamente una hora después.Al final logra esperar hasta que él se sienta a su lado y toma el control remoto antes de hablar.—Te cuento que conocí a Fernanda hoy… o algo así.Marco la sorprendió lanzando un suspiro de descontento y recostándose dramáticamente sobre los cojines.—Caramba. Y yo con muchas ganas de ser quien las presentara una a la otra. Fernanda siempre me roba toda la diversión.Diana se aclara la garganta.—Bueno, técnicamente no nos presentamos ni nada por el estilo. Es que me crucé con ella en el pasillo. Eric me explicó… quién era.Por alguna razón, Diana omite la parte donde pensó que era la novia de Eric. Se siente inapropiado.Las cejas de Marco se elevan ante eso.—¿E
Marco le da un apretón afectuoso a la rodilla de Diana, lanzándole una sonrisa cariñosa antes de levantarse del sofá. Está acostumbrado a esto. Es muy común que Eric necesite hablar con él. Si deja algún desorden, si se salta demasiadas clases de la universidad. Eric siente la necesidad de darle un sermón. Es más divertido que irritante. Es una manera de completar todos los años que Eric se perdió de ser su hermano mayor. Marco normalmente permite que Eric lance su severa corrección con muy poca discusión. Marco sigue a Eric por el pasillo, resistiendo el impulso de silbar, sabiendo que en ese momento probablemente molestará a Eric. Entran en la habitación de Marco y la puerta se cierra. —¿Qué crees que estás haciendo? Eric suele empezar sin preámbulos, pero esta vez Marco está totalmente perdido. —¿Con respecto a…? Eric se cruza de brazos. —Esa niña tiene la mitad de tu edad, Marco. Marco retrocede como si lo hubieran golpeado, la burbuja de silencio sorprendido estalla cuando
A Diana no le agrada Fernanda.Lo intenta y lo vuelve a hacer. Escucha historias, aunque no tenga ni la mínima idea de qué habla Fernanda. Fingir una risa por sus chistes oscuros y lascivos que hacen enrojecer las mejillas de Diana.Fernanda acaba de llegar esa noche y ha enviado a Eric a buscar pizza. Él atendió su petición con una disposición sorprendente. Ahora Diana desea haber escapado con Eric de alguna manera.Un silencio estoico e inquietante sería un alivio para ella en estos momentos.Fernanda está decidida a pasar tiempo con Diana. Marco está emocionado de ver a su hermana, espera que ambas se lleven bien. Pero Fernanda es abrumadora. Un poco demasiado... invasiva.Tiene una personalidad vibrante que provoca risas en la habitación con una fuerza explosiva. Es delgada, deslumbrante, hace reír tanto a Marco que llora, y Diana se sienta preguntándose de manera completamente impasible por qué no podía ser así de llamativa.Como esas chicas de la escuela secundaria que encajan e
—¿Quién es Vicky? —cuestiona Diana unos minutos más tarde, saboreando su tercera rebanada de pizza. En todas las historias de los hermanos, se ha mencionado el nombre varias veces. Han regresado a la sala de estar, así que los cuatro se han acomodado cada uno en un lugar preferido. Fernanda le lanza una mirada a Marco desde donde está sentada en el piso, preguntándole sin preguntar a su hermano cuánto sabe Diana de sus vidas. Marco se recuesta en una esquina del sillón largo mientras Diana ocupa la otra esquina. —Vicky estuvo un tiempo con nosotros. En ese momento era solo una bebé, pero nos mantuvimos en contacto. Ella fue adoptada por otra familia. Nos ofrecemos a cuidarla cuando es necesario. De hecho, la vas a conocer mañana. Eric, en el sillón individual, exhala un leve suspiro involuntario. —Sí, Vicky es difícil de controlar, pero es un amor —dice Fernanda, rodando los ojos—. Estará aquí como a eso de las ocho. Recogen los platos. Diana busca una bolsa de basura cuando Marco
Un rato después camina por el pasillo, menos desordenada. Un aroma cálido la conduce a la cocina, donde Marco se encuentra junto a la estufa, dando vueltas a los panqueques.—¡Di! —Vicky rebota en el mostrador y, ante la mirada mordaz de Fernanda, su sonrisa se vuelve tímida—. Lamento mucho haberte despertado.Su cabello rubio cae sobre su frente, sus ojos verdes se llenan de una genuina y tímida disculpa, y Diana no puede evitar sonreír.—Está bien, Vicky.Se sienta a su lado y le envía a Marco una sonrisa agradecida cuando coloca un plato rebosante de panqueques delante de ella. ¿Obviamente Marco ha intentado transformarlos en algo que pueda tener la forma de animales? No está muy segura, pero Vicky está emocionada.—¡Genial! ¡Tienes un tigre! —La niña mira fijamente su panqueque superior con un poco de celos antes de volverse hacia el suyo—. Me encantan los tigres, ¿sabes?Vicky continúa diciendo cosa tras cosa, metiéndose comida en la boca. Habla entre bocados y bebe su vaso de le